Bien dice un refrán que el pobre cuando tiene plata todo el mundo lo sabe y no es porque la gente es chismosa, no. Simplemente, porque ese mismo pobre, que se vuelve millonario de la noche a la mañana, se encarga de decirle a todo el mundo su dicha. Es un ADN que aquí en Colombia antes se creía era absolutamente exclusivo de los habitantes de la costa norte del país o también llamados costeños. Pero los hechos evidencian lo contrario: que está en todos los colombianos.
Los primeros en mostrar esa característica natural fueron los mafiosos durante la bonanza marimbera, por la década de los setenta, en la costa atlántica colombiana. Se recuerda a un personaje en Santa Marta llamado Lucho Barranquilla, quien en su casa recibía a las personas humildes y les regalaba plata a cambio de nada. Después, en los ochenta, apareció el capo antioqueño Pablo Escobar, repartiendo dinero en una cancha de fútbol.
Por supuesto que el dinero que esos personajes típicos de nuestra idiosincrasia regalaron no era producto de trabajos lícitos, sino del narcotráfico.
No obstante, dos décadas más tarde, apareció otro personaje por el balneario turístico de El Rodadero de Santa Marta, arrojando billetes de 50.000 pesos desde el apartamento en que se había alojado, con la destacada diferencia de que la plata no era del narcotráfico, sino de una herencia o producto del trabajo de una familia de arroceros del Tolima.
Hoy en día, otras dos décadas después, cuando nuestro realismo mágico también se ha virtualizado, aparece otro de nuestros típicos personajes macondianos, pero esta vez no se trata de un hombre, sino de una mujer.
Nos referimos a la más conocida como Epa Colombia, el nombre con el cual se volvió famosa en la realidad virtual. Se presume que lo hace por mantener la audiencia de seguidores que posee en sus cuentas de redes sociales, de donde obtuvo su fortuna. Sin embargo, también apareció en días anteriores tirando billetes de 50.000 desde un helicóptero sobre Bogotá, de donde es originaria y reside.
Hay otro refrán que dice que cuando la plata llega fácil, se va fácil. No obstante, cada quien hace con su dinero lo que le venga en gana y a nadie le debería de importar; por lo tanto, sería inconveniente reclamararles a esos personajes derrochadores públicos de plata sus conductas.
Ojalá que Epa Colombia recapacite sobre lo que está haciendo, ya que no solo es carismática y muy sensible, sino también buena gente. Claro que el dinero logrado por ella no es nada comparable con el que consiguieron los capos mafiosos de antes, por lo cual dolería más que tuviera un final en contraste con la fortuna que hoy visibiliza de modo permanente por sus cuentas de redes sociales.
Tiene que tener en cuenta que no vive en el país imaginario del actual presidente ni en Suiza, sino en uno más cruel e inhumano, cuyo realismo no solo es mágico, sino también inseguro y violento.