Alguna vez el escritor y periodista británico, George Orwell, dijo: "Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques. Todo lo demás son relaciones públicas." Una cita que, las personas que hemos dedicado nuestra vida a esta profesión, indudablemente, deberíamos tener tatuada en el alma. Pero al ver que no todos los periodistas, actualmente, vivimos esa realidad, decidí plasmar en estas letras mi indignación. Sin miedo a equivocarme me atrevo a decir que, por desgracia, cada vez se enseña menos esto en las facultades de Comunicación Social y Periodismo alrededor del mundo. La mayoría de los nuevos egresados, en esta área del conocimiento, no son más que una banda de aduladores que de las palabras del creador de "1984" no entendieron nada.
En Colombia hemos tenido a grandes personajes que, con la pluma en la mano, se han encargado de delatar a los criminales y no de tratar de crear una falsa amistad con ellos. Basta con recordar al gran Guillermo Cano (ex director de El Espectador) o a Jaime Garzón quienes perdieron su vida en lo que podría ser comparado con la novela de nuestro enorme Gabo: Crónica de una muerte anunciada. Los callaron y todos sabíamos que era algo que iba a suceder. Les costó la vida su convicción y su amor por esta profesión. Aunque también es importante mencionar a los casi 200 periodistas que han perdido su vida, a manos de mafias paramilitares, guerrilleras, narcotraficantes o estatales. Pero hay algo más grave y es la impunidad de la que gozan los casos de periodistas asesinados en Colombia. No en vano ocupamos el octavo puesto en el Índice Global de Impunidad del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés). Solamente nos superan naciones como Iraq, Somalia, Filipinas, Sri Lanka, México, Siria y Afganistán.
Algunos "grandes" periodistas en nuestro país, tristemente, no pueden dejar de estar cumpliendo el papel del popular chupamedias. Saludos extravagantes, falsa admiración, preguntas planas, búsqueda de respuestas cómodas para el entrevistado y manipulación de la información (en favor del entrevistado y no de la verdad) son el común denominador de una generación que diariamente sueña con el premio Simon Bolívar de periodismo pero que no deja de hacer parte de los periodistas prepago que tanto daño le hacen a un país que, aunque nos duela decirlo está sumergido en una pileta llena de ingredientes como el conformismo, la mediocridad, la apatía y la indiferencia.
Y es que un país como Colombia lo que más necesita es periodistas como León Valencia que, más allá de cualquier tipo de admiración personal, se ha encargado de desenmascarar a esos miembros de la clase política que, sin importar el partido político, logran seducir a nuestros periodistas quienes caen rendidos a sus pies. Es triste ver que muchos de los que han llevado a su máximo esplendor a esta profesión, ahora, estén muertos y las generaciones más jóvenes no tomen como referencia su trabajo sino el de todos los que venden su dignidad e integridad con el fin de ganar una "exclusiva".
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