Hace unos días, viendo una entrevista realizada a la periodista Jineth Bedoya, quedó sonando en mi cabeza una idea que ella proponía mediante una anécdota: luego de ser liberada y llevada a un hospital, ella recuerda a sus colegas reclamando la primicia... ahí se da cuenta de la importancia de hacer periodismo posicionándonos desde los otros que nos interpelan. Cuando inicié mi carrera, aprendí sobre los géneros periodísticos, los profesores nos enseñaban rapidez y agilidad, pero con relación a los sujetos no me decían nada. Sentía que estaba aprendiendo cómo hacer las cosas, pero no a conocer el respeto por mis fuentes.
Recuerdo muy bien mi primer trabajo en la calle... con mi grupo de amigos estábamos buscando lo bueno, lo bello, lo ético y lo estético del norte de Bogotá y así nos encontramos con la señora Estella, una artesana de la feria que está ubicada en la calle 85 que había dedicado toda su vida a la creación de joyas. Ella nos regaló su tiempo todos los jueves en la mañana, nos permitió ir a su casa, documentar su vida e incluso conocer a su familia. Nuestro producto final fue un documental que nunca llegó a sus manos porque no nos parecía importante tener un acto de agradecimiento con ella, al parecer ninguno de nosotros entendía la importancia de respetar y agradecer a nuestras fuentes.
Fui avanzando en mi carrera y adquirí tantos conocimientos que me sentía superior a los demás, todo el mundo decía “ser periodista es casi como ser un salvador”... nos crean el imaginario de darle “voz” a los otros, nos dicen que los “otros” necesitan ayuda y visibilización, quizás por eso no entendemos que nos debemos a las personas y nuestro compromiso debe ser integral. La idea de “saberlo todo” nos cierra a la posibilidad de aprender desaprendiendo.
Puedo decir que mi primer acercamiento a los “otros” de una manera respetuosa fue cuando me crucé en la vida con él parapsicólogo y habitante de calle Juan Carlos, quien me permitió hacer una crónica de su vida y su historia. Lo que más me conmovió de nuestros encuentros fue su puntualidad, proponíamos una cita en un lugar y hora específica y él llegaba siempre a la hora exacta con su morral lleno de escrituras, magias y hallazgos. Esta fue la primera vez que sentí que me debía a mis fuentes. Recuerdo su rostro cuando le entregué nuestro trabajo: sus ojos aguados le dieron sentido a lo que hice.
Ahora que estoy en mi último semestre de comunicación social y periodismo, puedo decir que aquella reflexión de Jineth Bedoya sobre “ponerse en los zapatos del otro” cobra sentido para mí. Cierro mi carrera con el proyecto quizás más inmerso en mí. Mi opción de grado me permitió dejarme tocar e interpelar por esos a los que llamamos “otros”. Viví la vida de otras personas y de cierta forma esta se convirtió en la mía, por eso lloré y reí con ellos. Esto se lo debo a los profesores que me encontré en el camino y me enseñaron la importancia de investigar desde aquello que nos “toca e interpela”.