La ética del profesional en comunicación del siglo XXI dista mucho de tener contenido responsable, al igual que la información que este transmite. El acelerado ritmo que ha transformado la producción de los medios en el entorno digital ha destruido valores que en otros años se consideraban pilares del periodista.
Escribir una noticia en cinco minutos sin importar la calidad porque "tenemos que sacar la chiva, la exclusiva", entrevistar como toda una celebridad a la chica que estafó a un ciudadano estadounidense porque "así lo pide la gente, de eso está hablando todo el mundo" han ido denigrando labor y la razón de ser del comunicador para entrar en un esquema efímero de celeridad, incompetencia e propagación de ignorancia que desarrolla un dilema ético sobre qué debe escribir un periodista y cuál su verdadera función.
La justificación general sobre la parrilla de contenidos se basa en lo que pida la gente entonces: ¿seguimos creando pereza mental y manteniendo la ignorancia o creamos contenidos de valor que construyan interés social y cultural? Sería prudente empezar por lo menos con buena redacción, noticias que dejen de viralizar personas que no aportan acciones positivas a la sociedad y empezar a tomar por costumbre temas que impacten positivamente a los ciudadanos.
Hay que cambiar ese paradigma de "polemizar para vender" en un país que necesita salir pronto de la ignorancia y nuestro deber como comunicadores es aportar para cumplir nuestro objetivo en la sociedad comprometiéndonos a animar el esfuerzo que hacen los emisores y receptores para escucharnos y realizar un diálogo que permita en engrandecimiento de la dignidad humana