Yo nunca había visto que a un deportista colombiano se le exigiera tanto. Egan bernal acaba de perder menos de dos minutos en una contrarreloj. Algo normal, extremadamente normal para un ciclista colombiano. Antes Fabio Parra podía perder, en un buen día, tres minutos. Incluso ayer pensamos que perdería más tiempo con su compañero, con el líder de su equipo Geraint Thomas. La distancia fue de apenas un minuto veinte con un especialista como el británico. Sin embargo veo que en ESPN y en redes sociales la gente lo está destrozando. Trapito Restrepo ya lo da como enterrado. Increíble que este periodista lleve 30 años equivocándose. Lo peor es que gente como ellos fueron los que le dieron a Egan un favoritismo que no tiene por qué tener. Haber, Egan tenía como ganar el Giro pero una maldita caída lo marginó. Se rompió la clavicula, otra vez salió afectada la nariz. Como no pudo estar en esa carrera su equipo lo enlistó en esta. En un principio él venía a hacer de gregario de Froome. Después del terrible accidente de Froome y de su impresionante Vuelta a Suiza donde ganó, a Froome le tocó cargar con el pesado yunque de un favoritismo que nunca existió. Las órdenes del equipo fueron concluyentes: si faltaba Froome el líder natural iba a ser Thomas, actual campeón del Tour.
Mañana vamos a ver a Egan trabajarle a Thomas, es normal. Lo mismo le tocó hacer a Induraín con Perico Delgado cuando apenas despuntaba en el equipo Reynolds, lo que le va a tocar hacer a Enric Mas con Allaphillipe mañana cuando aborden el tétrico Tourmalet.
El problema con el ciclismo es que acá creemos que es lo mismo que el fútbol, que los deportistas que lo practican son niñatos fríos y acomodados como James. No, acá hay un sacrificio superior, un sufrimiento que se va ganando con los años y Egan, con 22, apenas lo está aprendiendo.
La única obligación de Egan en este Tour es ayudar a que Thomas, su líder, vuelva a ser campeón del Tour de Francia, nada más y para eso deberá desfallecer mañana en la etapa más dura. Así que vamos con calma para no hacer lo que hemos hecho tantas veces por culpa de nuetros periodistas: quemar a nuestros deportistas.