Nicolás Maduro, dictador comunista de Venezuela, se podría convertir en uno de los peores genocidas de la humanidad en todos los tiempos al llevar a ese país a cifras escalofriantes de personas muertas por hambre, que serían de 4 millones en los próximos años sino hay solución inmediata a la crisis humanitaria. A ello se debe agregar que con la permanencia de Maduro en el poder habrían perfectamente en las naciones vecinas más de 12 millones de refugiados venezolanos a mediano plazo. Claro que eso responde a la lógica marxista-leninista, cuyas camarillas ya sea gobernando o por medio de guerrillas han cometido los peores genocidios de la historia.
Cualquier persona sensata no pone en duda que, en el último siglo, el comunismo totalitario o marxismo-leninismo ha sido responsable de 140 millones de asesinatos, siendo las principales naciones que más han sufrido esa calamidad: China con 82 millones de muertos, URSS con 37 millones, Corea del Norte con 5 millones, Vietnam con 4 millones, Camboya con 3 millones y Afganistán con 1.5 millones. A ellas hay que agregarles naciones cuyas tiranías comunistas asesinaron a miles de personas como sucedió en Yugoslavia, Alemania, Mozambique, Etiopía, Rumania, Checoslovaquia, Polonia, Hungría, Angola, Bulgaria y Albania, entre otras.
Y por supuesto, en este cuadro de horror indudablemente aparece Latinoamérica, encabezada por Venezuela, donde en 20 años con los sátrapas de Chávez y Maduro han sido asesinadas 350 mil personas y desgraciadamente con el castrochavismo en el poder más adelante serán millones. Por su parte, en Colombia, los asesinatos realizados por las bandas armadas marxistas, especialmente Farc y el ELN, han causado 120 mil muertos por sus acciones terroristas. En Cuba, el régimen comunista de los Castro es culpable de 100 mil asesinatos, por ejecuciones, muertes en el mar al tratar de huir de la isla o eliminaciones en las mazmorras. En Perú, se cuentan 38 mil muertos asesinados por la guerrilla marxista-leninista-maoísta de “sendero luminoso. Lo anterior, sin olvidar otros países víctimas del terrorismo comunista en el continente como El Salvador, Nicaragua, Argentina, Uruguay, etc.
Podríamos decir sin temor a ser desmentidos que el 7 de noviembre de 1917, de acuerdo a nuestro calendario gregoriano, cuando fue el asalto al palacio del invierno por parte de la banda bolchevique en Petrogrado (Rusia), dirigida por alias “Lenin”, comenzó para la humanidad el genocidio más grande del que se tenga noticia. Según el libro negro del comunismo (1997 y actualizado en 2017), es de 140 millones de asesinatos. Sin embargo, otros analistas mencionan cifras superiores a 150 millones de víctimas. Toda esa calamidad ha ocurrido en estos 101 años, convirtiendo al marxismo-leninismo en la peor organización criminal de todos los tiempos, cuyas élites nunca han pedido perdón y por el contrario se ufanan, demostrando así el carácter bestial de esa secta.
Los genocidas comunistas que son los más conspicuos “padres del proletariado” tienen nombre, por eso hay que recordar que en la llamada “revolución rusa”, especificamente en el gobierno de Lenin, fueron asesinados alrededor de 7 millones de personas. Posteriormente, bajo el régimen de Stalin, se cuentan 30 millones de muertos en las purgas. A eso, hay que agregar la catástrofe de China, que en la colectivización y revolución cultural bajo la férula de Mao Zedong se asesinaron a 82 millones de seres humanos; que en el regímen comunista Pol Pot en Camboya murieron 3 millones; que en Cora del Norte, Kim il-Sung, abuelo del actual mandatario, fue responsable de la muerte de otros 5 millones; que en Vietnam, Ho Chi Minh asesinó a 4 millones en Vietnam, entre otros tantos.
Los bolcheviques, como cualquier mafia que se respete, después de asaltar el poder comenzaron a urdir sus vendettas entre los principales miembros de la cúpula, pero primero buscaron legitimar su gobierno y para ello convocaron a una asamblea constituyente el 26 de noviembre de 1917. Sin embargo, los resultados les fueron adversos, quedando de la siguiente forma: social-revolucionarios con 20,9 millones de votos (58%), bolcheviques con 9,0 millones de votos (25%), liberales con 4,6 millones de votos (13%) y mencheviques con 1,7 millones de votos (4%).
Reunida la asamblea el 31 de enero de 1918, fue disuelta al día siguiente por el gobierno bolchevique, lo que en buen romance significa que las elecciones le sirven a los comunistas pero si las ganan o pueden hacer fraude, como ocurre en la hermana república de Venezuela. Los bolcheviques en marzo de 1918 trasladaron la sede del gobierno a Moscú y como estrategia definitiva firmaron con Alemania el tratado de Brest-Litovsk, cuya jugarreta les permitió consolidar el poder, demostrándose que a los comunistas poco les interesa traicionar a la patria.
La vendetta entre bolcheviques comienza a materializarse en 1923 por la enfermedad de Lenin, quien por los ataques de apoplejía no estaba en condiciones de participar en los asuntos de gobierno y del partido, formándose un triunvirato en el seno del Politburó. Este triunvirato lo integraban Stalin, Zinóviev y Kámenev, quienes se habían confabulado para impedir que Trotsky se hiciera dueño del poder, el cual no asistió a los funerales de Lenin en 1924, ya que se encontraba en el Cáucaso y Stalin le había comunicado una fecha falsa.
Stalin en el enfrentamiento con Trotsky logra que este presente su dimisión como comisario de guerra, después de un tumultuoso debate en el congreso del partido. En 1926, se excluye a Trotski del Politburó, siendo expulsado del partido en 1927 y desterrado a Alma-Ata (Kazajistán). En enero de 1929 es proscrito de la Unión Soviética. Trotsky se va a Turquía, llega a Francia en 1933 y es expulsado en 1935. Debe radicarse dos años en Noruega para luego ir a México, en donde continúa escribiendo y organizando su lV Internacional Obrera bajo la hospitalidad del pintor Diego Rivera.
El 20 de agosto de 1940, Ramón Mercader, un sicario catalán seguidor de Stalin y miembro NKVD, mata a Trotski con una hacha. El asesino fue condenado a 20 años de prisión en México, los que cumplió en 1960. Sin embargo, fue declarado héroe de la Unión Soviética y protegido por el dictador Fidel Castro. Murió en La Habana en 1978, lo que demuestra el talante criminal comunista.
Dentro de la vendetta marxista de los bolcheviques, Stalin se deshizo de sus dos compinches Zinóviev y Kámenev y los ejecutó en 1936, patentizándose indudablemente que el marxismo-leninismo es una escuela del crimen, en donde lo importante es el poder sin interesar el sufrimiento de los pueblos. Entonces, a 101 años del golpe bolchevique en Rusia se ha demostrado sin lugar a dudas que el comunismo totalitario es enemigo de la humanidad. Su juicio histórico hay que hacerlo sin ambages, para que sea repudiado como ocurre con el nazismo, el fascismo y el apartheid.
Mientras tanto, acá en Colombia hay que permanecer con los ojos abiertos frente a las conspiraciones del comunismo totalitario con sus diferentes máscaras.