La jerarquía de residuos nos enseña que evitar, reducir y reutilizar antes que reciclar o desechar es la mejor forma de reducir los desechos que generamos, sobre todo en materia de empaques y recipientes.
Esto aplica para todo tipo de desechables, incluidos los plásticos de un solo uso que se clasifican en 7 tipos: PET, polietileno de alta densidad, PVC, polietileno de baja densidad, polipropileno, poliestireno y otros.
En todos los casos (unos más que otros), las tasas de reciclaje en Colombia son muy bajas: entre 33 % y 35 %en el caso del PET, entre 15 % y 20 % en empaques rígidos, y entre 1 % y 5 % en empaques flexibles.
El PVC, que no es reciclable, es muy utilizado en tuberías y por tanto no hay muchas alternativas para elegir.
Pero en el caso de los plásticos tipo 7, que tampoco son reciclables, sí hay más opciones para que tanto empresas como consumidores sigan prácticas de producción y consumo ambientalmente más responsables.
Una de las razones por las cuales estos plásticos, que incluyen los multilaminados, no se pueden reciclar es que mezclan muchos tipos de resinas y otros materiales. Baste como ejemplo esta composición de un empaque: PET, tinta, adhesivo, metalizado, adhesivo y polietileno… Una verdadera pesadilla no sólo para los recicladores, sino para el planeta.
Las empresas tentadas a usar este tipo de empaques más bien pueden optar por otros de un solo tipo de material que facilite su reaprovechamiento.
Y en el caso de los consumidores, si un empaque viene marcado con un triángulo y el número 7, simplemente puede evitarse y optarse por otro: de un solo tipo de plástico, de material biodegradable o incluso a granel, sin empaque.
Ante autoridades muy negligentes en materia regulatoria, las prácticas de producción y consumo ambientalmente más responsables por iniciativa propia empresas y consumidores son dos poderosas formas de ayudar a combatir, desde ya, el cambio climático y el exceso de residuos en el planeta.