Como consecuencia de la adhesión incondicional a la política exterior de la ultraderecha republicana —en Colombia respaldada por los radicales del Centro Democrático—, el país está en riesgo de enfrascarse en una guerra contra Venezuela, según lo expresó Jon Lee Anderson (periodista norteamericano de la prestigiosa revista New Yorker) en Semana en vivo (dirigido por María Jimena Duzán).
Así lo evidencian varios situaciones.
De entrada, la ruptura de hecho en las relaciones con el gobierno de Maduro, acelerada desde la posesión del presidente Duque. Colombia no tiene embajada ni consulados en el país vecino, donde habitan más de tres millones de compatriotas (ahora no tienen quien represente sus intereses), y apoya incondicional a Guaidó y sus campañas para derrocar al régimen venezolano, utilizando “todas las formas de lucha”: legales e ilegales.
También, las movidas diplomáticas tendientes a favorecer los intereses de los halcones guerreristas de El Pentágono, que apuntan a disponer de 300.000 millones de barriles de reserva del petróleo venezolano y de paso, alborotando el patriotismo del electorado republicano, asegurar la reelección de Trump en noviembre próximo.
Ahora bien, los temores de que Colombia —por su política exterior plegada a los intereses norteamericanos— se vea arrastrada a una guerra que también involucraría a potencias como China y Rusia se han despertado a partir de la "importación" disimulada de "asesores militares", con relevante presencia en el Catatumbo (limítrofe con el Venezuela), y a que con la cuarentena el Senado fue saltado por el gobierno de Duque (revestido de poderes extraordinarios gracias al estado de emergencia) al prescindir de su autorización para que los élite de soldados gringos puedan entrar al país.
Y eso no es todo, otros eventos que apuntan en este objetivo prebélico son: la inclusión de Maduro y sus colaboradores en la lista de criminales narcoterroristas que albergan a guerrillas y bandas colombianas, por cuya captura el gobierno norteamericano paga millonarias recompensas; el incremento de patrullajes navales y aéreos en el Caribe y frente a las costas venezolanas, con el pretexto de combatir el narcotráfico; y la inclusión de Cuba por parte de Estados Unidos en la lista de naciones que colaboran con el terrorismo (esto con la ayuda del gobierno de Duque, que se prestó para acusar al gobierno de la isla, probablemente motivado porque este se negó a extraditar a Colombia a los negociadores del ELN en la Habana, desconociendo el fuero diplomático avalado por Noruega y la ONU que tenían mientras estuvieran preparando un posible acuerdo de paz, abortado tras el cruento atentado contra la Escuela de Cadetes General Santander).
Ya antes se había evidenciado el apoyo tácito del gobierno colombiano a operaciones encubiertas planeadas desde La Guajira para desplegar operativos militares en Venezuela, como quedó descubierto al ser detenido por militares de ese país un comando encabezado por dos exmarines norteamericanos, previamente contratados por el cuestionado Juan Rendón y otros colaboradores del presidente interino Juan Guaidó, quienes tienen vínculos con paramilitares colombianos que operan en la frontera, disputándose el otrora prospero contrabando de gasolina, drogas, ganado y otros productos.
“Así como Guaidó y Maduro se pusieron de acuerdo frente a la pandemia, que hagan lo mismo con sus diferencias políticas para que no vayan a una guerra que arrastraría a Colombia con impredecibles consecuencias. ¡Que los venezolanos solucionen pacíficamente sus problemas!”, expresó el excanciller colombiano Rodrigo Pardo en Semana en vivo.
“Con ‘asesores’ entraron los gringos al Vietnam. Una guerra se sabe cómo empieza pero no cómo y cuándo termina”, señaló el senador Jorge Robledo.
Por seguir al loco de Trump podríamos servir como laboratorio para que las potencias ensayen sus nuevas armas.