Una democracia sin partidos políticos no puede existir, pero con partidos corruptos y sin liderazgo también desaparece. Lo que está sucediendo en Colombia era predecible. Después de haber sido decisivos en la vida nacional, tanto el Partido Liberal como el Conservador perdieron su norte durante los últimos años, cambiaron su vocación de servicio público por los negocios y sus ideales por el dinero. Se volvieron simples empresas electorales cuyo único objetivo era conseguir candidatos con votos. Estos los llevó a lo que hoy son, unas agrupaciones llenas de cuestionamientos por parte de quienes fueron sus seguidores, con frecuencia dirigidos por líderes que, si bien han logrado escapar a la justicia, se han dedicado al nepotismo y a manejar estas agrupaciones políticas como sus exclusivos feudos.
Hoy se les acabó el oxígeno y todos los días aparecen nuevos acusados especialmente aquellos que les dieron los votos y la gloria a estas agrupaciones. Sus propios candidatos les han dado la espalda creando un fenómeno confuso sin que nadie sepa muy bien cómo terminará con 26 precandidatos buscando firmas por todo el país para postularse a la primera magistratura del país. Algo nunca visto en un país que se supone es una democracia. La Registraduría se enfrentará a un reto histórico, manejar tal cantidad de firmas, muchas de ellas repetidas varias veces, sin saber realmente a quién atribuírselas.
Como este país esta finalmente abriendo los ojos,
de pronto no habrá ni firmas ni votos,
aunque algunos creen que es la apertura a la conformación de nuevos partidos
Personas serias de este país ya han dicho públicamente, que se niegan a darle la firma a un candidato como Vargas Lleras, dueño de uno de los partidos más corruptos del país, y que ahora, para no cargar con esos pecados, anunció que se lanzará a la presidencia por firmas. Sin duda es una farsa que muchos no aceptarán. Eso puede suceder con muchos de los otros 25 aspirantes que se lanzarán por firmas. Como este país esta finalmente abriendo los ojos, de pronto no habrá ni firmas ni votos, aunque algunos creen que es la apertura a la conformación de nuevos partidos. Ojalá no se frustren.
Nadie cree que estos candidatos no van a mover a los gamonales de siempre o que estos se van a quedar no solo sin oficio, sino sin las tajadas del presupuesto nacional, como hasta ahora. Probablemente con menos visibilidad seguirán repartiendo mercados y comprando votos para después pasar la cuenta y obtener contratos millonarios de dineros fiscales. Pero si ya la sociedad colombiana claramente está mostrando que no acepta toda esta farsa de las agrupaciones políticas, es posible pensar que por fin les llegó la hora de desaparecer a estos simulacros de partidos, que supuestamente expresan de distinta manera, los ideales de grupos con diferentes posiciones. Negocios, corrupción y mediocridad han sido el detonante para que el país reconozca que claro que necesita partidos políticos, pero muy distintos a los que hemos padecido por tantos años.
Cómo habrán sido de ciegos estos líderes hoy cuestionados, que les cortaron las alas a quienes hoy podrían estar mostrando otra cara del liberalismo y del conservatismo. Al contrario, prefirieron seguir limitando el poder para que sus descendientes y aquellos amigos siguieran su línea sin hacerles grandes cuestionamientos. Pues hoy están pagando un alto precio por su egoísmo y su absoluta falta de visión. Pero más que eso, el país les cobra haber puesto sus intereses personales por encima de las necesidades del país. Que descansen, no en paz, sino con el dolor de haberle hecho tanto daño al país.
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