A tal punto estamos llegando como sociedad y como Estado que, en contra de todas las tradiciones, teorías psicológicas, pedagógicas y sociológicas, llegaron los tiempos en que los padres le tienen miedo a sus hijos y el Estado les dice que así debe ser. Dice Freud que la ley impuesta a través de la figura del padre y con coacción de la madre es un acto determinante para la estructuración de la personalidad del individuo. Así mismo, otras vertientes de la psicología del desarrollo humano ratifican este principio fundamental: para que un individuo pueda integrarse de forma funcional a una sociedad, la autoridad de los padres, el respeto, la instauración de normas y modales desde la primera infancia es la función de vínculo más importante de los padres en la formación de sus hijos, incluso más que el afecto.
Pero gran sorpresa la que psicólogos, docentes, pedagogos, sociólogos y otros tantos profesionales, que estamos de acuerdo con estas posturas del desarrollo humano, nos estamos llevando. No son pocos los casos de padres “encartados” hoy en día con la crianza de sus hijos y no es para menos, la hiperinformación a la que están expuestos facilita el rompimiento de paradigmas tradicionales de crianza y hacen que hoy tengamos hijos que refutan, critican, contradicen, discuten y desafían la crianza que pretenden imponer sus padres. A consulta psicológica frecuentemente llegan padres desesperados reportando situaciones de desespero en las que su hijo no quiere estudiar, no quiere hacer tareas, no quiere dejar de usar el celular o la computadora, no quiere acostarse a dormir a la hora indicada o no quiere estar con ellos sino con los abuelos u otros familiares. Un relato de estos sencillamente era absolutamente absurdo hace veinte o treinta años atrás, donde la autoridad de los padres y las normas de la familia eran absolutamente indiscutibles e incuestionables por parte de los hijos y al más mínimo atisbo de rebelión el castigo físico no vacilaba un segundo. Así creció la generación de adultos de hoy en día, que sin ser la mas ejemplar de todas, por lo menos es la menos violenta de toda la historia de la humanidad.
Hoy en día toda esta tradición y teorías se están yendo al traste con las peligrosas “neopautas de crianza” de las cuales está por verse sus resultados. Si bien, de facto, el castigo físico no ha desaparecido, sí se ha reducido considerablemente y hoy en día solo situaciones extremas llevan a que los padres acudan a esta cuestionada práctica. Por otra parte, su práctica se constituye en un arma de doble filo para los padres de familia, pues nuestros hiperinformados niños no tienen problema alguno en reportar un caso de estos a través de internet a alguna autoridad competente y acá es donde empieza la situación que hoy en día resulta muy preocupante y puede concluir en una futura sociedad antisocial.
Los padres hoy son sujetos de las permanentes refutaciones, cuestionamientos y desafíos de los hijos ante la autoridad, incluso sus hijos los amenazan con tomar medidas de retaliación cuando son castigados de una forma que a ellos no les gusta o parece o simplemente por ser castigados. Si un padre acude a alternativas de castigo como quitar el celular o la computadora, un adolescente le puede decir que le está vulnerando su derecho a la educación pues esa es su principal herramienta de estudio. Si un padre prohíbe a su hijo compartir con sus amigos y restringe su esparcimiento y recreación, su hijo le dice que está afectado emocionalmente y por ello hasta ha pensado o intentado suicidarse o hacerse daño. El simple cuestionamiento de un hijo a la autoridad y normas impuestas por un padre ya es un acto de rebelión que en vez de avergonzar al hijo, intimida al padre y eso es lo que estamos teniendo hoy. Ni qué decir de la asesoría que ofrecen las entidades estatales encargadas de velar por el bienestar de la familia y la infancia. El miedo y la ignorancia por la incapacidad de interpretar la ley es tal que terminan instruyendo a los padres de una forma inverosímil, dan a entender a las familias que la decisiones de los hijos deben ser respetadas y acatadas por la familia, que los padres están para apoyar la formación de sus hijos como personas pero jamás para imponer una forma de vida determinada pues esto es una violación al libre desarrollo de su personalidad, que incluso puede configurarse como un maltrato psicológico, y que cualquier atisbo de censura o mano dura en la crianza puede llevar a sus hijos a la depresión, las drogas o el suicidio.
Ante este escenario, quién no va a tener miedo e impotencia para criar a sus hijos. Con el agravante señalado al principio, los hiperinformados conocen a la perfección todas estas situaciones y en su gran mayoría utilizan toda esta información para manipular a sus padres y hacer de la crianza algo más cómodo para ellos. Saben utilizar muy bien las redes de apoyo a su disposición para ejercer aún más presión y es así como docentes, familia extensa y Estado se inmiscuyen ante cualquier señal de alerta del hijo y arrinconan más a los padres.
Con lo anterior no quiero decir que estas redes de apoyo sean malas o no deban existir, por el contrario, su existencia es necesaria pero su funcionamiento es ineficiente. Suelen atender o crear alertas en casos que solo desgastan al sistema y los que realmente requieren de su intervención permanecen ocultos o nunca activan las rutas. La evidencia de esto es que por más billones de presupuesto que le asignan a ICBF en Colombia año tras año, los indicadores de vulneración de derechos de los niños no descienden y por el contrario, y al igual que el presupuesto, aumentan.
Como ya lo dije, este engendro de “neopautas” de crianza que son perfectamente compatibles con el posmodernismo y algunas de sus barbaridades sociales solo llevaran a la sociedad al caos y particularmente a la psicosis, tendremos una sociedad psicótica en el futuro, donde las normas y la ley serán relativas a quien gobierne o a quien ostente el poder.
Tal ves ese futuro ya está llegando…