Siempre me he preguntado si escribir acerca de este tema es un poco misógino, si de pronto se vería como un ataque a la mujer, especialmente en estos tiempos donde este tema ha tocado tanta competencia. Sin embargo, después de pensarlo creo que es más un mensaje a las autoridades tanto legislativas como defensores de familia y comisarias de familia.
Ha sido historia de todos los días ver madres desesperadas tratando de que los padres cumplan con sus obligaciones —procesos de conciliación, trámites ante Fiscalía por incumplimiento, etc—. Pero, ¿qué pasa cuando la situación es diferente?
Les expongo mi caso, uno de los muchos que se presentan en el país. Hace 6 años mi pareja decidió separarse, en ese momento teníamos una hija de año y medio. Como era de esperarse las discusiones iban y venían, así que muy inocentemente confié en que las cosas por fin llegarían a un acuerdo ya que la ley sería coherente con la realidad. Creo que ese fue mi primer error.
Cuando llegamos a dicha oficina solo le bastó a mi pareja llorar dos veces y la parcialidad fue plato del día. Debo reconocer que no soy una persona de lágrimas y me es imposible ese nivel de actuación, así que después de una audiencia fallida y como lo dicta la ley la defensora de familia fijó de manera unilateral el cuidado de mi niña en manos de la madre, convirtiéndome en ese momento en un padre de fin de semana y vacaciones. El argumento fue que por la edad de la niña, ella estaría en mejores manos, ya que el lazo materno es casi una realidad mística la cual los varones no estamos evolucionados a sentir. Recuerdo que llegué a buscar si tal argumento tenía alguna validez científica y bueno la verdad de eso nada.
Después de firmado ese documento, la primera acción de mi pareja fue decirme que se cambiaba de ciudad y que si quería pasar tiempo con mi hija le firmara un documento donde me comprometía a regresarla en 30 días. A partir de ese momento y por ley, ella era la que decidiría el rumbo de ambas vidas (la de mi hija y la mía). Sobra decir que firmé el documento sin pensarlo, con la plena intención de no cumplirlo, más adelante sabremos el porqué.
El tiempo pasó y en ese momento era un joven emprendedor, viajaba con mi hija de un lado a otro y con ayuda de azafatas, familiares y amigos nunca tuvimos ni un trasnocho. Donde llegábamos nos colaboraban. Recuerdo que alguna vez la Policía en el aeropuerto de Medellín casi que despejó el baño de mujeres para que yo pudiera entrar con mi hija, no faltaba aquella mirada penetrante de alguna sorprendida. Afortunadamente, repito, donde llegamos solo recibí colaboración. De paso, aprovecho para agradecer al personal de Avianca, LAM y Policía, siempre fueron ese apoyo cuando cargar dos maletas, coche y niña, era marca de titanes.
Así pasaron unos meses, luego el trabajo me llevó a Cartagena y a que no adivinan con quién me encontré ahí. Sí, exacto, a aquella preocupada madre, la que según ICBF tenía el lazo místico e inseparable. Ella estaba de vacaciones con hermanos, madre y "un amigo". Cuando la coincidencia nos llevó a encontrarnos de inmediato fui requerido a entregar a la niña (ella iría a Medellín en unas semanas a buscarla, pero estaba ocupada). Esta vez no pude hacer nada y tuve que entregar a mi hija a finales de noviembre, legalmente estaba maniatado.
Un mes después, pasado diciembre, recibí dos llamadas: una de la mamá, comunicándome que pasara a buscar a la niña porque en ese momento ella no estaba en capacidad de tenerla y otra de la abuela de la niña diciéndome lo mismo. Obviamente no pasaron 24 horas y yo ya estaba en otra ciudad. Lo que encontré fue menos que inquietante, una casa saturada y mi niña durmiendo en la misma cama con abuela y madre, cosas que yo nunca viví (no digo que es malo o bueno, pero para mi inquietante).
Bueno, la cuestión es que me regresé a mi ciudad y puse a mi hija en el colegio (ya estaba en edad). Me levantaba, preparaba el desayuno, trabajaba, preparaba almuerzo, hacíamos tareas, trasnochaba de más trabajo y repetíamos. Esa fue la rutina hasta junio, hasta que nuevamente mi exesposa regresó. Seis meses después el lazo místico, inseparable e inigualable creció, y ella pasó a visitar a su hija. En ese momento mi empresa crecía y cometí uno más en mi lista de errores, la dejé con la mamá.
No transcurrió ni un mes y el primer acto responsable de ella fue sacar a mi hija del colegio y regresarse a su pueblo. Una vez lo supe, busqué nuevamente amparo en la ley y como no aprendo, la respuesta fue la misma "ella tiene la custodia y tenencia así que le deseamos lo mejor, si tiene fotos y videos que demuestren que está en una mala situación o riesgo nos lo hace saber .... gracias por comunicarse con nosotros".
¡Era increíble! A distancia traté de estar lo más pendiente de mi hija, por mi trabajo me era imposible regresar hasta noviembre (recuerden es junio hasta noviembre). Volví y lo que encontré rayaba con un tema de la novela de Dickens, mi hija en un inquilinato con vecinos muy poco deseables; no me malinterpreten, no es una cuestión de humildad y/o pobreza, es una cuestión de seguridad y como lo dice por lo menos en papel "el bien superior del menor". Fue triste, me sentí impotente y molesto.
Así como me vieron cogí a mi niña y me regresé con ella. Llegué al colegio, hablé con la rectora y llegamos al acuerdo de que si en dos semanas mi hija se ponía al día y pasaba de manera excelente los exámenes la promoverían. Así que en esas dos semanas la acompañé a estudiar en las tardes y ponernos al día, con orgullo debo decir que lo logramos y con premiación de fin de año.
Ese mismo fin de año tomé la decisión más fácil de mi vida: acompañar a mi hija, estar ahí para protegerla, verla crecer y educarla, lo cual implicaba sacrificar mi empresa a la que le había dedicado varios años de mi vida.
Con las cosas así, me mudé al mismo pueblo donde estaba la mamá de mi hija, dueña del lazo místico y plenipotenciario que evita que los padres seamos tenidos en cuenta, así sea lo mejor para el menor. Esto, no sin antes recibir una rara advertencia: "no crea que porque usted se viene yo voy a dejar de hacer lo que estoy haciendo". ¡Vaya, qué podría ser tan ético y decente que necesitara esa advertencia! Solo diré que de acuerdo a la ley colombiana es perfectamente válido y legal, y que ni siquiera eso es causal de revisión del caso.
Debo decir que desde que estoy acá me ha citado el ICBF, la comisaría de familia y hasta la Policía ha llegado a mi casa. Esto, porque no estoy de acuerdo con que mi hija duerma en la misma habitación que el nuevo novio de su mamá, porque no quiero que salte de una relación a otra, que crea que la promiscuidad es adecuada. Así como me ven de duro escribiendo, hablo. No tengo lágrimas para un psicólogo de comisaria, aunque anhele lo mejor para mi hija y nunca haya permitido que reciba mal ejemplo. Quiero que ella sea una mujer fuerte, madura, que no dependa de ningún hombre. Deseo que su meta en la vida no sea esperar que el "Brayan" la pase a buscar al colegio en su moto.
Pero bueno vamos a darle fin a esta historia, logré un acuerdo de custodia compartida semanal. Tengo la fortuna que la comisario de familia del lugar donde estoy, como mínimo quedó con dudas, y vio que esas lágrimas no eran más que una sucia mentira. A partir de ahí he sido padre y madre, ella tiene el privilegio de estar con su hija cada semana, estamos en la misma ciudad, pero no lo hace efectivo o más bien, lo hace efectivo muy de vez en cuando.
En estos años mi hija ha pasado por una cirugía (la mami estaba de paseo en Panamá, perdón trabajando). Yo soy el que madruga y cocina, el que le ha enseñado costumbres éticas y morales (no soy religioso, solo las básica diferencia entre el bien y el mal). Tengo una hija que es la mejor de su curso y una maravillosa persona, debo decirlo lo hemos hecho juntos mi pequeña de 7 años y yo.
Al día de hoy empiezo de nuevo, mi empresa vuelve a crecer y necesito ya moverme de este lugar. Desde ahora debo pensar en que económicamente me debo preparar para una universidad, sin necesidad de vender un riñón. Comienza una nueva lucha, ahora ante un juez de familia (espero que sea de los inteligentes), por demostrar que ese lazo místico en mi historia nunca existió. Hablaré con orgullo sobre lo que hemos logrado, como siempre. Tal vez no les agrade, pero ¿tengo que agradarles para que reconozcan que he sido y soy un excelente padre? Para que se hagan una idea, los regalos del día de la madre también me los dan a mi, ¿será que eso indica algún desorden psicológico?
Y si preguntan cuál es el objetivo de haber escrito esto, es claro: ustedes señores jueces, comisarias de familia, defensores de familia, traten de mantener la mente abierta respecto al rol de nosotros los padres. Hace mucho tiempo la santidad en la mujer o el hombre desapareció, cada caso es individual. Yo sacrifiqué miles de dólares por mi hija y lo volvería a hacer, pero no habría sido necesario si las personas que me atendieron no se parcializaran con tanta facilidad al ver dos lágrimas en una mejilla. Entiendan que así como hay malos padres hay malas madres que se esconden en un aura de ser indefensas. Cuando tengan un caso en sus manos, dos preguntas de más pueden hacer la diferencia. Evalúen quién tiene más tiempo disponible, mejor capacidad y pongan sentido común en evaluar quién de los dos puede ser mejor padre. Habrá casos donde ambos podrán, pero hay otros mas sencillos, donde así no lo crean un padre es la mejor madre.