Víctimas de los conquistadores y luego de los encomenderos en la colonia (a pesar de las protecciones dadas por la corona española, como la creación de resguardos y, en especial, mediante las Leyes Nuevas de Indias, de 1542, que los liberaron de la esclavitud impuesta por los encomenderos), fueron revictimizados por los criollos que crearon la república para su beneficio.
Así, para apropiarse de las tierras que les habían sido signadas por la corona española, procedieron a eliminar los resguardos, con lo que condenaron a los indígenas a vivir en zonas de difícil acceso y de malas tierras para la agricultura. Como resultado, la pobreza derivada del abandono estatal fueron la compañía de los indígenas. Adicionalmente, los estigmatizaron como vagos, los tildaron de salvajes, en los llanos orientales los cazaron como animales, hasta la década de los 60, convirtiendo el ser indígena en algo indeseado.
En algo, la constitución del 91 les restituyó su dignidad, su autogobierno y algunos de sus territorios. Pero eso ofendió a los expropiadores, que, entonces, les declararon una guerra sucia, oscura, que se complicó con la acción de todos los grupos armados, en su territorio. Como medida protectora, en algunas zonas, se expulsó, incluso al ejército, para que los comuneros pudieran vivir en paz.
Sin embargo, tras el proceso de paz, idas, en buena medida, las guerrillas, sus territorios se volvieron en apetecibles para nuevos grupos violentos, por lo estratégicos y por la riqueza en ellos localizada. Como resultado, hoy, la masacre continúa, y parece no encontrar eco entre los demás colombianos, que, aunque cada 12 de octubre afirmemos que son nuestros ancestros, al momento de apoyarlos y defenderlos, pareciese que fueran pueblos ajenos a nosotros, abandonándolos a la acción del terror y la barbarie.