Tres días después de la muerte de George Floyd, el expresidente estadounidense Barack Obama dijo estas palabras: “Esto no debería ser normal en los Estados Unidos de 2020”. La cuestión es que el caso del joven afroamericano, fallecido a los 46 años, no solo es habitual; sino que es una violencia policial arraigada en el país, con componente racial, desde más allá de los disturbios de Detroit (Michigan).
Ese verano de 1967, hasta 43 personas murieron en enfrentamientos “sangrientos” entre manifestantes negros y la policía, que balaceó a 24 de esas víctimas. Hoy esos disparos siguen siendo la principal causa de muerte de ciudadanos negros estadounidenses, junto a la asfixia que sufrió Floyd. De estas formas, y solo en la última década, al menos 10 murieron de forma letal e injustificada a manos de agentes. Son los otros George Floyd, conocidos por videos o denuncias mediáticas. Pero no los únicos. Y, tal vez, no los últimos.
My statement on the death of George Floyd: pic.twitter.com/Hg1k9JHT6R
— Barack Obama (@BarackObama) May 29, 2020
En lo que va de 2020, junto a Floyd descansan Ahmaud Arbery y Breonna Taylor. En marzo, la técnica de emergencias Taylor, de 26 años y de Louisville (Kentucky), recibió ocho disparos en una redada antidrogas que tuvo lugar en su casa. Según los agentes, entraron con una orden de allanamiento en busca de estupefacientes y de un sospechoso no relacionado con Taylor. Y abrieron fuego, tras recibir los supuestos disparos del novio de la víctima. Pero allí no había drogas y la fallecida no tenía antecedentes penales.
Más retorcida fue la muerte de Arbery un mes antes, en febrero. También de 25 años, el joven ciudadano afroamericano estaba corriendo en una zona residencial de Brunswick (Georgia) cuando un expolicía y su hijo le persiguieron en camioneta y le dispararon, pensando que se parecía a un sospechoso, vinculado a una serie de robos en domicilios cercanos. Pero, de nuevo, nada tenía que ver con Arbery.
Es más fácil “ser asesinado por la policía, que ganar en juegos de lotería”
Para un ciudadano afroamericano es más probable una bala que una boleta premiada, de acuerdo a un estudio reciente, publicado en Actas de la Academia Nacional de Ciencias. Según este, aproximadamente 1 de cada 1.000 personas negras de Estados Unidos espera morir como Floyd, Taylor o Arbery: es decir, a manos de agentes de la ley. Lo que en la estadística los coloca 2,5 veces más propensos que las personas blancas.
Así también lo asegura la ONG Mapping Police Violence, que afirma que las personas negras tienen casi tres veces más opciones de que las mate un policía, mientras que el diario 'The Washington Post' divulgó que, por cada millón de habitantes del país, 30 afroamericanos mueren por disparos de la policía. Muy cerca de los 22 que corresponde a los hispanos, aunque lejos de los 12 entre los blancos. Unas cifras que, sea cual sea el color, la raza o la religión, entre 2013 y 2018 apuntó a los jóvenes, sobre todo a los hombres, siguiendo el hilo del estudio, sostenido además por una investigación de 2019 en The Lancet.
Esta encontró el año pasado que las muertes policiales de hombres negros desarmados se asociaron con un incremento de problemas de salud mental en el estado donde ocurrió el hecho, con dolencias tales como la depresión, el estrés o un miedo constante. Males y miedos fomentados también por las muertes de Atatiana Jefferson de 28 años (en 2019), Botham Jean de 26 años (2018) y Philando Castile de 32 años (2016).
Los tres fallecieron por disparos de guardias de la ley. A Jefferson, estudiante de medicina, un agente le disparó en su habitación, después de que un vecino avisara de que su puerta estaba abierta. Igual, en casa, murió Jean por una policía fuera de servicio que había entrado en su piso pensando que era el suyo y que Jean, sin armas, era un ladrón. Castile murió con su novia como testigo, durante una infracción de tráfico. Por más que llevara un arma en el vehículo, el agente que lo paró, disparó a Castile con la sospecha infundada de que iba a usarla.
En la mayor parte de los casos, escasa respuesta del sistema judicial
Hoy por hoy, el agente Derek Chauvin que puso su rodilla sobre el cuello de George Floyd está detenido y acusado “de homicidio en tercer grado”. A ojos de la justicia un asesinato sin intención de serlo. Pese a la celeridad de esta medida, “la vez que más rápido hemos acusado a un agente de policía”, en declaraciones del fiscal Mike Freeman, las acusaciones contra los policías implicados no superan esta pena de Minnesota y en muchas ocasiones dependen de videos que pasan a la opinión pública.
Si no se hubiera encontrado a un tercer sospechoso y autor del video del tiroteo de Ahmaud Arbery, sus responsables principales no hubieran sido arrestados 74 días después. Por el contrario, aún con material audiovisual en Facebook Live, el jurado sobre Philando Castile declaró inocente de homicidio de segundo grado al policía que le disparó.
Hasta ahora, una de las condenas más sonadas es la que rodea a la muerte de Walter Scott, afroamericano de 50 años que en 2015 recibió tres balas en la espalda, al huir de un agente que lo había detenido por tener una luz rota en su vehículo. Dos años después, y luego de que el responsable se señalara culpable, la Justicia le impuso 20 años de prisión federal por asesinato de segundo grado.
No obstante, estas valoraciones o inicios de pesquisas no resaltan que los policías son blancos, por lo que sus violencias no destacan como racistas, cuando familiares y movimientos como ‘Black Lives Matter’ lo defienden así. Quienes conocían a Chauvin hablan de su tendencia racista y ese halo rodea los casos más fuertes de Freddie Gray (2015), Tamir Rice (2014), Michael Brown (2014), Eric Garner (2014) y Trayvon Martin (2012).
Con 25 años y de Baltimore (Maryland), Gray siguió de la mano a Scott, apenas una semana después. Arrestado por portar una navaja en el bolsillo, fue arrastrado a una camioneta y terminó con una lesión medular severa que le condenó a muerte, pese a advertir su dolor inicial a gritos. La investigación policial concluyó que su lesión ocurrió en la furgoneta, pero de los seis agentes involucrados, tres terminaron siendo declarados inocentes y otros tres nunca fueron juzgados.
Sobre las muertes de Rice, Brown y Martin hay aún mucho dolor por su juventud, con 12, 18 y 17 años en cada caso. Todos recibieron disparos, solo cambia el destino: Rice porque jugaba con una pistola plástica en Cleveland (Ohio); Brown en un altercado en Ferguson (Missouri), que fue una de las luchas de ‘Black Lives Matter’ porque supuestamente habría alzado las manos y habría pedido a la policía no recibir disparos, rindiéndose, lo que no supuso condena por discriminación racial o empleo de la fuerza excesiva; mientras que Martin, estudiante de secundaria, visitaba a familiares en una comunidad de Sanford (Florida) cuando un agente de vigilancia le quitó la vida “en defensa propia”.
La muerte de Martin fue detonante de la creación del movimiento ‘Black Lives Matter’, para reivindicar que las vidas de los negros importan tanto como cualquier otra. Incluso en detenciones o bajo custodia en pleno 2020, escenarios habituales de estos casos, aun cuando así no lo desea Obama. Y muchos se repiten hasta en oraciones como la de “no puedo respirar”. Porque esas mismas palabras de Floyd, las pronunció hace seis años Eric Garner de 43, asfixiado luego de ser arrestado con la suposición de que vendía ilegalmente cigarrillos sueltos.
Solo cinco años después, el agente responsable, blanco, fue despedido de su cargo en el Departamento de la Policía de Nueva York. Cuando esa técnica de "estrangulamiento" era como hoy prohibida, pero según 'The New York Times' se sigue usando en Minneapolis, donde murió George Floyd, bajo otros nombres. Especialmente más en contra de afroamericanos que en contra de otros grupos.
*Texto por: Janira Gómez Muñoz | Video por: Daniela Blandón Ramírez FRANCE 24