Con el peso de la pobreza encima, el patriarca Odebrecht, Emil, pisó tierra americana a mediados del siglo XIX. Llegaba de Prusia y la amazónica en el Brasil fue su punto de llegada, se instaló en Santa Catarina, en el Valle de Itajaí. Llegaba con la ética protestante como rectora para asentar una familia y ganarse la vida. Un legado efímero que solo respetó su nieto, también Emilio, cuando en 1923 fundó Emilio Odebretcht & Cia, una empresa de hormigón armado en el noreste brasileño, en Salvador de Bahía, donde se estrenó con la construcción de edificaciones en el período entre guerras.
Con la II Guerra Mundial llegó la escasez de materiales provenientes de Europa y la crisis forzó al primogénito Oderbrecht a dejar el negocio. En 1941 su hijo Norberto tomó las riendas en medio de las deudas pero con su vigor hizo de albañil, herrero y carpintero rodeado de los empleados que sobrevivieron la quiebra, en su mayoría negros del nordeste brasileño.
Con experiencia y el diploma de ingeniería civil del Instituto Politécnico de Bahía, Norberto vio la oportunidad de expandir sus negocios por toda la región y entre 1946 y 1948, tuvo los primeros contratos con el gobierno. Entonces la llave fue la eficiencia reduciendo el tiempo de construcción de tres años a menos de uno, pero rápidamente entendió que la fórmula era otra cuando el dictador militar Getulio Vargas le encargó la construcción del oleoducto Catu-Candeias en su natal Bahía en 1953. Había nacido la empresa estatal de petróleos brasileña Petrobras y con esta un matrimonio con la Constructora Norberto Odebrecht S.A. que le dio toda la riqueza pero que terminó destruyendo su mega emporio de construcción con tentáculos en toda America Latina. La Operación Java Jato empezó precisamente con Petrobras.
Pronto Norberto Oderbrecht descifró la importancia de los vínculos con el poder y los militares fueron su escuela para acceder a los contratos estatales. Construyó fuertes lazos con el general Ernesto Geisel, primer director general de Petrobras en la época Getulio Vargas, quien llega a la Presidencia en 1974 dentro del periodo de la dictadura militar que comienza con el golpe de 1964 y dura veinte años. Las coimas entraron desde entonces a formar parte del ADN de Norberto Oderbrecht S.A.
Para 1973 la empresa tenía ya más de quinientas obras de ingeniería en su historial y con el impulso de los contratos en la dictadura de Geisel, dió en 1979 el salto a la internacionalización. Empezó en Perú -hoy centro del escándalo de corrupción después de Brasil- y en Chile, con la construcción de hidroeléctricas. En 1985, a través del holding Odebrecht S.A las obras en el exterior representaban alrededor de un 30 % de sus contratos. El primer contrato que obtuvo en Colombia fue en 1995, en el gobierno de Ernesto Samper, para construir la vía férrea entre la mina de carbón La Loma y Santa Marta.
Norberto Odebrecht combinaba la utilización de los medios lícitos e ilícitos para ganar contratos con un discurso de ética empresarial construido sobre los valores luteranos de su bisabuelo que dejó signado en los cinco libros que escribió. El modelo TEO (Tecnología Empresarial Oderbrecht) centra el espíritu empresarial en la delegación, el liderazgo, la educación a través del trabajo y la comunicación lo volvió un estilo de vida, según palabras de su hijo Emilio Odebrecht quién heredó la presidencia de la compañía y que manejó desde el 2001 durante diez años, para luego pasar al Consejo de administración sin funciones administrativas directas. Cargo desde el cual fue cómplice con las actuaciones delictivas de su hijo. A sus 71 años, desde diciembre del 2016, paga una condena de cuatro años de prisión domiciliaria semi-abierta por su colaboración con la justicia.
Los elogios empresariales no faltaron. En 2001 la revista norteamericana ENR (Engineering News Record) la nombró la número 1 del mundo en la construcción internacional de plantas hidroeléctricas. En 2004 fue elegida como la Mejor Empresa de Ingeniería de América Latina por la revista Global Finance. La escuela de negocios suiza IMD (International Institute for Management Development), la ubicó en el 2010 como la mejor empresa familiar del mundo. En 2013 Harvard escribió un caso de estudio sobre multinacionales en mercados emergentes, donde alabó su particular práctica de buena gestión, que según el artículo, evolucionó como reacción a las oportunidades de los mercados internacionales y a un buen manejo de relaciones con instituciones locales y extranjeras. La consultora estadounidense McKinsey, publicó en 2014 una entrevista muy elogiosa con Emilio Odebrecht: “Los principios y valores han ayudado a prosperar este conglomerado familiar brasilero”. Odebrecht lideró varios años los rankings de las mayores empresas en Brasil y Latinoamérica, y fue premiada en 10 oportunidades consecutivas como la compañía más admirada de Brasil por la revista Carta Capital. Hoy la cúpula de la compañía durante los últimos diez años está judicializada, la mayoría de ellos colaborando con la investigación de la Operación Java Jato para intentar disminuir el tiempo en la cárcel.
La estrategia de comunicación muy cuidada por los Oderbrecht terminó tapando la caldera de corrupción que hervía en las oficinas de la constructora en el Brasil funcional a la multiplicación de contratos que conseguían. Desde 1980 se creó la División de Operaciones Estructuradas, oficina desde donde se coordinaba la estrategia de sobornos disfrazada como aportes a campañas políticas y altos funcionarios, con presupuesto y contabilidad autónoma. En 1994 en el gobierno de Itamar Franco, Oderbrecht enfrentó el primer debate en el congreso del Brasil por coimas para conseguir contratos, pero no pasó a mayores.
El turno para Marcelo, el nieto preferido del abuelo Norberto le llegó en 2009. Hijo de Emilio, graduado en ingeniería civil de la Universidad Federal de Bahía, con 41 años de edad toma las tiendas del emporio. Con la máquina de corrupción a tope llegaron los grandes resultados y números inverosímiles: en cuatro años multiplicó por diez las ventas anuales, que pasaron de 4.950 millones de dólares a 49.893 millones para el 2012 según América Economía, convirtiendo el holding en el mayor empleador privado de Brasil.
La familia Odebrecht, propietaria de casi el 60 % de las acciones de la compañía, ocupaba en el 2014 el octavo puesto en el ranking de riqueza brasilera según Forbes. Para el 2015 operaba en 26 países, con el 70 % de su facturación procedente de negocios fuera de Brasil, empleaba más de 128 mil personas y sus ingresos anuales estaban por encima de los 43 mil millones de dólares con doce líneas de negocio: petroquímico y agroindustrial, ingeniería y construcción, crudo y gas, ambiental y saneamiento, transporte e infraestructura logística, hasta el inmobiliario, naval y defensa. Cada rubro tiene gobierno propio y autosuficiencia financiera y operacional.
Las conexiones políticas y el manejo de una gran caudal en efectivo por los directivos de Oderbrecht le permitieron a Marcelo, mostrar grandes resultados: ganaron los contratos para la obra de los estadios de la Copa del Mundo y los Juegos Olímpicos en 2016 en el Brasil; seis centrales hidroeléctricas (en Ecuador, Perú, Angola y República Dominicana); un gasoducto en Argentina; varias autopistas en Mozambique; los sistemas de tren ligero en Venezuela y un puerto en Cuba, todas éstas adjudicaciones en la lupa de las investigaciones. Según el Centro de Estudios de Competitividad Internacional Cyntia Calixto, la firma ha contado con recursos financieros del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES), con tasas de interés por debajo del mercado, gracias al mismo método empleado para ganar licitaciones.
Marcelo Oderbrecht no había cumplido 50 años, volando en su jet privado de país en país a cumplir citas con presidentes, en el tope del éxito y la fama cuando estalló el emporio. Nada detuvo a los jueces de la Operación Java Jato, halaron la pita y llegaron hasta el Presidente de la mega compañía: el 19 de junio de 2015 fue arrestado en Brasil, y condenado a cerca de veinte años de prisión por los crímenes de corrupción, lavado de dinero y conformación de integración de una banda criminal que paga en una celda en el edificio de la policía en Curitiba
Las sospechas de la Operación Java Jato comenzaron en el mismo punto donde su abuelo Norberto, hace 70 años encontró la clave para crecer corrompiendo el poder: Petrobas. La Fiscalía brasilera señaló que la trama involucra más de USD 2 mil millones en sobornos pagados para obtener contratos de la petrolera estatal.
El poder regresó a las manos de Emilio Odebrecht, el padre de 71 años, quien el diciembre previó a la detención de su hijo Marcelo, celebró los resultados empresariales con una monumental fiesta en la casa en el condominio familiar de Morumbi en Sao Paulo. La justicia lo condenó en diciembre del 2016 a cuatro años de prisión domiciliaria semiabierta (puede trabajar fuera de la casa durante el día). Oderbrecht pagará una multa de US$ 2.5 mil millones de dólares a las autoridades de Brasil, Estados Unidos y Suiza, durante los próximos 23 años. La liquidación de activos para financiar el pago ya comenzó mientras las delaciones siguen enviando gobernantes y funcionaros latinoamericanos a las cárceles, como si se tratara de un dinero maldito.