En pequeños y grandes lugares, en sitios de corta y larga visibilidad, han existido acciones que más allá de su trascendencia en la historia, han generado más frustraciones que satisfacciones, más amarguras que complacencias, todo alrededor de los discursos de cambio y renovación.
Lamentablemente, estos infortunios se producen, principal pero no únicamente, por dos razones fundamentales a las cuales quisiera referirme. En primer lugar, por la constante y perturbante avaricia del hombre, siempre complacido por la satisfacción de sus propios intereses y que de manera despreciable ha sido justificado con la “naturalización” de estos actos deleznables. En segundo, por la burda planificación de los verdaderos cambios.
El cambio no es y nunca será una “iluminación” ni debe ser una ventana de oportunidad para dar un salto político, generando discursos emotivos y sensibles, sin ningún tipo de confiabilidad. Además, lo más llamativo es que las personas que dicen ser abanderadas de estas variaciones políticas son personajes de antaño que por insatisfacciones individuales deciden ser los adalides de la renovación. Y no, no es así.
Por otro lado, estos mal llamados cambios que generan un deplorable “salto al vacío” son los que directamente permiten desprestigiar las verdaderas convicciones de líderes con capacidades de hacerlo posible; personas que se sienten motivadas por darle un rumbo distinto a las cosas, pero que además de eso han sido responsables y consecuentes en la manera de hacerlo posible.
Es por esta razón que me parece llamativo el fenómeno que se está produciendo en el municipio de Morales (Cauca) relacionado con un considerable grupo denominado “Jóvenes por el cambio”, integrado por personas de distintas áreas del saber, con un compromiso verdadero por su comunidad, adelantando procesos sociales y políticos, consecuentes con sus principios.
Este grupo, liderado por Manuel Alejandro Velasco, un joven oriundo del municipio, el cual desde el momento que tuve la fortuna de conocer ha manifestado su intención de ser alcalde de su municipio, y de quien no tengo dudas, ha trabajo de manera comprometida y perseverante, tanto en la academia como por fuera de ella para formarse y ser lo que siempre ha querido ser.
En el ámbito social, Manuel ha impactado en su municipio en acciones que conllevan al buen vivir de los moralenses: desde campañas de conservación ambiental hasta acciones de trabajo comunitario por el mejoramiento de espacios públicos. Así mismo, en la dimensión política se ha empeñado en defender el buen manejo de recursos, liderando campañas como la de Colombia Humana en la contienda presidencial del año pasado, al igual que en un trabajo comprometido por los siete sí de la consulta anticorrupción.
No es sorprendente entonces que “los mismos de siempre”, esos que permanecen y se perpetúan en el sector público, se sorprendan y sientan temor ante tremendo proceso. ¿Cómo no van a estar temblando los personajes que siempre han estado en la esfera pública de Morales? ¿Cómo no van a querer desprestigiar a un joven comprometido y que sabe hacer las cosas como deben ser? ¿Cómo no van a defender sus puestos y sus contratos si de ellos han vivido siempre?
Es así como el municipio de Morales tiene una oportunidad nunca antes vista, una de apostarle a un necesario cambio y una viable renovación, pero, como lo destaco, un cambio que se sustenta en su responsabilidad y razonabilidad, en su capacidad de hacerlo posible.