En Caracas, los pasados 20 y 21 de julio, se reunieron 100 delegaciones ministeriales del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), y lo hicieron, no con Juan Guaidó, un personaje gris, desconocido en el mundo, salvo en los pasillos de la CIA, quien fue elegido y posesionado como presidente interino de nuestro vecino país en una cualquiera de las fondas esquineras de Caracas.
No, esas delegaciones se reunieron con Nicolás Maduro Moros, presidente constitucional elegido por seis millones 190 mil venezolanos, en unos comicios en los que la sumatoria de los votos de los cuatro candidatos de la oposición solo fue dos millones 877 mil.
Es de destacar que la Venezuela de Donald Trump y Juan Guaidó está aislada de la comunidad internacional. Esto no pasa en la Venezuela real, la que viene ejerciendo la presidencia del MNOAL desde 2016, la que hace parte del Consejo de Seguridad de la ONU y hará parte del Consejo de Derechos Humanos de la misma organización. Esa Venezuela real, durante los días 24 al 28 de julio, fue sede del XXV Foro de Sao Paulo, el evento más destacado de las organizaciones y personalidades progresistas del mundo. Lamentablemente, estos dos eventos no pudieron ser presenciados por quienes viven en la Venezuela de Trump. Sinceramente, lo sentimos.
El Movimiento de Países no Alineados nació en tiempos de la guerra fría, concepto referido a las relaciones que quedaron entre Estados Unidos y la URSS al finalizar la Segunda Guerra Mundial, siempre al borde de una nueva guerra. Con el paso del tiempo, y ante el desplome del bloque soviético, los no alineados quedaron libres del criterio de neutralidad ante estos dos bloques, lo cual les permitió reorientarse hacia la conquista de sus demás propósitos fundacionales, así como los dispuestos en sus cumbres posteriores.
En esta reunión ministerial de Caracas, los países asistentes se pronunciaron de manera rotunda a favor de la descolonización de Puerto Rico, el apoyo a las luchas del pueblo palestino y contra el bloqueo de Estados Unidos a Cuba. Con respecto a Venezuela, las resoluciones aprobadas fueron enfáticas en el respaldo al gobierno de Nicolás Maduro y la condena a las medidas coercitivas y extraterritoriales de Trump, en cuanto amenazan la soberanía de este país y la calidad de vida de sus habitantes, además de manifestar su rechazo a “cualquier intento de cambiar por modos no constitucionales al gobierno de Venezuela”.
En síntesis, esta Venezuela, tan distinta de la que agrede el imperio, puede hacer ostentación de su reconocimiento internacional, lo que la hace digna del mayor respaldo y solidaridad de todos los pueblos del mundo.