Los países centroaméricanos se están quedando sin jóvenes. Cada día ingresan a los Estados Unidos cientos de niños y jóvenes por la frontera sur de forma ilegal , arriesgando sus vidas, mientras recorren miles de kilómetros en buses destartalados o en camiones, ocultos entre bodegas mimetizadas o a través de caminos huyéndole a la implacable policía de frontera de los Estados Unidos.
Es evidente que son niños sin padres, sin ningún futuro en sus países o simplemente huyen de la violencia atroz de las pandillas que se han enquistado en las comunas de las ciudades de los países centroamericanos, especialmente de Honduras, Guatemala, y el Salvador.
Las fuentes carcelarias de Texas han indicado que los centros de detención de inmigrantes están saturados y no hay forma de recibir más niños , por ello se han visto en la obligación de enviarlos a otros estados como California en un desenlace que aún no se conoce por cuanto ha sido una avalancha no esperada y que además significa el poco control que se está ejerciendo en la frontera.
No hay mayor solución que Estados Unidos apoye a estos países en crisis económica y social y brindarles mayor asistencia en recursos para programas de educación y empleo que fomenten la permanencia de los jóvenes en sus países. Si esto continúa, el colapso será mayor y ya no habrá quien controle la migración infantil y juvenil con grandes y desastrosas consecuencias.