Escribe Foucault en Microfísica del poder: “A los movimientos populares se les ha presentado como producidos por el hambre, los impuestos, el desempleo; nunca como una lucha por el poder, como si las masas pudieran soñar con comer bien, pero no con ejercer el poder”.
Los nadies de Petro sueñan con gobernar, pero no les contestan el teléfono.
Encienden a diario la televisón para ver los anuncios de nombramientos y se encuentran con que solo se requiere ser vecinos de la primera dama, amigos del principal senador o de los contradictores que ahora con el eufemismo de “lograr gobernabilidad” hacen parte de la extorsión política normalizada.
A los nadies de Petro, en cambio, les piden experiencia y doctorados para ocupar cargos. Experiencia que no tienen, porque nunca han sido poder. Doctorados que no tienen porque a lo sumo, con todas las desventajas acumulativas en su contra, unos pocos han podido llegar a maestría.
Los nadies de Petro llevan 12 años juntando de sus propios recursos para comprar sus camisetas, organizar eventos, promocionar al candidato “compañero” y tener sencillas sedes, que en algunos municipios de Antioquia no fueron posibles porque a los nadies no les alquilan espacios para el comunismo.
Los nadies de Petro se siguen reuniendo para ver si hay noticias desde Bogotá y se dan ánimos con plazos que nunca se cumplen. Solo va una semana de gobierno, hay que esperar. Solo van dos meses, solo van 4 meses... bueno, en el 2022 no fue, en el 2023 seguro alguien nos llamará.
Los nadies de Petro deben convocar grupos numerosos, “significativos” para que puedan ser visitados por los influencers y avales negociados que impusieron desde Bogotá en las listas y que ahora son senadores y representantes a la Cámara. Desconocidos, ajenos a la comunidad.
Los nadies reciben amenazas y burlas por todo Antioquia y el país, de la misma forma que en campaña, porque esa parte de la derecha fascista que abunda en las regiones sabe que los nadies siguen siendo eso: nadies, sin respaldo, ni conexión alguna con el Estado.
Así las cosas, el peligro de no obtener poder local y aterrizar en lo local todo aquello que se quiere para el país es mucho, por no decir total. A menos de un año de las elecciones regionales, no hay un vínculo entre el gobierno nacional y la base que lo eligió. No hay reglas claras de la conformación de listas y selección de candidatos. Las comunidades que respaldan los liderazgos del Pacto Histórico en las regiones no ven en estos posibilidades de escalar sus problemas y necesidades.
Sin recursos y sin representación de gobierno, la mayoría, llevada por el desánimo y el desgaste de estos 12 años, desistirá del activismo. Otros tantos serán cooptados por los de siempre: liberales, conservadores, verdes e “independientes” que llegaron en paracaídas y tienen ministerios, embajadas y grandes instituciones, y citan a líderes prometiendo dinero para las campañas, apoyo y cargos representativos en el gobierno.
El efecto es simple de prever. El sistema tiene sus formas de eternizarse. Sin lo local y sin el apoyo de las bases abandonadas, un nuevo gobierno progresista tardará décadas en tener posibilidades de ser elegido. Además, las reformas que hoy aplaudimos, otro gobierno las quitará por la misma vía y la historia se repetirá. Si los catalanes, los roy, los benedettis y demás asesores de Petro no se lo dicen, es porque ellos siempre ganan, gobierne quien gobierne. Y la masa, los nadies, siempre pierden, aunque ganen.
Las mirriadas manifestaciones de apoyo al gobierno fueron una alerta de la debilidad que tiene este con las bases; debilidad causada por la abrupta rotura entre el Estado y los que desde las regiones han soportado el peso de la discriminación, el matoneo, las amenazas, la muerte y la pobreza a causa de la defensa de un candidato y ahora de un gobierno progresista.
Ahora, después de tantas luchas de décadas, son tratados de lagartos por aquellos que vinieron y vendrán por votos, y por aquellos que no entienden que la masa también sueña con gobernarse, trabajar en las transformaciones por las que tanto batalló y el empoderamiento que merece. En la lógica política, las reivindicaciones no llegarán. El poder tiene sus formas, los ciclos tienen su inercia y nadie se atreverá a truncarlos, porque esto implicaría la deconstrucción del sistema por el mismo sistema.