Ocultar los murales y los grafitis con pintura gris plomo en Cali resultó ser peor a sus protervos intereses: lo único que logró "la gente de bien" fue que se triplicaran en la ciudad. Masivas brigadas de jóvenes replicaron los mensajes borrados con gris plomo que fueron reemplazados con otros de mejor calidad artística. Mis mayores tenían un aforismo muy aplicado a esta situación: "el que no quiere caldo se le dan dos tazas".
¿Pero qué genera los espacios que dan cabida a los grafitis y murales con mensajes alusivos al paro? El caótico desarrollo urbano de las ciudades ha generado la obsesiva manía de querer aislarse. Lo anterior se hace al construir altos muros de cerramiento que confinan a sus propietarios o usuarios de instituciones, satisfaciendo así el íntimo deseo de aislarse del mundo exterior.
El reiterado fenómeno se da en edificaciones privadas y en edificaciones institucionales, cuyos muros, para mayor seguridad, son rematados con concertinas en la parte superior, que impiden ser vulnerados, pero a la vez obtienen la privación de disfrutar las fachadas y los ambientes interiores que se ven limitados por la inmensidad de los muros.
Uno de los motivos que se argumenta para su construcción es la búsqueda de "seguridad". Este hecho ha dejado como resultado grandes superficies de muros proclives a ser invadidas con mensajes alegóricos a las dinámicas de las causas que hoy se ventilan en las protestas, unidas al paro indefinido.
Paralelo a lo anterior, los muros son tomados también por los habitantes de la calle, en todo su desarrollo longitudinal. Los indigentes sienten que el muro les proporciona seguridad, protección, límite físico y visual para dar rienda suelta al consumo de sustancias psicoactivas.
Al existir tantos muros que fungen como cerramiento de inmuebles donde se realizan actividades comerciales e institucionales, tales como universidades, talleres de mecánica, parqueaderos, lotes de engorde, obras en construcción, colegios, clínicas y una que otra vivienda privada, nacen sobre ellos los graffitis o los murales coloridos con motivos alusivos a las protestas.
Muchos argumentan que los mensajes ensucian la ciudad y que fomentan odios, además de que "los vándalos" se tomaron la urbe. También argumentan que lo anterior "afea" la ciudad, sin pensar que lo que verdaderamente afea son los más de cien asesinatos de jóvenes acaecidos por la atroz represión durante los días del paro.
¡Que vivan los murales! Ningún color es feo per se, lo que sí suele suceder es que no haya armonía o sinfonía en su combinación. El gusto por los colores son enteramente subjetivos, pero los estereotipos impuestos por la moda dominan el espectro y sugieren lo supuestamente ideal; aunque también existen los principios básicos y teóricos en cuanto al manejo del color. Los colores de los murales engalanan la naturaleza muerta del color gris plomo, que nos ofrece "la gente de bien".
Cuando una tarde o una mañana es triste y desolada decimos que es un día gris. El gris se asimila con la tristeza y la desolación. El gris plomo o gris basalto con el cual cubrieron de facto las superficies de los muros, que contenían coloridos mensajes alusivos al paro, es de una frialdad que asemeja a naturaleza muerta. No por ser gris la superficie, sino por convertirla en un plano monocolor que cubre de monotonía el ambiente.
La tristeza del gris plomo con que cubrieron los coloridos mensajes del paro se asimila a la pólvora que contiene la bala que promete la cofradía de la "gente de bien" a los manifestantes. El gris plomo que contrasta con los vivos colores de los mensajes de los jóvenes no iba a ser perenne. Ello tendrían fecha de vencimiento, de acuerdo a la dinámica de los hechos.
El viejo aforismo "la pared y la muralla es el papel del canalla" cambia cuando sobre ellas lo que se escribe es un grafiti o una pintura multicolor, que deja un mensaje alegórico a la paz y en él subyace alegría, esperanza o también dirigido a la preservación del medio ambiente.
"No te las busques no tales bosques" decía un grafiti en la pared del barrio El Peñón, el cual fue borrado de un plumazo por la irracionalidad adjudicada al color gris plomo, que las cartas de colores de Pintuco describen como gris basalto. Aparte de buscar una similitud con el color natural del concreto visto, lo que se busca precisamente es humillar la iniciativa de los jóvenes que con tanto ahínco han hecho de estos planos un sitio para dejar sentado su justificado inconformismo. Lo anterior es matar al mensajero en lugar de reflexionar sobre el mensaje.
O mejor, como decía mi santa y sabia abuela, Petrona Oliveros de Peña, que murió de 106 años: "Dejen de buscar el muerto aguas arriba carajo". Ella lo decía cuando no se buscan las verdaderas causas que ocasionan los hechos, sino cuando se ahogan en el fatuo negacionismo.