En la noche del 25 de noviembre de 2019 Dilan Cruz de 18 años murió. Su reclamo, como el de muchos jóvenes, era por el derecho a la educación. Un derecho que para muchos es un sueño inalcanzable en un país preso por la desigualdad y la violencia. Lo que pasó con Dilan es una muestra más de todo lo que está mal en Colombia, el cinismo de nuestros dirigentes, la indiferencia de nuestros conciudadanos y la eterna culpabilización de quien fue una víctima que nunca debió ser. A pesar de que pasan los años, pareciera que los reclamos y los muertos son los mismos, pero con diferentes nombres: Jaime Acosta, Nicolás Neira, Dilan Cruz...
Los males de nuestro país y nuestros reclamos eternos parecen haberse estancado en el tiempo. Hay momentos en que Colombia es como aquella Macondo abstraída de los sueños, donde todo pasa, pero nada sucede. Vivimos en una burbuja donde nos pintan que todo está bien siempre y cuando no alcemos la voz y nos dejemos pisotear por quienes siempre han tenido el poder. Y cuando alzamos la voz nos pisan y nos matan porque intentamos romper la burbuja que con tanto empeño han creado. Aun así, todo llega a su final, nuestra voz se escucha más que nunca y sus zapatos no alcanzaran para pisarnos.
Mi generación, la de los nacidos en los 90 y principios del 2000 nos caracterizamos (bajo mi parecer), por creer que la transformación de nuestra Colombia es posible. Creemos firmemente que con suficiente empeño podremos romper la burbuja que nos han creado. Hemos sido derrotados, en 2016 cuando ganó un no con miedo y falsas amenazas, en 2018 cuando en lugar de avanzar en la senda del cambio retrocedimos a la política de la guerra. Sin embargo, seguimos creyendo que podemos cambiar nuestro país y que tarde o temprano llegará nuestro momento.
En 2019 puede que también seamos vencidos, porque acostumbrarse a la derrota es la mejor forma de repetirla. Pero la derrota ya no es una opción. No lo es ante el abuso y el autoritarismo, no lo es ante la desgracia y la muerte. La derrota no es una opción porque uno de nosotros ya no está, y pudo haber sido cualquiera.
Las emociones nos pueden obnubilar y hacernos perder el camino, la rabia y la tristeza nos pueden hacer sentir que la única vía para entendernos de igual a igual con el Estado es la violencia. No obstante, la derrota está en ser igual a ellos, la derrota está en darles la razón mostrando que la violencia histórica de nuestro país es el camino. La derrota está francamente en igualarnos a su política de muerte y destrucción.
La victoria final será mostrar que los violentos son ellos y que el cambio en nuestra sociedad es posible. No podemos desfallecer hasta que lo que para algunos es el sueño de estudiar, se convierta en un derecho. El paro sigue y los días pasaran, no dejemos que este momento se acabe en vano y transformémoslo en un hito en la historia de nuestro país, el momento en que salimos de Macondo y las cosas cambiaron. El momento en que paramos para dar un paso al frente. Hagámoslo por Dilan y por todos los que soñamos con un país más equitativo. Hagámoslo para que la tragedia no sea cotidiana nunca más.