Se dice que la unión hace la fuerza, pero actualmente esa frase no aplica para el gremio motero. Por un lado, están las empresas que importan, comercializan y venden todo tipo de motocicletas, donde la facilidad de créditos y la ridícula formación vial que tenemos es la mezcla perfecta para enviar a las vías kamikazes que entran a una larga lista de heridos, mutilados y muertos.
Siguen las autoridades locales que toman estas estadísticas para satanizar e implementar medidas nefastas para el resto de motociclistas que no tiene sus motos como un lujo sino como la más necesaria herramienta de trabajo.
Siguen los otros actores viales, esos que basan su indignación con nosotros por medio de reproches y constantes enfrentamientos con alto grado de violencia, basándose en situaciones que se deberían consideran normales, por ser incidentes viales o choques simples, que para nada terminan siendo simples.
Y por último, nosotros, los más de 6 millones de motociclistas que rodamos sin dios ni ley, promulgando respeto por nuestra pasión, pero dejándonos llevar por la imprudencia y las maniobras que no solo ponen en riesgo nuestra vida, también aquellos que comparten la vía con nosotros.
Tengo claro que normas como la placa en el casco, no llevar visera oscura, ir con acompañante por el carril lento o simplemente prohibir llevarlo durante algunos horarios, entre otras, son medidas tomadas por eruditos del transporte que nunca se han subido a una motocicleta o si lo hacen es para buscar apoyo de los posibles electores para que dichas normas se confundan con reglas de buena convivencia vial.
Y no dejar de lado nuestros lideres, que pueden ser unos pocos o muchos como actualmente se da en cada rincón del país, los cuales con egocentrismos pendejos y formas muy radicales de sensibilizar o de atacar una norma se hacen notar en el espectro vial.
Somos muchos, una fuerza con poder de decisión, pero para poder alcanzar el respeto que exigimos debemos esforzarnos por demostrar que lo merecemos.
Las leyes que nos rigen buscan fortalecer nuestros parámetros de convivencia, algunas son totalmente trogloditas, nefastas y difíciles de cumplir, pero si lo hiciéramos, podríamos demostrar con argumentos y estadísticas reales que no contribuyen en nada a la cultura vial que se nos exige, por ende podríamos hacer que estas fueran derogadas.
¿Cuántos muertos debemos poner?, ¿cuántos comparendos e inmovilizaciones debemos recibir para que nos sigan oprimiendo y aquellos que trabajan y viven de una motocicleta se vean expuestos a incurrir en acciones no legales para evitar una multa o simplemente en medio del desespero terminar quemando su única fuente de ingresos?
Somos muchos, hasta con el poder de subir un presidente, pero de nada sirve si seguimos criticando normas o leyes incumpliéndolas. #Piénsenlo