Los motivos del imperialismo

Los motivos del imperialismo

Una mirada a raíz de las recientes tensiones entre Estados Unidos e Irán

Por: Carlos Roberto Támara Gómez
enero 07, 2020
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Los motivos del imperialismo
Foto: Twitter @realDonaldTrump

Ayer, en un comentario a la columna en el New York Times de Paul Krugman, leí a un ciudadano norteamericano que consideraba plausible que las venganzas prometidas por los iraníes, y que seguramente van a ocurrir, tras el asesinato de su capitán Suleimani, debían dirigirse contra las propiedades de Donald Trump, pues sencillamente aquella decisión había sido omnímoda de él y de nadie más, sin consultar al pueblo norteamericano representado en su Congreso.

En realidad, no se colige cómo ese ciudadano podía estar diciendolo seriamente, si el contenido vertido por Krugman decía que Trump representaba el pueblo norteamericano que lo había elegido. Pelosi misma ha dicho que la Cámara, dominada por los demócratas, legislará para cortar las atribuciones de Trump sobre llevarlos a una guerra; y la candidata Warren demócrata también ha estado sosteniendo que Trump le ha bailado el perrito a los iraníes para meter a los Estados Unidos en guerra y salvarse del impeachment, proceso político judicial, que ya casi cursa en el Senado.

Entonces, qué es lo que está pasando en la democracia del mundo pues yo podría estar diciendo lo mismo del señor Duque, pero no veo que el Congreso haya tomado cartas en el asunto referido a la voluntad omnímoda que ha estado mostrando llevándose a los comerciantes por delante —y casi las ventas de diciembre— por su tozudez, de no atender los reclamos del paro.

Pero como algo va de Estados Unidos a Colombia debe abrirse una soberbia explicación.

Poniendo lo puntos sobre las íes, en realidad debe aceptarse que el reclamo del ciudadano tras el artículo de Krugman es poco menos que un acto de desesperación. El tipo está mucho más que estupefacto. Y podría decirse, acá entre nos, que está cagado del susto. Sin embargo, su planteamiento es de una claridad, de una lucidez, tan meridiana que surge como surrealista. Él está en su legítimo derecho de seguir defendiendo su país más allá de las supuestas locuras de un presidente que, según mi perorata, está pasando de histrión a clown con toda la carga de amargura y tragedia que pueden traer estos últimos según la cognitiva, no según la literatura.

Si el tipo está asustado tiene razón para ello. No es sino asomarse a las tenebrosas historias de Las mil y una noches para saber qué clase de imaginación agresiva y violenta puede acompañar a un visir o a un rey con ascendencia del sultán Shahriar o entornos parecidos. Cualquiera puede imaginar que Sherezade debía orinarse cuando llegaba la última noche cada vez. Que no aparezca haciéndolo en ninguna página —no recuerdo— se debe a una trama de la literatura de heroínas… y a una vieja tradición homérica.

¿Pero cómo es que se ha llegado a esto? No, no vengamos con el cuento de la situación de Irán, Irak, Israel, etc. Es un cuento tan manido que ya huele a cacho.

Trump hace eso sí y solo sí porque está al frente de un Imperio y cree que puede hacerlo en base del poder subyacente a esa denominación y a esa historia. Independientemente de ser un clown. Lo que pasa es que ser un clown agrava la situación. El clown maneja una depresión letal y, lo peor, invisible. Incluso podría hacer reír a algunos con su instilada amargura.

Ahora bien, la opción que propone el ciudadano es impresionantemente astuta y, yo diría estupenda. Así como el pueblo norteamericano podría estar aplaudiendo la muerte de —dice la prensa imperialista— un poderoso criminal, así mismo estaría de acuerdo en no ser ellos y sus patrimonios los que paguen los platos rotos de un desquiciado. Una buena decisión política de los iraníes sería ir contra Trump más que contra el pueblo norteamericano. Es política y geopolíticamente correcto hacerlo, y el mundo descansaría de ver que no sería una guerra.

Pero la realidad es tozuda y, a veces parece impenetrable. Por ejemplo, ¿qué tan cuerdos están del otro lado? Si lo que se buscaba era un pretexto para armar ante los ojos del mundo una bomba atómica iraní, ¿será que se encuentra cordura en semejante suposición macabra?

El mundo entero clama sobre los estragos del Cambio Climático y estos tipos nefandos están que se desbaratan y desbaratan al mundo con más amenazas nucleares.

Pero hay más. Trump ha dicho que atacará objetivos culturales y la gente que sabe de esas tropelías está gritando que amenaza a Irán con crímenes de guerra. ¡Si, Estados Unidos realizando crímenes de guerra!

¡Hasta dónde llega un clown!

Si el neoliberalismo hubiera soñado que su invento ideológico, disfrazado de teoría económica, nos iba a llevar a este punto estoy seguro que hubiera recapacitado. Cuando las teorías toman su propia dinámica nadie sabe qué evolución le espera al doblar la esquina de la historia.

Krugman no menciona eso a pesar de ser economista. Krugman cree que puede estar habiendo una autonomía entre política y economía y eso subyace a su interpretación política de la realidad. Pero es indudable que lo que el ciudadano está defendiendo es su bolsillo: es su patrimonio social, identificado en la construcción social de su nación lo que el ciudadano está defendiendo al solicitar que la venganza recaiga en Trump y no sobre su país.

Y qué tiene todo esto que ver con el neoliberalismo. Pues sencillamente que ha sido esta tendencia hegemónica la que logrado trepar a semejante troglodita al frente de un Imperio. ¡Así de sencillo!

No, la realidad no es impenetrable. La realidad es vulnerable.

Es claro que ahora se nos devela la verdadera naturaleza surrealista del pensar de aquel ciudadano. La constitución y los votos capturados y la legislación electoral norteamericana están diciendo que ese y no otro es el presidente de los Estados Unidos. Ante eso, el inerme ciudadano solo es una voz en la infinitud del clamor de miles de voces, es más, de una algarabía. Su pensar parece risible e inalcanzable.

Claro, hay una esperanza. Si Pelosi tiene pulso suficiente desde la Cámara puede desmontar la guerra aunque no subsanaría el resto del daño infligido. Quizás pueda alentar con ese acto, desautorizando a Trump, el pedido del ciudadano y la venganza iraní no hiera a los ciudadanos. También cabe que el pueblo norteamericano repulse la guerra, como ya lo hizo con Vietnam.

No hay que olvidar que Ho Chi Minh tuvo razón. Los gigantes son muy vulnerables cuando atacan a los chicos. David tumbó a Goliat multiplicando la fuerza de su brazo con la velocidad centrifuga. Un exiguo ejército y un exiguo general de no más de metro con sesenta, Ngo Nguyen Giap triunfaron. Pero no es solo eso, después vino otro osado llamado Osama Bin Laden que demostró que las guerras instantáneas se ganan instantáneamente y que el territorio de los Estados Unidos no es invulnerable a la guerra.

Pero no, nos hagamos ilusiones. Mientras tanto, aun ocurriendo eso, el neoliberalismo seguirá incólume. Y vendrá otro loco, igual o peor. Estamos ante una máquina.

Existe otro peligro, ha musitado otro ciudadano también comentando a Krugman. “Si Trump pierde las elecciones próximas podría ir preso. Por lo tanto tratará por todos los medios, he dicho por todos los medios, de seguir la guerra”. Con cuatro años más sus orgías actuales fenecen.

La translocación del poder imperial en la máquina de un loco es la tragedia. He allí una muestra más de cómo una teoría neoliberal descabellada tiene al mundo cómo está. No lo digo yo, lo ha estado sosteniendo Byung Chul Han.

Tal cual, con otras enmendaduras en cuanto al tamaño de los elementos nos sucede en otros países. ¡He dicho en otros países! ¡Ejem!

Posdata urgente: cabe otra esperanza. John Bolton podría testificar ante el Senado, lo que le abre un boquete a Trump y a sus pies de barro.

Notas: el artículo de Paul Krugman se intitula Trump de intimidador falla nuevamente, los comentarios pueden leerse, más de 300, en el mismo New York Times. Yo copio los comentarios y me los traduce Google.

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