Alfredo Bateman
Economista y master en economía, Universidad Javeriana
@alfredo bateman
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En los últimos años se debe reconocer que Colombia ha logrado avanzar, aunque aun a un menor ritmo que otros países de la región, en materia de reducción de pobreza, e incluso en reducción de la desigualdad. Esas mejoras se deben en parte importante a la implementación de la política social y de programas como red unidos y otros del nivel local.
Sin embargo, el debate sigue concentrado en cual será la estrategia de salida de las familias. Es casi un consenso que la sostenibilidad de la política social pasa por insertar al grueso de la población a procesos sostenibles y permanentes de generación de ingresos. Y dicha inserción se da, en términos generales vía empleabilidad, o vía la generación de ingresos de manera autónoma, es decir, a través del emprendimiento.
El sector privado y su capacidad empresarial es fundamental para el desarrollo de cualquier ciudad o país. Obviamente ello dependerá del tipo de empresarios que la sociedad quiera promover. Al empresario shumpeteriano, creador de riqueza colectiva, o el empresario rentista, generador de ineficiencias y pérdidas sociales.
La matriz institucional de los países y el tipo de incentivos que se producen es fundamental a la hora de establecer cual de los dos tipos de empresarios será dominante. Sin embargo, si hoy se participa en uno de los múltiples eventos que sobre el emprendimiento se realizan en cualquiera de nuestras ciudades, antes de encontrar estas discusiones, un asistente desprevenido puede pensar que se equivocó de lugar y que está, más bien, en un encuentro nacional de asesores de superación personal.
El discurso acerca del emprendimiento se lo ha tomado un voluntarismo bobalicón y se han puesto de moda lo que podríamos denominar “los motivadores del emprendimiento”. A los motivadores del emprendimiento les causa fascinación las historias de éxito empresarial y se idealiza a sus protagonistas. Parece que se tratara de ponerle apellidos pomposos a la actividad emprendedora (emprendimientos dinámicos, innovadores, de valor extraordinario) y de soltar frases como que hay que pensar en grande, tener visión de largo plazo, etc.
El riesgo con los motivadores del emprendimiento es que también se han tomado las entidades públicas encargadas del fortalecimiento empresarial y la promoción del emprendimiento y han, con su visión rosa y voluntarista, sesgado las política públicas en la materia.
Hoy, parece que se deja de lado aspectos mucho más importantes como la provisión de los bienes públicos fundamentales para el quehacer empresarial, como el crédito abundante, oportuno y barato o el acceso al conocimiento y a la tecnología para poder competir en el mundo actual para el grueso del tejido empresarial y no tan solo para unos pocos privilegiados.
Es decir, más que discursos y orientar los escasos recursos a tratar de replicar las historias de Jobs o Gates en manos de unos cuantos beneficiarios, la tarea debería ser facilitar la actividad empresarial para cualquiera que la desee adelantar, que encuentren un ambiente favorable para los negocios, que para acceder a un crédito no tengan que tener contactos, que para adquirir tecnología o capacitación no predomine el discurso sobre su negocio, en definitiva, que lo importante sea el fondo (la idea) y no tan sólo la forma.