En el desarrollo del proyecto de memoria VOCES Y RÍOS QUE ESCRIBEN LA PAZ, que financia la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, Aecid, y que ejecutan el Centro de Pensamiento y Diálogo Político, Cepdipo, y la Fundación País Posible, un equipo de estas dos últimas entidades se trasladó el fin de semana pasado a los Montes de María, con el fin de realizar unos talleres sobre memoria histórica y creación literaria.
Viajamos por vía aérea a Barranquilla y luego por una excelente carretera hasta El Carmen de Bolívar, a poco menos de tres horas del aeropuerto Ernesto Cortissoz. Hay que decir que pese a hallarnos en la costa, nunca tuvimos el mar a la vista, en cambio sí, durante algunos trechos, al imponente río Magdalena que, con sus aguas plateadas, moldea los múltiples pantanos y ciénagas que resplandecen en hermosos tonos bajo los rayos del sol.
A eso de las once de la mañana nos detuvimos en la plaza central de la localidad, cuya catedral de color amarillo quemado contrastaba con el claro azul del firmamento, dando cuenta del caluroso clima que la rodeaba. Lo primero fue visitar la alcaldía municipal, en cuya sede fuimos amablemente recibidos por la primera autoridad, Pedro Vásquez Díaz, un hombre sencillo, de inteligencia natural, dispuesto a colaborar con el proyecto en todo cuanto estuviera a su alcance.
Hacia el mediodía abandonamos el aire acondicionado de su despacho y experimentamos el contraste con las calles hirvientes de la localidad. Una banda papayera animaba la plaza, aviso de que nuestra actividad coincidía con las fiestas de la Virgen del Carmen, patrona del pueblo. Tras llegar al hotel había que salir a almorzar y de paso a comprar los sombreros para el sol, ofrecidos por vendedores sonrientes en alucinante variedad bajo la sombra de unos cuantos árboles.
Un conjunto de camisetas colgantes de la selección Colombia ofrecidas en venta callejera nos recordaba también la apasionante tensión por el partido final de la Copa América. No recuerdo haber escuchado antes en algún lugar un estruendo tan gigantesco como el producido por los poderosos parlantes ubicados a las puertas de diferentes comercios abiertos al público. Músicas del Caribe colombiano, vallenatos, porros, cumbias, invitaban por todas partes al jolgorio.
El proyecto busca escarbar el tema de la verdad y la memoria, mediante una investigación documental y testimonial en territorio, a la vez que promover la escritura creativa sobre el conflicto, la paz, el perdón y la reconciliación, con el propósito de contribuir a la convivencia pacífica de las comunidades de Montes de María y Tibú, tan asediadas por una violencia que se niega a desaparecer pese a la firma del Acuerdo Final de 2016, aunque su intensidad sea menor.
Igual busca incidir para que las recomendaciones contenidas en el Informe Final de la Comisión de la Verdad sean recogidas y aplicadas en los territorios. Para ello se realizarán diversos talleres y entrevistas con firmantes de paz, líderes y lideresas de la comunidad, víctimas y autoridades locales, interesados todos en que el Acuerdo Final de Paz de 2016 tenga efectiva implementación por encima de las dificultades y tropiezos conocidos. En eso trabajamos en nuestra estadía.
Conmueve y entusiasma sentir que hay tanta gente a la espera de hacer algo por la paz
Conmueve y entusiasma sentir que hay tanta gente a la espera de hacer algo por la paz. Los talleres y demás actividades fueron cumplidos con éxito. Sin que ello impidiera conocer de primera mano la efervescencia de la región, el calor humano y la alegría de su población. Estuvimos en San Jacinto, tierra de los Gaiteros, en la emisora local de la Radio Nacional de Colombia, acogidos por su generoso equipo que ayudó con sincera voluntad a la difusión de la actividad.
Conocimos y tuvimos oportunidad de escuchar la exposición folclórica y cultural del compositor sanjacintero Rafael Pérez García, quien además de crear canciones e interpretarlas con singular maestría, nos llevó de la mano a reconocer la herencia indígena americana representada en la gaita, la melancolía de los tambores aportados por los afrodescendientes y la lírica legada por la lengua española, la poesía de los versos y las décimas que caracterizan los cantos de la región.
Hay cierta nostalgia en el maestro, pues pese a los reconocimientos obtenidos por los Gaiteros de San Jacinto, su arte tiende a desaparecer, producto de la comercialización de la música y las imposiciones de la moda. Para el recuerdo, entre tantas cosas asombrosas, la bola de fuego de las noches, que con la vacaloca disparando cohetes a la multitud que celebra y corre al fuego en añoranza medieval, presenciamos desde el balcón del hotel, sorprendidos por la locura colectiva.
Sin olvidar la naturaleza, los montes y bosques intensamente verdes en su variedad, el cerro Maco y La Cansona, desde donde, cuando el cielo se despeja, se puede apreciar hasta Cartagena. Viajar allá es conocer vívida a Macondo.