Luis Gómez fue el primer santuariano que viajó a China a comprar mercancía en 1976. Tienen el sentido del negocio en la sangre y en su historia. Desde la colonia se dieron cuenta que el principal recurso del comerciante era abrir trocha, llegar al origen de los productos que más necesitaba la gente para conseguirlos más baratos y sacarles más utilidad. En la década del 40 incursionaron en los puertos fronterizos como Maicao, Leticia y Cúcuta de donde regresaban a Antioquia al cabo de seis meses cargados de pertrechos.
Cuando Luis Gómez puso a China en su radar, solo sabía que allí se producía de todo. Durante dos años ahorró para el pasaje a aprendió las tres frases que sabía le resultarían útiles: “Cuánto vale” “Está muy caro” “Hágame una rebaja” y empacó una calculadora. Llegó al gran mercado de Yiwu. A los seis meses regresó lleno de baratijas china. Las repartió en los almacenes que tenían sus coterráneos en todo el eje cafetero, Cúcuta, Barranquilla, Cali y Medellín. A cada uno de su producto le sacó una utilidad del 200% y aún así su precio seguía siendo el más barato de todos.
Fue tanto el éxito de Luis Gómez que seis años después, en 1982, fueron 25 los coterráneos Santuarianos que hicieron la expedición a China. Muchos de ellos montaron oficina en Beijing, Shen Shen o Guangzhow para proveer constantemente sus locales que tenían desperdigados por los sanandresitos de Colombia. En Santuario las familias son numerosas producto en buen parte de la religión y los sermones de monseñor Builes quien con su biblia de fuego dejó correr el rumor de que era pecado no tener un hijo cada año. Por eso el promedio de las familias santuarinas es de 18 hijos por casa. La tierra que rodea este municipio antioqueño es árida y estéril. La agricultura es imposible. En Santuario han habido hambrunas. En la década del 50 los hijos salían a hacerse la vida en Caldas, Risaralda o Quindio. Regresaban al cabo de meses con carros último modelo, vestidos a la moda y con la fórmula clara de cómo volverse ricos. Se fueron tantos que en 1963 el padre Damián Ramírez cambió las Fiestas de la papa, nombre con el que se conocía a las festividades del pueblo, por el de las Fiestas del Retorno en agosto de cada año. Ahí llegan los que regresan en sus autos descapotables, sus caballos de paso fino, sus mujeres voluptuosas.
El paso siguiente fue Medellín a donde llegaron a mediados en los años 70. Se asentaban en las plazas de mercado a vender espejos, legumbres, granos, porcelana, cuadros de todas las vírgenes y de todos los divinos niños habidos y por haber. Se conocían todos los trucos. El mejor de ellos era el de lanzar un plato contra el piso sin que este se rompiera. Era una presdigitación que aprendían desde niños y que dominaban a la perfección. Miles de vajillas las vendieron así y la gente las compraba confiadas de que se habían hecho a una porcelana irrompible. Pero no sólo se hicieron ricos como vendedores trashumantes.
De Santuario salieron comerciantes tan famosos como Iván Botero Gómez. Vendiendo muebles por encargo por todo el eje cafetero. A los muebles le juntó a ese negocio el de la hechura de camisas de hombre. En 1964 construye Ivanok, su primera empresa. Con los años llegaron otras empresas de muebles y electrodomésticos a los que se le sumaron en 1990 la construcción del Hotel Internacional en Armenia y el internacional del Mueble en Pereira. Como buen santuariano no se olvidó de sus 14 hermanos y a cada uno lo puso a gerenciar sus empresas que ya están en Perú y Ecuador. El más destacado de sus hermanos es Darío, quien llegó a Pereira a inicios de los 80 y hoy cuenta con una fortuna hecha a punta de almacenes, empresas y hoteles como el Sonesta.
Fieles a su trashumancia una vez abrieron la carretera Medellín-Bogotá empacaron sus cosas rumbo la capital. Monopolizaron los San Andresitos no solo de Bogotá sino de Colombia, siempre con el cuadro del Sagrado Corazón de Jesús, el plato de frijoles y la mazamorra, como amuletos que ayudan a preservar, fortalecer y expandir un negocio que mueve unos $25 mil millones de dólares al año y que se habla en un solo idioma: el de los paisas montañeros de Santuario Antioquia.