Una exposición sobre el trabajo de Hernán Díaz se lleva a cabo en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Muestra que me hizo recordar uno de mis mejores trabajos cuando en la revista Cromos, que en ese momento dirigía Alberto Zalamea, me tocaba poner de acuerdo a dos gigantes tercos sobre la elección del personaje de la semana y dentro de ese rollo, me correspondía escribir el perfil. Menudas discrepancias habían siempre. Al final y como un milagro, todo fluía. A Hernán Díaz le gustaba visitar el mundo de los personajes tanto como hacer las fotos impersonales pero intencionales en su estudio. Le importaba cada ser humano con el trasfondo de su temperamento.
Hernán Díaz nació en Ibagué en 1930. En 1954, inició sus estudios en The Photographers School en West Port en el estado de Connecticut. Trabajó para la revistas Life y Time y en Colombia fue uno de los grandes de su generación que con Marta Traba, Fernando Botero, Alejandro Obregón, Guillermo Wiedemann, Eduardo Ramírez Villamizar y Edgar Negret iniciaron la modernidad.
Le muestra que descubre una nueva sala para la Biblioteca, se encuentra enmarcada con el bello mural de Alejandro Obregón y, cada escalón tiene la mirada y los gestos de toro, captados por Hernán Díaz. Dentro del montaje resulta una interesante experiencia que une virtudes de miradas.
Hernán Díaz fue un irreverente impaciente que buscaba su expresión. Se reía mucho pero refunfuñaba como inconforme severo. Incómodo al principio y alegre al final era un ser que buscaba el lado personal de retratar, de conquistar y atrapar paisajes y lugares como lo hizo con su Cartagena Morena, libro que publicó en 1972 y nos atrapó. Ese libro lo publicó después de trabajar con Marta Traba en su propuesta sobre Seis artistas que, con él construyeron la modernidad en Colombia. Pero Cartagena de Indias tiene para siempre una bella referencia donde la raza negra fue, por primera vez, protagonista. Muchos hemos visto pasar por este mundo pero él fue el primero que incursionó con ese ojo sensible y moderno, la dignidad del ser humano que quedó plasmado en sus fotos en blanco y negro. Una mirada que publicaba en periódicos y revistas colombianas es parte de la memoria colectiva de mi generación.
Incursionó en el mundo del paisaje sabanero, descubrió los rincones del campesino, despertó la mirada a las distintas realidades del campo en el progreso industrial. Poco a poco, el artista que, como un arqueólogo, plasmó en imágenes de su tiempo en blanco y negro.
La exposición se titula Revelado, proceso de laboratorio que no le gustaba hacer. El encontraba y, lo muestra la exposición, en el mundo de los contactos en papel resultaban los encuentros y desencuentros de sus registros, encuadraba su perspectiva frontal y entraba a regular su mundo expresivo. No se equivocó en tomarle fotos al guerrillero Carlos Pizarro, la mirada del joven líder como era César Gaviria o a la promesa del cantante que recuperaba la música colombiana con los ritmos del Caribe como Carlos Vives. Dentro del mundo del retrato quedaron muchos compromisos con su época.
Hernán Díaz registró cómo la cultura es una garantía histórica, cómo la debilidad es un justo límite, cómo el territorio de lo sagrado tiene su verdad interna o, cómo el arte busca el ideal de perfección.
Hernán Díaz nos dejó solos en Bogotá un 30 de noviembre del 2009 pero sigue su mundo creativo vigente en la expresión. Mientras miles de personas se ocupan en dejar testimonios instantáneos, de lo rápido importante, de los selfies monotemáticos donde se muestra el egoísmo del siglo XXI, de tecnología automática , ya no existen los documentos sino ocasiones.