Quién iba a pensar que esa sustancia viscosa que muchos no saben para que le sirve al cuerpo especialmente a la nariz iba a dar de qué hablar en el Mundial de fútbol de Brasil, empecemos por parte:
Muchas encopetadas selecciones jamás pensaron en recibir humillaciones de rivales que ellos consideraron inferiores, mucho más bajo de lo pequeño, un insignificante moco al lado de astros del fútbol que se jactan y caminan como si tuvieran las pelotas hinchadas de orgullo banal que desprecian la mano de un niño fiel, un hincha que los ve como un ídolo, su ídolo que a lo mejor él no sabe que también bota moco pero que Messi cree que los suyos son especiales, y tal vez algunos lo consideraran así, que son capaces de rebuscarse esa masita pegajosa para guardarla como el tesoro más preciado. ¡Vaya idolatría!
Pero este Mundial ha sido de los mocos, aquellas selecciones que no tienen figuras retumbantes que acaparan los medios, que ni siquiera aparecían en las estadísticas pero que han demostrado pundonor, garra, tesón, disciplina y valentía de no creerse menos como Costa Rica ante las dos potencias mundiales como son Uruguay e Italia o como un Irán que se le paró a una Argentina falta de un líder y que nuevamente apeló al minuto de Dios para ganar. Y por qué no una Ghana que demostró el progreso del fútbol africano ante una Alemania encopetada y favorita pero con jugadores un poco más humildes en apariencia.
Tal vez no es fácil estar en un Mundial y ser la anchoa y sus jugadores vistos en la mitad de la cancha por debajo de los hombros de unos argentinos prepotentes, o de un Cristiano Ronaldo con ínfulas de inmortal, un Neymar con un ego sobrado y una España completa que no respiraba porque estaban en el tercer mundo, tal vez por eso fueron los primeros eliminados, pensaban que venían nuevamente a engañarnos con espejitos que ya ni brillan. Un Wayne Rooney energúmeno, Balotelli que se reía sin reconocer la derrota ante un “chico” y un Joachim Löw, técnico de Alemania que se limpió la nariz y le dio la mano a Cristiano, como para recordarle de que estamos hechos.
En fin un Mundial donde los pequeños han demostrado que se puede brillar sin tantas estrellas y un pueblo brasileño que le demostró a la FIFA que su negocio tiene que ser compartido con el país anfitrión y las inversiones a manos del capital privado como lo es la mayor fiesta del fútbol porque “los mocos”, como considerará Blatter a los huelguistas brasileros han tenido razón a pesar de que le ordenaron a los medios no darle más vitrina a esos eventos extemporáneos del torneo que ridiculizan el bolsillo de la FIFA. ¡Dios quiera y Brasil continué hasta el final!, porque no me quiero imaginar la moquera que se le va a derramar a la presidenta Dilma Rousseff.
En el fútbol no hay rival pequeño y eso ha quedado demostrado. Costa rica rompió todas las apuestas, tal vez porque las selecciones inferiores no tienen ídolos jactanciosos que ni siquiera corren porque eso tienen que hacerlo los demás, mantienen una rosca dentro del equipo que son los que disponen de sus demás compañeros, el técnico es una figura decorativa para ellos, porque ya no vale el sentimiento y la alegría que produce el fútbol sino ya son unas máquinas de hacer dinero donde miden el sudor con el valor, y la diversión por jugar ya se les acabó, lástima que el enseñar que el juego en equipo es mejor y que son las estrellas de miles de millones de aficionados especialmente niños que no entienden que ellos también botan mocos. y no propiamente por una gripe.
