Los mitos sobre la fundación del Estado de Israel

Los mitos sobre la fundación del Estado de Israel

La decisión del presidente de Estados Unidos de reconocer a Jerusalén como capital de Israel, abre otra vieja polémica sobre los mitos fundacionales

Por: José E. Mosquera B.
diciembre 12, 2017
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Los mitos sobre la fundación del Estado de Israel

Ahora que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reconoció a Jerusalén como capital del Estado de Israel, se han exacerbado las protestas y las tensiones políticas y religiosas en el Oriente Próximo. Resulta interesante hacer un comentario sobre dos libros que hacen referencia a los mitos fundacionales del Estado judío. El primero, La Industria del Holocausto, del judío estadounidense Norman G. Finkelstein, hijo de supervivientes de los campos de concentración, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Princeton, experto en judaísmo, sionismo y en el conflicto palestino-israelí. El segundo, Los Mitos Fundacionales del Estado de Israel, de Roger Garaudy, un filósofo francés, autor de varios libros sobre la historia de las grandes figuras socialistas y de las religiones en el mundo.

Los libros de estos dos autores plasman estudios históricos rigurosos, bien estructurados y documentados sobre la fundación del Estado judío. Roger Garaudy fue un destacado intelectual francés que murió hace cuatro años, quien abandonó su militancia en el Partido Comunista francés, en protesta cuando en 1968, la antigua Unión Soviética invadió a la extinta República de Checoeslovaquia. Un intelectual que poco después se convirtió al catolicismo y luego al Islam y a partir de ese momento fue un defensor de la causa palestina.

En 1995, publicó este libro donde expone sus tesis sobre el holocausto, las cuales generaron la irá de la comunidad judía francesa, que lo acuso de negacionista e hizo que la justicia francesa lo condenará a seis meses de cárcel. Fue acusado de antisemitismo por la poderosa Comunidad Judía francesa. Sin embargo, su texto no trata de una simple negación del holocausto, ni de una apología al genocidio, ni de tergiversaciones históricas que incitan al odio contra el pueblo judío, sino que expone otra versión de la historia de Israel y del holocausto a partir de nuevos elementos interpretativos.

En este aspecto es bueno resaltar las palabras de la escritora nigeriana, Chimamanda Ngozi Adichie, cuando habla de los peligros de una sola historia, al decir que: “la historia única crea estereotipos incompletos” y en consecuencia “dificultan conocer otros enfoques sobre determinados hechos, porque cuando se exalta una sola versión de la historia se caen en incomprensiones graves y en fundamentalismo radicales”.

Garaudy fue un intelectual, polémico y reformista; perseguido por sus críticas contra el fundamentalismo judío. Por eso sus libros fueron proscritos y vetados por las editoriales francesas por las acusaciones de la Comunidad Judía de ser antisemita. Lo sorprendente de este libro es el estudio crítico y sesudo que hace sobre aspectos polémicos del holocausto judío, las cifras infladas de las víctimas, las persecuciones y los mitos con los cuales se fundó el Estado de Israel.

En cambio, Norman G. Finkelstein, hace profundos cuestionamientos y denuncias sobre la explotación con fines económicos y políticos que hacen los líderes judíos del sufrimiento de las víctimas del holocausto. Señala cómo desde el triunfo de Israel en la guerra árabe-israelí en 1967, el holocausto se convirtió en el eje de la política de los judíos en Estados Unidos y pone en contexto como antes del triunfo de aquella guerra, las principales organizaciones judías en Estados Unidos le restaban importancia al tema del holocausto para adaptarse a los intereses de la política exterior de Estados Unidos.

Finkelstein demuestras que buena parte de las élites judías en Estados Unidos, tenían reparos con respecto a la creación de un Estado judío, porque creían que los dirigentes judíos de izquierda de la Europa del este, que regirían los destinos de Israel, se sumarían a la órbita soviética. Sin embargo, después la victoria de Israel en la Guerra de los seis días, Estados Unidos, decidió incorporar a Israel como un valor estratégico de su política exterior en el Oriente Próximo.

Por consiguiente, fue cuando Estados Unidos como potencia comenzó a destinar todo tipo de ayuda económica y militar con el fin de convertir a Israel en pieza clave de su poder en el Oriente Próximo. De allí que Finkelstein en su análisis muestra cómo ha sido el cambio de la preponderancia de la comunidad judía en Estados Unidos, de después de la victoria de Israel en la guerra árabe-israelí y como Israel pasó a formar parte de la defensa de los intereses geoestratégicos de Washington en el Oriente Próximo.

Un viraje que, en su opinión, se originó por dos motivos. Por un lado, Israel se convirtió en un valor estratégico para la política exterior de Estados Unidos en la región. Del otro, la Comunidad judía estadounidense paso a ser una fuerza económica y política de primer orden en la política interna y externa de los gringos.

Entre tanto, Roger Garaudy, examina esa historia con una mirada más atrás y hace un análisis bien documentado donde demuestra cómo la política de la pureza racial de los judíos fue la que sirvió de fuente de inspiración a la política de pureza racial de la raza aria de Hitler, que terminó con el holocausto de ellos mismos. Igualmente, analiza cómo en el Congreso de Núremberg, en 1935, los abogados y consejeros del Ministerio del Interior Nazi tomaron como modelo las leyes judías que prohíben la mezcla de la sangre judía con las demás, para elaborar las leyes del derecho de la población del Reich, de la protección de la sangre y el honor alemán.

Además, dice, que las organizaciones sionistas que luchaban por la creación de un Estado judío fueron en un momento más anti-ingleses que antinazis. De hecho, describe cómo un grupo de líderes sionistas mantuvo una alianza de cooperación política y económica con la Alemania nazi y con Mussolini.

Asimismo, revela una serie de comunicaciones que hubo entre líderes judíos y hombres cercanos a Hitler sobre el desarrollo de una política de cooperación entre el movimiento de la liberación de Israel y el hitlerismo, que busca consolidar una alianza en Europa para aislar y vencer a Inglaterra. Plantea que todo cambió cuando la mayoría de las organizaciones sionistas que luchaban por la creación de un Estado judío, decidieron apoyar a Inglaterra y sumarse a la causa de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, lo que significó una declaración de guerra a Alemania.

Pasando, entonces, de aliados a enemigos de Hitler, quien con la puesta en marcha de su ideología racista de la pureza racial alemana, consideró que los judíos no podían ser compatriotas de los alemanes. Esboza que la prioridad de los líderes sionistas no fue la de salvar a los judíos pobres que vivían en Europa, sino a los judíos ricos.

Señala que en la conferencia de Evian en 1938, donde 31 naciones discutieron el problema de los refugiados de la Alemania Nazi, sólo exigieron la admisión de 200 mil judíos en Palestina. La política de los líderes fue la de apoyar la emigración de los judíos con capitales que permitieran el desarrollo de la colonia sionista en Palestina. Para ellos fue más importante salvar de la Alemania nazi a los capitales judíos que a los judíos pobres.

Ahora, en cuanto a los mitos que sirvieron de sustento histórico para la fundación del Estado de Israel, sostiene que el sionismo es una doctrina nacionalista que no nació del judaísmo, sino del nacionalismo europeo del siglo XIX; y muestra cómo Theodor Herzl, fundador del sionismo político, transforma desde 1896, la leyenda bíblica del retorno a la Tierra Santa en una doctrina política, nacionalista y colonialista.
En este aspecto coincide con otro historiador, Jorge Simán Abulefe, quien sostiene que el Estado de Israel es fruto de un proyecto colonialista del sionismo político, que creo en la tierra de los palestinos un hogar nacional para los judíos oprimidos judíos de Europa. Por lo tanto, Simán, dice, que son argumentos sustentados en manipulaciones históricas sobre unas ancestralidades en los territorios ocupados llenas de reelaboraciones históricas recientes para desplazar a los palestinos de sus asentamientos milenarios.

Garaudy denuncia el camuflaje ideológico del sionismo político y hace un análisis sobre cómo fue el proceso histórico de transformación del sionismo religioso al sionismo político; y cómo 50 años después del Congreso de Basilea en 1897, los discípulos de la doctrina de Herz, luego de la Segunda Guerra Mundial con el apoyo de Estados Unidos, hacen que triunfe el sionismo político en contra de la tradición profética en la creación del Estado de Israel en 1947.

Un sionismo que mantiene una política anclada en mitos bíblicos que han transformado al judaísmo en una doctrina política fanática. Finamente, Garaudy, concluye que todas las guerras del Oriente Próximo son guerras de conquista, basadas en los mitos del Estado de Israel. Entre tanto, Finkelstein, remata expresando que en los últimos años la industria del holocausto se ha convertido en una red de corrupción y extorsión, porque cuando los alemanes o los suizos se niegan a pagar una indemnización, el cielo no es suficientemente grande para abarcar la indignación de los judíos, pero cuando las élites judías roban a los supervivientes judíos, no se trata de un problema ético, sino una simple cuestión de dinero. Libros que hay que leer más allá de las acostumbradas acusaciones de las comunidades judías de antisemitismo a quienes se atreven a cuestionar la historia oficial de Israel, porque permiten conocer otros enfoques claves para comprender muchos aspectos de las tensiones políticas entre judíos y árabes en el Oriente Próximo.

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