Recordaremos a Ulises, quien para pasar frente a las islas de la hechicera Circe y eludir el poder de seducción de las sirenas, hizo que sus compañeros se taponaran los oídos, y él se hizo amarrar fuertemente al mástil de la nave, sin embargo, mientras avanzaban empezaron a escuchar los tentadores cánticos e intentó zafarse, tanto que los compañeros lo sujetaron con más fuerza para ponerlo a salvo.
En nuestros tiempos, no se han extinguido las melodías seductoras y alucinantes, son carnavales tentadores, con elevado poder sinfónico y musical, que conocemos como espectáculos políticos o fiestas democráticas, revestidos de emociones indomables y entretenimientos que causan embeleso y embriagueces en sus participantes.
Tanta fuerza y poderío cautivador tienen los certámenes electorales, que las desventuras que vivió Odiseo, para regresar a su patria, apenas son un simulacro, una maniobra inocente, comparadas con las que deben afrontar los marginados en el océano de la democracia.
El atractivo político es tan seductor, invencible y fascinante, que los nuevos marineros y navegantes, asisten a cualquier charco para escuchar a las sirenas electorales, como si se tratara de observar ballenas jorobadas en las cálidas aguas de Bahía Málaga en Buenaventura.
Y es Ulises, el que también nos ofrece desoladoras y nefastas lecciones cuando decide viajar al País de los Muertos.
Allí encuentra, en las profundidades del Averno, a muertos que habían sido acusados de crímenes atroces como Tántalo, quien era sometido al martirio cotidiano del hambre y la sed, pese a permanecer con el agua al cuello y sin posibilidad de acceder a los apetitosos frutos que colgaban de los árboles.
¿Quién puede negar que en las democracias escamoteadas, hurtadas y engañadas, los pobres, paradójicamente, lidian y luchan, como Ulises, contra los monstruos de seis cabezas para sobrevivir a los cantos de sirenas?
Los fantasmas de ahora, que no son ficticios, son la carencia de vivienda, educación sostenida para sus hijos, salud, esparcimiento, seguridad y empleo. Ogros contra los cuales combaten cotidianamente.
La verdad, limpia y escueta, nos dice que la democracia que padecemos, soportamos y resistimos, ha sido desmantelada de las buenas intenciones que le imprimieron Rousseau, Montesquieu y Locke, entre otros.
El contrato social, fórmula teórica en virtud de la cual el pueblo elige a unos representantes y les entrega el gobierno con el mandato de gestionar los asuntos públicos en bien de todos, ha desaparecido; basta ser líder social, expresar su disenso, para convertirse en una lápida.
Prestos a celebrar un centenario más de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789, que en su Art.1. declara:
“Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales solo pueden fundarse en la utilidad común”, continúa narcotizando la alta sensibilidad de los navegantes del siglo XXI que, según información de los organismos multilaterales, ronda en la cifra de mil millones de personas a nivel mundial, para quienes el solo hecho de vivir es un acto homérico, heroico y sobrehumano.
Salam aleikum.