Los miserables, los de siempre

Los miserables, los de siempre

"La verdad es que Víctor Hugo apunta a las miserias humanas como un juicio humano, es decir, una conversión del hombre en su propia relación víctima-verdugo"

Por: Edwin Tamayo Peña
febrero 09, 2021
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Los miserables, los de siempre
Émile Bayard

De repente, el nombre de Víctor Hugo, un poeta y escritor francés que ya era famoso por obras como Las orientales (1829) y Nuestra señora de París (1830) —con una gran dimensión de su obra distribuida en poesía, teatro, pintura y novela, entre otros— publica Los miserables (Les misérables en francés) en 1862.

Inicialmente, aparece el 30 de marzo en las librerías de Bruselas y el 3 de abril en las de París; elogiada, descalificada, llena de ediciones piratas a las pocas semanas de la publicación y con ventas que superaron en los primeros meses los 100.000 ejemplares del libro. De ahí que el reconocido escritor y periodista francés Jules Barbey d’Aurevilly expresara sobre lo publicado por Víctor Hugo que era "el libro más peligroso del mundo"; sin embargo, para la crítica del momento y el debate literario Charles Baudelaire manifestó sobre la obra “este libro es inmundo e inepto”.

El libro es, según algunos críticos y analíticos de la romántica prosa de Víctor Hugo —además de ser considera una obra maestra de la literatura francesa —, un ejercicio autobiográfico del propio autor. Los miserables transcurre en la Francia del siglo XIX con referencias históricas de la época de Napoleón y luego de él. No obstante, uno de sus grandes sentidos críticos es el claro contenido social: retratar la injusticia y la miseria.

A propósito de la injusticia y la miseria el personaje principal del libro es Jean Valjean, un expresidiario que fue a parar a la cárcel por un delito intrascendente: robar un pan para alimentar a sus sobrinos. Al llegar al pueblo D. y mostrar su pasaporte expone su condición, a saber, la de un marginado social. Gracias a un obispo que confía en su honestidad y capacidad, logra la rehabilitación, que es, en este caso, un proceso de reconstrucción de su identidad. Y, como mencionaba un apreciado pedagogo de literatura, cuyo nombre escapa a lo tradicional y su epígrafe de vida es conocido como “el vendedor de ilusiones”: sí quieren saber más de este libro, deben leer el libro.

La verdad es que Víctor Hugo apunta a las miserias humanas como un juicio humano, es decir, una conversión del hombre en su propia relación víctima-verdugo. Los miserables (los de siempre) son aquellos que no han logrado ver más allá de su propia comodidad. El miserable es una víctima (se dice, no sin razón, desde estos pueblos marginales que, los políticos que van enarbolando banderas, causas, ideológicas de pacotilla, que están pendientes de cada transición de poder, constituyen el verdugo, el asedio opresor.) No en vano, expresa Víctor Hugo sobre su propia crónica de la historia de Francia que: “mientras haya en la tierra ignorancia y miseria, libros como este podrían no ser inútiles”.

No tengo idea de dónde salió la impresión que aquí comparto. Ni siquiera me motiva la duda a investigar sobre ello. Recuerdo entonces al eterno Borges manifestar que: “Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”. Lo es, lo será, lo fue.

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