Los hay de muy diversas clases y se encuentran esparcidos por el mundo como una carroña que corrompe. Y aquí en nuestro país los tenemos en abundancia y número.
Pero hay uno en especial al que quiero referirme. Es un hombrecillo de mediana estatura y de mermada capacidad intelectual. Pero con un acervo prodigioso de maldad y de ignominia. Su formación intelectual está en absoluta correspondencia con la bajeza moral que lo caracteriza.
En su devenir por el camino de la vida no ha sembrado otra cosa que odio y malquerencia, hasta el punto que no tiene pasado sino prontuario, sin embargo, hay algunos que lo siguen porque habla de los pobres. De la reinvindicación necesaria que los pobres se merecen.
Y entre otras teorías sostiene que los pobres son pobres por designio de los ricos. Teoría que expone a los cuatro vientos como si este fuera el máximo descubrimiento para hacer mejores y más perfectas sociedades. Se mueve en su entorno con cierta facilidad, no exenta de sagacidad extrema.
Pero ese hombrecillo tiene un anhelo. ¡Quiere ser quiere ser presidente! Y ese deseo muy íntimo lo ha llevado a hacer acciones propias que lo dibujan como un perfecto miserable.
Será entonces que nosotros como país tendremos que soportarlo? No! No lo creo. Ya casi se acercan las horas de la votación donde Colombia va a definir su porvenir, y allí, les aseguro que le daremos dura y contundente derrota que lo acabe para siempre. Y que quede en las sombras más oscuras de la historia como un perfecto miserable.