El 8 de septiembre de 2021, en Villa San Pablo, un vecindario a las afueras de Barranquilla, apareció un monolito con unas inscripciones muy extrañas, despertando la curiosidad de los habitantes de este vecindario. Causó controversia, erosionó creencias y se convirtió en tendencia nacional. El supuesto meteorito era en realidad una estrategia publicitaria de la fundación NU3, la cual piensa construir en ese terreno un complejo de atención social, que brinde servicios a niños, jóvenes, madres gestantes y ancianos.
Pero más allá de la supuesta caída del meteorito y de lo popular que se hizo durante un breve periodo en redes sociales, creo que dejó al descubierto una realidad social que va mucho más allá de la burla. Las creencias populares de un sector deprimido de Barranquilla, símbolo de un pueblo que sufre, al tiempo que ríe y toma en una especié de tragicomedia a su realidad política, económica y social; el meteorito pasa de moda, pero los sueños y anhelos de sus habitantes no.
Ahora, ¿hubiese sido igual el impacto si este monolito hubiera aparecido en un barrio de estrato alto de Barranquilla? A decir verdad, el monolito aparece en un contexto concreto: Villa San Pablo, un vecindario de personas con escasos recursos económicos, poco acceso a la educación, a la salud y con una serie de imaginarios específicos fantásticos, que dan cuenta de posibles nuevas representaciones, sueños y anhelos, que los hacen ver como utópicos e irreales. Si este aparente meteorito hubiese caído en otros lugares denominados “élites”, posiblemente las significaciones no hubiesen sido las mismas, ni siquiera se daría la ridiculización de lo popular como creencia y acontecimiento político.
Realmente no creo que la mayoría de las personas de Villa San Pablo se hayan tragado el cuento del meteorito, por lo menos, no la gran mayoría. Pero este tipo de acontecimientos no son los únicos que suceden en los sectores más deprimentes; a veces puede ser la aparición de una virgen en forma de mancha en una pared o tallada en un árbol viejo, las promesas de un líder religioso, o incluso de un curtido político que hace creer que puede mejorar la condición de vida de sus habitantes; estás personas creen y sueñan que su mañana puede ser mejor.
«Él me dijo que van a venir riquezas para mi barrio, para mi gente y va a venir la riqueza así que no podemos dejar que esta piedra la quiten», decía una señora en medio de la algarabía, y es que más allá del meteorito y la burla, los memes, los videos repetitivos en redes sociales, se necesita que realmente nos interesemos en las realidades y anhelos de las personas. Veo el monolito como una oportunidad para reflexionar sobre las creencias y las representaciones de nuestros barrios populares.