Si le preguntáramos a un colombiano promedio qué opinión le merecen los gobiernos de izquierda o progresistas (Ecuador, Bolivia, Venezuela, Argentina, Uruguay, Brasil) tal vez responda que son dictaduras presididas por “guerrilleros comunistas”. Uno de los instrumentos del poder que en pleno siglo XXI no ha sido democratizado es el poder Mediático. Los graves problemas que afronta la democracia en Colombia son consecuencia de la manipulación de lo que se informa y de cómo se informa. La macabra unión entre poder económico y poder de opinión ha generado una visión del mundo acorde a intereses de diversa índole: intereses que obedecen a la preservación del statu quo.
El lenguaje es la morada del ser, y el hombre es su pastor, decía Heidegger. En los tiempos actuales en Colombia, cuyo promedio de libros leídos por año es de 1,9 por persona según el DANE, los únicos medios de adquirir “conocimientos” son la Televisión y la Radio. La clase de información que se suministra a los televidentes u oyentes es minuciosamente seleccionada y la que es inevitable informar y que afecta al sistema es presentada de manera que pueda pasar desapercibida en la opinión pública. Es quizá por esta razón que en los dos noticieros con mayor audiencia de Colombia (Noticias Caracol y noticias RCN) dedican mayor tiempo a las secciones de Farándula y Deportes que a las secciones de política interna e internacional. Para estos poderes mediáticos es imperativo que la gente piense que vive en un paraíso y que los países vecinos están azotados por dictaduras atroces que “violan sistemáticamente los derechos humanos”. ¿Por qué? Porque si nos enteramos de que Ecuador ha construido seis megauniversidades en los últimos años, que su infraestructura vial es una de los más modernas y avanzadas del continente y que es un territorio donde todas las razas son respetadas y tenidas en cuenta por el Estado, pues se nos va a dar por elegir a un presidente de izquierda, lo cual sería una pérdida irreparable para Estados Unidos y para la oligarquía colombiana.
Aparentemente tenemos medios con diferentes tendencias (Caracol, RCN, Semana, EL Tiempo, etc.); no obstante la línea editorial que manejan es casi idéntica; pero a la hora de atacar a un medio de comunicación que no pertenece a su oligopolio se unen para derrotarlo. Es ilustrativo el caso de una de las pocas revistas de izquierda que ha habido en Colombia, fundada por nuestro Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, Alternativa. El ataque mediático, los sabotajes para que sus ejemplares no circularan y las presiones por parte de los medios tradicionales llevaron a la debacle a esa publicación, así mismo a revistas como Número, Cambio, entre otras pocas.
La dimensión que abarca el Poder de informar es inconmensurable. Quien tiene el poder de la información puede convertir en Prócer al más despreciable criminal o convertir en criminal a la persona más cándida. Los métodos de manipulación mediática que utilizan son tan sofisticados que el pensador Noam Chomsky las clasificó y las llamó Las diez estrategias de manipulación mediática, estrategias que emplazan perfectamente en nuestra realidad actual: La insipidez y las babosadas que consumen los colombianos en cantidades desmesuradas (Yo me llamo, Protagonistas de novela, El lavadero) dan fe de que los postulados de Chomsky se aplican al pie de la letra en nuestro contexto.
OPINIÓN PÚBLCA: HACIA LA HOMOGENEIZACIÓN
Se ha vuelto ley que los periodistas expresen sus opiniones personales usando la primera persona del plural (vr.g Los colombianos estamos hartos de que Petro se burle de la Ley), esto para que el ciudadano adopte la posición del periodista, que pocas veces (por no decir nunca) es ecléctica. También utilizan la tercera persona del plural para generalizar una opinión que muchos no comparten, esto para que los menos informados se queden con esa idea y la difundan en conversaciones casuales (vr.g Petro: ¡No más balcón! Señor Alcalde: por favor deje que la justicia actúe sin meterle populismo, los bogotanos están dispuestos a aceptar el veredicto final, sea cual sea. Publicado por: Revista Semana. Portada ed.1655). Este tipo de editoriales son dosis venenosas de control social. La manera como la revista Semana aborda el tema es elitista y excluyente, pues ignoró a los miles de manifestantes que acudieron a respaldar la gestión del burgomaestre e ignoraron uno de los pilares fundamentales de lo que llaman democracia: la protesta ciudadana. Todo con la intención de homogeneizar la diversidad de pensamiento, pilar fundamental de las democracias modernas.
LIBERTAD DE PRENSA Y AUTOCENSURA
En Colombia todos los días se escucha que somos un país democrático cuyas instituciones gozan de solidez y legitimidad. Nada más erróneo. Existe en el ámbito periodístico una doble moral que hace que mientras se predique el discurso de la libertad de prensa, medios de comunicación alternativos como Canal Capital sean atacados de manera criminal y sistemática. El otro problema es la autocensura, muy común en nuestros periodistas. Esta consiste en renunciar a la verdad o tergiversarla por miedo a las consecuencias, pues en muchas ocasiones sus puestos en los medios de comunicación obedecen a cuotas burocráticas. ¿Es posible que un periodista de El Tiempo se atreva a denunciar las relaciones de sus dueños con el paramilitarismo? ¿Es posible que el director de la revista Semana apruebe una publicación que afecte al Presidente de la República, de quien es sobrino? Obviamente no. Los dueños de esos poderosos medios de comunicación se aseguran de poner en la dirección a “gente de confianza”, y para atraer más audiencia ponen a dos o tres periodistas que hagan bulla sin investigar a fondo para dar la impresión de que la libertad de opinión es intocable.
Por supuesto que en Colombia hay periodistas serios y comprometidos con la labor; no obstante, los que realmente tienen el poder de cambiar la opinión de la gente, los verdaderos pastores de la verdad, son los profesionales de la autocensura. Así las cosas, la visión que tenemos de la Violencia en Colombia es la verdad impuesta por sus dueños.
VISIÓN IMPUESTA SOBRE EL CONFLICTO ARMADO
Si le preguntáramos a un colombiano promedio quiénes son los responsables de las víctimas del conflicto armado en Colombia, tal vez nos responda: Las Farc y el ELN. Y si le preguntásemos a ese ciudadano cuál es la responsabilidad de los grupos Paramilitares en el conflicto, tal vez responda que ninguna “puesto que fueron campesinos que se alzaron en armas en contra del despotismo de la guerrilla”. Estas respuestas obedecen a doscientos años de desinformación. Como Colombia nunca ha tenido un día de paz, es imposible sentir nostalgia de paz. Gonzalo Sánchez dice: A los colombianos nos identifica algo que os destruye: la violencia. Los grandes medios de comunicación se han encargado de contar el conflicto desde una visión mórbida, elitista y poco acorde a la verdad, tergiversando los hechos, ocultando las evidencias de la responsabilidad directa del Estado y minimizando las acusaciones que recaen sobre personajes muy poderosos. La recrudescencia del conflicto no nos conmueve ni nos conmoverá mientras nos informen los hechos de la misma manera como nos los han informado siempre.
El ambiente de polarización que supuestamente vive el país en estas épocas electorales no es más que la lucha de dos grupos económicos por llevar las riendas del neoliberalismo. Un país que se debate entre la extrema derecha y la derecha moderada no se puede llamar polarizado. Doscientos años de guerras civiles, fratricidas, no nos han podido enseñar que la raíz de la violencia está en aquellos señores de corbata que sonríen y prometen absurdos cada cuatro años. Nuestros dirigentes de derecha se hacen elegir con propuestas liberales y sociales contradictoras con su ideología, y no hay medio de comunicación que se atreva a denunciarlo.
La dictadura mediática está a punto de tocar fondo. Con la interactividad que permiten las redes sociales hay cada día nuevas opciones de acceder a la información. La verdad, poco a poco se está “desoligopolizando” y tarde o temprano, si no nos cercenan el derecho al libre acceso a internet, esta tragicomedia de vender una verdad falsa fenecerá. La salida es democratizar la información. Un reto inconmensurable de los medios alternativos.