*Entrada originalmente publicada en el blog de la Sociedad de Debate UN (facebook.com/sodun)
Amigo lector, lo invito a un ejercicio. Recite después de mí: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Muy bien, una vez más: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”. Vamos por una tercera, y una cuarta y así hasta que acabe su día. De seguro, esta noche, o mañana en la mañana, tendrá por dogma el contenido de esta frase atribuida al ministro de propaganda de la Alemania Nazi, Joseph Goebbels.
Ahora hagamos otro ejercicio. Repita después de mí: “Los estudiantes de la Universidad Nacional son unos terroristas”. Vamos, no sea tímido, de seguro lo va a disfrutar: “Los estudiantes de la Universidad Nacional son unos terroristas”. ¿Lo disfrutó?, quizá no; es algo que usted ya sabía. No hace falta que le hagan recitar con la boca algo que todo el tiempo escucha y lee en radio, televisión y prensa. ¿Cómo olvidar que las universidades públicas son centros de adiestramiento de terroristas? Después de todo, a pesar de ser declarado inocente por la justicia, el profesor de sociología Miguel Ángel Beltrán, sindicado en su momento por el delito de rebelión, era docente de la Nacional. Alguno de los acusados (posteriormente absueltos por falta de pruebas) de colocar las bombas en los edificios de Porvenir en julio de 2015, eran de la Nacional. Y la más reciente, la bomba en el Centro Comercial Andino, tiene como principales sospechosos a egresados de la Nacional.
Hay dos cosas en común respecto a los hechos citados anteriormente. Una, es que los acusados son posteriormente declarados inocentes (falta ver qué pasa en el caso del Andino). Otra, es que, pese a no haber sido declarados culpables por la justicia, los medios de comunicación hacen especial hincapié en su vínculo con la Universidad Nacional de Colombia. Mil veces se repite: “Terroristas estudiaban en la Nacional”, casi insinuando que la Universidad es la culpable de tales actos inhumanos y a veces, casi afirmando la culpabilidad de los acusados.
En este país, estar vinculado con la Nacional también es sinónimo de desprecio. Hace unas dos semanas el QS World University Ranking declaró que la Nacional es la mejor de Colombia. Pese a ello, los medios de comunicación no dieron tanta relevancia a la noticia; el cubrimiento mediático fue muy ligero. He notado que si un logro académico es de una institución privada se hace mucho más eco de la noticia, lo que a decir verdad no me preocupa. Lo que sí es de preocupar, es la actitud abusiva que asumen los medios respecto a la universidad pública. Se resalta lo negativo y se invisibiliza lo positivo. Aun si los acusados de los actos mencionados anteriormente fueran culpables (en la mayoría de los casos se ha demostrado que no), llena de pavor la actitud malintencionada de la prensa.
Todos los que hemos pasado por la universidad pública sabemos del caso de alguien que estudia en una privada porque sus papás no lo dejaron entrar a la Nacional. El miedo de que la guerrilla o los paros dañen la formación intelectual de sus retoños hace que muchos padres opten por la educación privada para sus hijos. A veces, inclusive, estudian en una privada de menor calidad debido a este miedo. ¿Cuánto capital intelectual ha perdido la nación debido a la creación de tales estigmas mediáticos?
Médicos, politólogos, abogados, ingenieros, trabajadores sociales y demás, formados en la Nacional, han contribuido (y lo siguen haciendo) con la construcción de un mejor país. En eventos internacionales (académicos y competitivos), los estudiantes de la Universidad Nacional destacan, demostrando que la educación de la Universidad es de calidad y contribuye con la mejora de la imagen internacional del país. No solo tiene muy buenos resultados, sino inclusive, muchos rankings la posicionan como la mejor del país.
Este es un llamado a Caracol, RCN, Revista Semana y en general a todos los medios de comunicación que acentúan en sus entregas informativas la procedencia universitaria de los acusados de un acto terrorista. Ya basta. Estamos cansados de sus señalamientos. No queremos que sigan manchando el buen nombre de ninguna institución de educación superior con su forma de redactar o presentar la información. No soy periodista, pero un mínimo de ética profesional evitaría la situación en la que hoy ponen a miles de colombianos de bien, egresados y estudiantes de estos centros de formación, que gracias a sus “descaches” noticiosos, hoy son señalados como “guerrilleros”, “boncheros”, o “incendiarios”. No se trata de hacer con las privadas lo que hacen con las públicas. Si vamos a igualar, igualemos por lo alto y no por lo bajo. Igualemos con lo ético y no con lo inmoral. Igualemos con el buen periodismo, y no con el mediocre y estigmatizador.
Ahora, hagamos otro ejercicio. Repita después de mi: “Los estudiantes de la Javeriana son unos pedófilos” (por lo de Rafael Uribe Noguera, Rafico, ¿se acuerda?), o mejor, “los estudiantes de la Universidad de los Andes –o el Rosario- son unos corruptos” (por lo de Andrés Felipe Arias y Agro Ingreso seguro o Samuel Moreno y el carrusel de la contratación, entre tantos otros). ¿Lo disfrutó?, quizá no, ya sea porque usted conoce gente honorable vinculada con tales centros – o usted mismo estudia allá y sabe que no es así- o porque los medios de comunicación no mencionan la procedencia académica de los acusados de algún delito, a no ser claro, que sean de universidad pública.
Universitarios de Colombia, el país debe estar agradecido con nuestras instituciones de educación, porque gracias a ellas, cuenta con personal profesional para solucionar sus problemas de salud, de educación, de infraestructura, y de toda índole. No es justo que sean señaladas como cuna de corruptos, terroristas o depravados. Este llamado también es para ustedes, ya sean de pública o de privada porque al final, cualquiera de ellas persigue un mismo objetivo educándonos: entregar a Colombia profesionales dedicados a servirle, al país, a la sociedad, a usted, que lee mi opinión.
Los señalamientos contra la Universidad Nacional, no afectan únicamente a su comunidad. Son un ataque a todos los ciudadanos de este país, país que con sus impuestos han contribuido a la financiación de una educación de calidad dirigida a los mejores estudiantes de la nación. La universidad pública es la única oportunidad que tienen las personas más humildes para recibir una educación igual o mejor a la de las personas más adineradas. Atacarla, es agredir el lugar en el que la mayor parte de colombianos, es decir, las clases baja o media baja y media, principalmente, tiene la oportunidad de profesionalizarse, mejorar su situación económica, y contribuir con sus conocimientos a la construcción del bienestar colectivo.
Como estudiantes, y aún más, como colombianos, nuestra misión es alzar nuestra voz para pedirle a los dueños de la opinión pública que repitan después de nosotros: “Ninguna universidad es sinónimo de terrorismo, de depravación ni de corrupción". "Universidad" es sinónimo de "educación"; "público" es sinónimo de "mío", "suyo", "nuestro"; "universidad pública" es sinónimo de "educación para todos". Punto.
Adenda:
Aunque en esta nota solo se apunta al papel de los medios, también es criticable la actuación estatal, que en su afán de resultados busca la cantera de las universidades públicas para extraer de ellas “sospechosos”. ¿Por qué no aceptan que no tienen ni idea (o no quieren revelar) quiénes son los auténticos culpables? Ah, cierto, hay una imagen que cuidar.
