Mientras que Gonzalo Jiménez, técnico en carrocerías, coloca el vidrio grande a una de las puertas traseras, Alexander Jojoa, uno del equipo de pintura, está rehaciendo con masilla, como si fuese un escultor, la destrozada esquina delantera derecha del bus azul Z66—7112 de Transmilenio que fue vandalizado por no menos de 30 personas el pasado 4 de mayo, en medio de las protestas que estallaron el 28 de abril en contra del gobierno Duque.
El 7112, como lo llaman en el patio-taller, es uno de los 927 buses que han sido atacados en medio de las agitadas manifestaciones que empezaron oponiéndose a la fallida reforma tributaria del exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla.
#AEstaHora | Queman un bus del SITP y vandalizan otro frente al centro comercial Gran Plaza El Ensueño, al sur de Bogotá. pic.twitter.com/xglU7OoVrc
— Noticentro 1 CM& (@CMILANOTICIA) May 5, 2021
Desde el inicio de las manifestaciones, al consorcio E-Somos, que opera en Fontibón, una localidad de unos 500 mil habitantes, le han vandalizado nueve buses; el único que queda en talleres, por el alto grado de daño, es el 7112. Los restantes ocho no duraron ni dos días en taller y ya están rodando por la ciudad.
Un equipo de 17 trabajadores, repartidos en dos turnos: cuatro mecánicos, cuatro electricistas, cuatro pintores y cinco carroceros, son los que ponen a punto, todos los días, los 126 buses eléctricos que tiene el consorcio E-Somos, empresa que lideran la familia barranquillera Baquero Torres y el empresario Enrique Wolf, socios en el negocio del transporte bogotano desde que Transmilenio puso los primeros buses en las calles, el 18 de diciembre de 2000.
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El grupo de trabajo liderado por el ingeniero mecánico Boris López, acompañado por tres colegas más, ha tenido que aprender a trabajar a mil por hora para poner a punto los buses vandalizados. El objetivo del equipo es que la operación no se detenga, que la movilidad del bogotano no se afecte por cuenta de los buses que sufren algún tipo de daños en la calle. Estas 21 personas son quienes de una u otra manera responden por la convulsión que se vive en las manifestaciones que termina reprimiéndose contra los 10.376 buses del sistema.
Al 7112 intentaron quemarlo. Cuando el sol ya se ocultaba, sobre las 6 de la tarde de aquel 4 de mayo, el conductor de este bus bajaba por la calle 13 y en la carrera 111 no pudo avanzar más. Una turba de manifestantes se atravesó en su camino. En cuestión de minutos empezaron a destrozar el bus. De los 34 vidrios que tiene, rompieron 32. También dañaron las cámaras de seguridad internas, destrozaron unas pantallas digitales y se robaron otras, rompieron las paredes y grafitearon los costados. Otros daños van saliendo a medida que los técnicos van revisando parte por parte.
Según el ingeniero Boris, el costo de los daños del bus ya supera los $ 50 millones y pueden elevarse. Hay partes que tienen que pedir a China, a la fábrica BYD, que es la que los hace y la que los trajo a Colombia. Con toda la fuerza de trabajo puesta en él, este bus estará listo para rodar en unas dos semanas.
Después de que Gonzalo Jiménez y su equipo terminen de poner los vidrios y arreglar los daños internos, como pisos, pasamanos y paredes, pasará a la zona de pintura con Alexander Jojoa y sus tres compañeros de sección. Luego el grupo de electricistas afinarán los detalles técnicos y digitales.
Los mecánicos y operarios el patio-taller del consorcio Suma, que junto a Si-99 son de la familia Martínez Palacio, y que operan en Ciudad Bolívar, también son veloces a la hora de arreglar los buses que son atacados en las calles. Desde que iniciaron las actividades de protesta 45 de sus buses sufrieron afectaciones. Al día de hoy en el taller solo queda uno: el 7201, que fue totalmente quemado. Fue pérdida total. Los otros 44 ya están en las calles como si nada les hubiese pasado.
En Bogotá hay 44 patios para los más de 10 mil buses de Transmilenio. En estos patios-taller no hay hora de descanso. Los operarios trabajan 24 horas de cada uno de los 365 días del año. Los equipos se reparten por turnos para no dejar minuto libre.
Acompañados con un radio digital que cuelga de una columna y que reproduce música popular trabajan con afán, pero no a la carrera. Todos sus movimientos son calculados y dirigidos por los ingenieros a cargo de la operación. Cada uno sabe qué tiene que hacer y saben también la responsabilidad que tienen con los bogotanos que al día siguiente necesitan de los buses para movilizarse.
Al tiempo que Alexander completa su gran obra de rehacer la carrocería con la masilla de color verdosa que expele un olor fuerte, detiene la mano de alfarero para decir “Yo apoyo el paro”. Luego la mirada vuelve a posarse sobre la masilla y con la paleta que tiene en las manos busca darle forma a la esquina a la que ya no se le ve el destrozo. Un trabajo que hacen con esmero y eficacia para ver rodar los buses en tiempo record.