Los más grandes farsantes de la historia

Los más grandes farsantes de la historia

El autor acopió 20 ejemplos investigados sobre los que a su juicio son los mayores tramposos de la humanidad, en un libro que se presenta en la Feria de Cali

Por: Lizandro Penagos Cortés
octubre 18, 2023
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Los más grandes farsantes de la historia

Hay algo de charlatán en todo aquel que triunfa, sea en la materia que sea.
'Ese maldito yo'  Emile Ciorán

Movido por el asombro y una pulsión casi enfermiza a las pesquisas, Jesús Antonio Pantoja, un economista de la Universidad del Valle que le roba tiempo a los números para dedicárselo a las letras, acopió 20 ejemplos investigados con rigor sobre los que a su juicio son los mayores tramposos de la humanidad, en un libro que no podía llamarse de otra forma: Los más grandes farsantes de la historia (2023).

Como absolutamente todas las antologías –por qué habría de ser la excepción– esta es arbitraria, pero sin duda muy acertada, pues se reconocen varios personajes que de a poco han sido desenmascarados, revelados en su real y humana dimensión, lejos de la idolatría y de las creaciones perfectas de los medios de comunicación y la cultura popular que suele ‘heroizar’ criminales.

Es una de esas rarezas que uno se encuentra en entre los miles de textos que inundan las estanterías de la Feria Internacional del Libro de Cali y que no tienen ni el despliegue, ni la publicidad, ni los medios, en suma, toda esa farsa que montan las casas editoriales para vender más libros y crear más ídolos mediáticos y de papel.

Un libro cuya mayor pretensión es develar esa propensión tan humana de simular lo que no se es, el fingir para favorecerse, el ocultar los verdaderos propósitos, que bien podría ser una exitosa serie documental en cualquier plataforma o uno de esos bestseller de temporada. Y un autor dedicado que escarbó en los anales de la historia para contar, con más investigación que reflexión propia, los más sonados casos de tramposos memorables que ganaron no sólo dinero, sino reconocimiento, incluso después de haber sido descubiertos.

Y es que cuando uno se entera de que el presidente Nicolás Maduro aportó dinero a la campaña de Donald Trump, mientras en sus peroratas se muestra antimperialista y antiyanqui; cuando escucha a Vladimir Putin abogando por detener el baño de sangre en la Franja de Gaza y no se detiene en su guerra contra Estados Unidos en Ucrania; cuando ve a Joe Biden compungido por el accionar de Israel, país al que apoya y conflicto que promueve desde las fauces del capital voraz de su país; y cuando uno entiende que todas las guerras son económicas y que a Eduardo Galeano le asistirá siempre la razón: “Ninguna guerra tiene la honestidad de confesar: yo mato para robar”, pues descubre que la política es una farsa y los políticos, obviamente, unos farsantes desvergonzados.

Pero no sólo ellos –ni más faltaba–, son farsantes. Los políticos son apenas otra demostración de la permanente y decadente condición humana. Hay farsantes por todo el mundo y a lo largo de todo el aberrante recorrido de la humanidad por el arte del timo, la estafa y las artimañas para hacerse, con qué más sino con dinero fácil.

Nada diferente a la guerra, que sólo complica un poco más el discurso. Hombres y mujeres que han hecho del engaño su profesión y, en algunos casos, su obra maestra y el boleto para inscribir su nombre en la historia. La ambición es el lugar común y está de ambos lados: el del embaucador y el del burlado. No debe sorprender a nadie que los tramposos jueguen con la codicia de la víctima y sobrepongan su inteligencia y toda su astucia a la violencia ramplona del ladrón o el raponero.

No hablaremos aquí –ni se hace en el libro en cuestión– de La farsante, una canción del mexicano Juan Gabriel que por poco es himno nacional en los despechados pueblos colombianos. Una de sus estrofas remite hoy a Tierra Santa, donde la gente se mata hace 75 años en el nombre de Dios: “Ya verás que hasta vas aprender, cómo debes amar a Dios en tierra ajena”; y menos de El pollo farsante, el restaurante ubicado en Pelotillehue, el pueblo de Condorito.

Se habla en el libro y con sobrados argumentos de la papisa Juana, una mujer que llegó al trono más alto de la institución más machista de la historia; de Thomas Alva Edison, un negociante que se endosó inventos de otros que él comercializó; de la madre Teresa de Calcuta, que no era de Calcuta y tampoco muy buena madre de los pobres y moribundos feligreses; y hasta del fraude electoral de 1970 en Colombia.

Los datos que logra recoger Jesús Antonio son tan asombrosos que llegan a parecer ridículamente absurdos, pero aun así lograron su cometido. Enunciaré sólo algunos, para que hagan el deber de buscar el libro:

La papisa Juana escaló todos los rangos de una jerarquía religiosa diseñada sólo para hombres y fue descubierta cuando dio a luz en plena vía pública, un hijo de su amante Lamberto de Sajonia, que por su nombre debió ser un gran… en fin. Hasta el reinado del papa León X se utilizó una silla con un agujero en las posaderas para palpar los testículos del sumo pontífice y evitar otro golazo.

Thomas Alva Edison no inventó ni la bombilla eléctrica, ni la silla eléctrica, ni el cine… lo que se inventó fue la relación con la prensa para comercializar sus líneas de producción. Eso sí hay que reconocerle, su idea de satisfacer el mercado siempre.

Víctor Von Lustig no sólo vendió dos veces la Torre Eiffel, sino que dejó un decálogo del estafador, del que sólo reseñaré el punto 1 y el 10: “Sé un oyente paciente” y “Nunca te emborraches”. Refinado, locuaz, encantador y de buenos modales, hablaba cinco idiomas con fluidez.

La madre Teresa de Calcuta dejaba morir no sólo a sus pobres pacientes a los que pedía resignación en un macabro culto al sufrimiento, sino a sus colaboradores; pero cuando ella necesitó atención médica voló en clase ejecutiva a hospitales privados de última generación. Recibió apoyo económico de dictadores, corruptos y otros estafadores. Al final de su vida dudaba de la existencia de Dios y su benevolencia.  

Un futbolista que jamás marcó un gol. Un dúo que jamás cantó y su única virtud era ser negros, europeos y bellos. El inventor de las pirámides… en Wall Street. El mayor farsante del ciclismo mundial con apellido de astronauta. Un falsificador de cuadros tan bueno que hoy los suyos se falsifican y se utiliza su técnica para describir si son falsificados. Un estafador de bancos que hoy asesora entidades financieras, al FBI y dicta clases, para que no los estafen mientras ellos estafan a sus clientes.

Un dictador colombiano puesto y depuesto por políticos liberales y conservadores al que democráticamente le robaron su elección. Y, entre otros varios personajes, un literato que embaucó editoriales con historias de vida que jamás vivió. Bueno, eso hacen casi todos los que escriben ficción, pero este libro es la realidad pura, dura y hasta graciosa.

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