Con la muerte del periodista Luis Carlos Cervantes en el municipio de Taraza, se confirma la despreocupación del gobierno nacional, para proteger a quienes decimos la verdad sin contemplación, sobre todo en lugares en los que no existen medios de comunicación que tengan la misma fuerza o sintonía que tienen en las grandes ciudades.
Por otra parte las trabas que para montar una emisora existen, pues todos sabemos que los concursos represados, no permiten ni siquiera que en muchos municipios existan emisoras comunitarias, y si las hay, su sintonía es mínima y los costos para mantenerse en el aire no son los adecuados, pues las pautas publicitarias no dan la base para su funcionamiento, razón que no permite que los periodistas de zonas municipales, podamos lograr una sintonía en donde seamos escuchados con fuerza en nuestras denuncias. Así las cosas un comunicador social periodista con bases universitarias nunca podrá ejercer su profesión en pueblos alejados. Ojala el ministerio de comunicaciones revisara estas normas, y abriera posibilidades de emisoras que de verdad contribuyan a mejorar los sistemas de comunicación con equidad.
Quienes hemos enfrentado como periodistas independientes, con nuestros propios esfuerzos la expresión de la verdad, de los sucesos, en los municipios colombianos en los que la gran prensa está ausente, nos vemos enfrentados y olvidados por defender a nuestros conciudadanos; con nuestras denuncias, sentamos un precedente que obliga a muchos a bajar la guardia, porque nos volvemos la piedra en el zapato, de quienes pretenden de una u otra forma, despilfarrar los dineros del pueblo ejerciendo la labor de corruptos vividores del erario público. Por lógica, quienes desde la clandestinidad defienden funcionarios públicos o partidos de cualquier color politiquero, terminan siendo los enemigos de los periodistas que denuncian los delitos.
La publicación de las 2orillas respecto a las amenazas y la persecución que enfrentó este héroe del periodismo en Taraza, me llevó a pensar en cuantos periodistas en las mismas circunstancias en estos momentos, están siendo amenazados en municipios lejanos, en donde nadie los escucha, ni saben que allí hay corrupción; Ser periodista en estos lugares es un riesgo, así nos apoyemos en el art 20 y 73 de la constitución, y la libertad que en Colombia existe sobre la profesión del periodista, al cual muchos llegamos por impulso o por deseo o por enamoramiento de una profesión humanitaria, al ver como se cometen delitos que buscan la impunidad.
Gracias a estos periodistas se abren muchas puertas para acabar con ese fenómeno, aunque la descomposición social no entiende cuanto valemos quienes lo hacemos exponiéndolo todo.
Igualmente los periodistas tenemos que recordar, a otros valerosos y frenteros periodistas que fueron inmolados por enfrentar la verdad a nivel nacional, y que aun después de tantos años ninguna autoridad ha sido capaz de decirle al pueblo colombiano quienes fueron los responsables de los genocidios, que convierten a estos mártires en celebres pensadores que nos dejaron huellas de verraquera para seguir defendiendo al pueblo y a las instituciones del estado, invadidas por la corrupción que hoy existe en Colombia.
Decir la verdad, denunciar el despilfarro inmisericorde de los dineros públicos, que no son más que los impuestos del pueblo, se ha vuelto una manía diaria de periodistas que denunciamos las actuaciones de los funcionarios corruptos, que sobrevaluan contratos, encarecen las obras, hacen firmar documentos en blanco para después llenarlos a conveniencia, utilizar los vehículos como negocios personales y cuanta fechoría se inventan y tapan unos con otros para no dejar huellas. Quienes denunciamos, terminamos siendo los enemigos de las alcaldías, gobernaciones e instituciones que manejan dineros públicos pues nunca somos bien recibidos; como de todo hay en la viña de Dios, también existen periodistas que comprometen a los demás cuando su actuación apoya la corrupción a cambio de dinero.
La fiesta del campesino se ha vuelto un sofisma de distracción que se convierte en burla para los campesinos o gente del común. Las sumas millonarias gastadas en estos eventos no le dejan nada al pobre que trabajo durante un año. El campesino, termina siendo una persona que no merece ni un vaso de agua; mientras, se han beneficiado de la fiesta: alcaldes, gobernadores, concejales, diputados y muchos invitados, entre ellos con todo respeto, algunos periodistas que después de los whiskys, se les olvida que su profesión es humanitaria y no alcahueta de los delitos públicos.
Los millones que los cantantes u orquestas se llevan y que debían ser invertidos en beneficios para la comunidad no le dejan nada al pueblo y en muchas ocasiones no se conoce quien pago la fiesta o cuanto se quedó debiendo. Lo cierto es que los miles de borrachitos inconscientes no saben que se lucraron los negocios de la conveniencia.
Denunciar estas anomalías por parte de los periodistas lo mismo aquellas en las que se debiera investigar de donde salen los dineros para pagar las campañas exageradas que no se registran, o el porqué los funcionarios aparecen con carros costosos, casas, fincas, y etc después de que eran pobres, no tenían ni cinco, y después son ricos y gamonales, se convierte en una lápida en la que solo quedara escrito el epitafio “Aquí yace un periodista mártir que nunca fue escuchado ni protegido”
A los familiares de Luis Carlos Cervantes paz en su tumba; su sacrificio no será en vano, pues la lucha por la libertad de prensa continuará como toda lucha, en la que los pueblos buscamos que la desigualdad social y la corrupción acabe algún día