Cuando a nivel de comunicaciones se habla de un líder de opinión, en el imaginario colectivo de quienes manejan el tema esta noción se refiere a alguien que tiene la capacidad de ejercer influencia en las actitudes o conducta de otras personas. Los líderes normalmente son vistos como accesibles, agradables, con buena reputación e incluso como buen ejemplo para sus admiradores, que de alguna manera se identifican con ellos. Ojo, que no estoy hablando de influencers.
La personalidad, el carácter y el estilo de un líder de opinión, así como la velocidad con la que debe enviar el mensaje sobre el cual quiere impactar, hacen que cada uno de ellos sea muy particular en su forma de expresarse, pues son fuente de información e influyentes de masas a través de los medios de comunicación y, en estos tiempos modernos, de las redes sociales, sobre las cuales parece no haber un “detente” serio y legal.
Lo anterior, ya que en Colombia son varios los líderes que a sabiendas de que cuentan con un gran número de seguidores, se convierten en agentes polémicos y se aprovechan de esto, especialmente cuando se lanzan en ristre, a veces de manera no correcta, contra otra persona, marca o institución. No hay comentarios a la altura de lo que proyectan, son irrespetuosos, mal educados y hacen más advertencias, burlas y hasta sentencias que por demás no les corresponden. Eso es lo que los hace malos líderes de opinión, pues el daño que pueden causar no tiene valor moral, pueda que luego de un largo pleito legal por afectación reputacional, el daño sea resarcido económicamente, pero, finalmente y ante el impacto inicial, “el daño está hecho”.
¿Cómo es posible que un líder de opinión se refiera a los dirigentes de Estado con palabras como cerdo, comprado, ladrón, bobo, bruto, etcétera?, ¿cómo es posible que digan que todos los militares son iguales, que todos los policías hacen lo mismo, etcétera? Es cierto que hay consenso de que nuestros dirigentes e instituciones deben ser rectos, que no debe haber más corrupción, que si cometen errores los deben pagar con creces y que si hay víctimas de por medio, aún más, debe haber remuneración, reparación, justicia y perdón. Sin embargo, pareciera que los líderes de opinión quisieran seguir adelante, creando polémica, solo pisoteando y maltratando a aquellos que se deben llevar al banquillo.
¿Cómo podemos pedir paz y menos polarización si nuestros líderes de opinión se encargan de hacer todo lo contrario? Una cosa es denunciar y multiplicar un mensaje que impacte en la comunidad y que cause un efecto favorable para descubrir la verdad y obligar a quienes actuan mal enmendar; pero otra cosa muy distinta es irrespetar y reproducir los malos hábitos de atacar sin ética y de manera soez a aquellos personajes públicos que, como se dice en el argot popular, la embarraron.
Con eso claro, la pregunta es: ¿por qué los líderes de opinión, que se suponen deben manejar altura en sus mensajes y construir país, se dejan contaminar por las redes sociales y terminan polarizando aún más?, ¿no se han dado cuenta de que esto los hace malos líderes de opinión?