El paro de maestros que se viene presentando en el país hace cada vez más visible la urgencia de que estar en las calles para exigir condiciones dignas de vida cobra vigencia. Pues los maestros cuentan con salarios miserables, tienen que aguantar las malas condiciones de salud propia de un sistema que se encuentra en cuidados intensivos, y ni qué decir de la mala infraestructura de muchas instituciones, aulas hacinadas con más de 40 estudiantes y en general de las inestables condiciones que maestros de los colegios oficiales enfrentan día a día, una profesión mal remunerada, poco reconocida y con la remota atención parece, del estado y este gobierno por sus maestros.
El paro significa el cansancio de negociar y negociar sin ser atendidas sus peticiones, es legítimo demostrar en las calles que están vivos, que la lucha se tiene que visibilizar, que sus reclamos son justos, que el movimiento de maestros es una apuesta política. No se vale ser juzgados por estar en la calles exigiendo mejores garantías para su quehacer educativo y formativo, que requiere atención del gobierno, que entienda que los maestros están comprometidos por una mejor educación para las generaciones presentes y futuras del país, pero que requieren también de su real compromiso.
El compromiso de los maestros por transformar las condiciones de los estudiantes, los escenarios educativos y su profesión siguen presente. Pero esto debería ser una apuesta de país, pues en las aulas las experiencias y el acompañamiento que hacen a los estudiantes está directamente relacionado a enfrentar las más adversas situaciones de guerra, pobreza, desplazamientos entre muchas otras situaciones en la que han estado sumidos los humildes y excluidos de este país.
No puede permitirse que el sistema educativo siga matando la ilusión que recorre el corazón de las generaciones que eligieron esta profesión de ser MAESTROS como su proyecto de vida, que ya no los apasione, que ya no le apuesten a contribuir a la construcción de un mejor país a través de la educación, porque ser maestro castra, cansa y no tiene valor. Cada vez están esas voces que susurran esa carrera no es conveniente, en este país no sirve de mucho ser maestro.
Seguro son tantas las apuestas de esos maestros y maestras críticos que defienden sus ideales y sueños de una Colombia diferente donde la educación sirva para la construcción de la paz, la justicia, la democracia, la autonomía, el pensamiento crítico y reflexivo y la vida digna de los propios maestros. Por lo tanto las demandas de estos son tan válidas y justas como la de los compañeros de Buenaventura, chocó y la sociedad que está en mora de tomarse las calles para la exigencia y defensa de la implementación de los acuerdos de La Habana que se han visto afectados con el fallo de la corte constitucional que en palabras de las FARC –EP “El fallo contiene el peligro de renegociar una vez más el acuerdo en el Congreso y por qué no decirlo, de estimular el saboteo de su desarrollo normativo, como ha sido intención y manifestación declarada de los sectores de la ultraderecha que tienen asiento en esa corporación”.
Bienvenidas pues todas esas expresiones de inconformidad por las justas demandas de los diferentes sectores de la sociedad que finalmente no distan unas de otras, ya que los reclamos por una educación y condiciones de calidad para estudiantes y maestros, por mejorar las condiciones de vida de los pobladores de la regiones , por la apuesta de la implementación de los acuerdos de La Habana como una gran posibilidad de transformación del país y sus territorios son definitivamente la apuesta por lograr una vida digna para todas y todos los colombianos.
