Los paros de maestros se han convertido en un mal necesario. También son indeseados, resultan costosos para todo el mundo, los padres de familia los consideran una tragedia que trastoca la organización cotidiana de la vida familiar. Sin embargo, en buena parte es gracias a los paros del magisterio que los colombianos hemos podido lograr lo que hoy tenemos en materia de educación.
Asuntos esenciales como la nacionalización de la educación se deben en buena parte a la lucha de los maestros. En los años 60 la educación secundaria era responsabilidad de los departamentos y cada uno tenía una pobre educación del tamaño de la pobreza de los departamentos de entones, que eran la gran mayoría. En el Chocó a los maestros se les pagaba con cajas de aguardiente Platino el cual debían vender por su propia cuenta en tiendas y bares, Era la época de los paros y las huelgas locas. Cada sindicato debía organizar el suyo para que la administración departamental los atendiera. Gracias a la lucha y presión del magisterio, a numerosos paros, se logró que en 1975, Ley 43, el gobierno accediera nacionalizar la educación primaria y secundaria.
La eliminación del clientelismo en el nombramiento de maestros también es obra de los educadores. Tanto en el Estatuto Docente de 1977, como en la Ley General de Educación, los maestros han defendido los concursos docentes como el único mecanismo valedero para vincular a un maestro a la educación pública. El nombramiento de maestros sin el lleno de los requisitos y a dedo era el coto de caza de políticos en municipios y departamentos. De igual manera el traslado de un maestro del campo a la ciudad o a la cabecera municipal era parte del poder de los políticos que lo aprovechaban para su particular usufructo.
Quienes acusan al magisterio de ser unos “gana panes”, dedicados únicamente a luchar por sus salarios y prestaciones es bueno recordarles que la actual Ley General de Educación fue propuesta por los maestros. Luego de varias movilizaciones, Fecode logró que el gobierno del presidente Gaviria aceptara negociar y tramitar ante el Congreso la aprobación de la nueva Ley, que consagra, entre otros, dos asuntos esenciales, la educación como un derecho fundamental y la obligatoriedad de la jornada completa de 8 horas o jornada única en todos los colegios públicos del país. La Ley General de Educación fue “vuelta trizas” mediante reformas posteriores, especialmente en los gobiernos de Andrés Pastrana y los dos periodos de Uribe, que le fueron quitando todo lo progresivo y revolucionario ella tenía, hasta convertirla en un Frankenstein.
En los años 80 los maestros y Fecode desarrollaron una iniciativa en favor de la transformación de la educación. Le propusieron al país y a los propios maestros dedicar lo mejor de sus energías a lograr una mejora y transformación sustancial de la enseñanza, tanto en sus métodos como en sus contenidos, y rescatar la pedagogía como una herramienta esencial en su labor educativa. Fue un movimiento por la transformación de la educación desde las aulas, desde el quehacer diario de los maestros. Buena parte de sus reivindicaciones quedaron consignadas en la Ley General de Educación. El gobierno nunca les paro bolas, ni apoyó tan constructiva iniciativa, prefirió a los asesores internacionales expertos en la economía de la educación, seguramente porque no estuvo acompañada del tradicional y obligado paro.
A diferencia de los otros muchos paros, el actual paro de los educadores es por un problema esencial: la financiación de la educación pública. La exigencia de que el gobierno destine más recursos a la educación, como única forma de salir del atraso y la pobre educación que hoy reciben la inmensa mayoría de los niños y jóvenes colombianos. Una de las mayores e inaceptables inequidades de nuestra sociedad. Un asunto esencial para el logro de la paz duradera que todos reclamamos.
Lo que los maestros están pidiendo es algo tan elemental como necesario: que se aumente los recursos para la educación, que el país destine un mayor porcentaje de su riqueza, de su Producto Interno Bruto, a la educación.
Según cifras del propio Ministerio de Hacienda, Colombia destina el 3 % del PIB a la educación (2013), mientras países como Venezuela destina el 5,5 %, Chile el 4,5 %, panamá el 3,2 % y Guatemala el 3,1%.
El gasto promedio en Colombia al año por estudiante es de 1200 dólares,
mientras que el de Chile, Argentina y Brasil es de 3729 dólares para primaria
y 5266 dólares para secundaria
El gasto promedio en Colombia al año por estudiante es de 1200 dólares, mientras que el de Chile, Argentina y Brasil es de 3729 dólares para primaria y 5266 dólares para secundaria.
El presidente Santos hoy es víctima de su propio invento. En su condición de ministro de Hacienda de Pastrana, y Cecilia María Vélez como ministra de Educación, logró reducir el porcentaje de la educación en el Sistema General de Participaciones. Mediante el Acto Legislativo 01 de 2001 y la Ley 715 de 2001 desligaron los recursos del sector educativo de los ingresos corrientes de la nación (ICN). El llamado equilibrio fiscal que buscaba el ministro Santos se impuso a costa de recortar el presupuesto de la educación. En efecto, se pasó de invertir el 32 % de los ICN en el año 2000 a solo un 22 % en 2016.
Lo que los maestros reclaman hoy es el cumplimento de una promesa de campaña del presidente Santos. En el 2014, Fecode le presentó al candidato presidente una propuesta para aumentar el PIB en educación del 3 % al 7 % durante su cuatrienio de gobierno. El presidente sin pensarlo mucho y urgido del respaldo electoral de los maestros, entusiasmado aumentó la propuesta que le hacían los maestros al 7,5 del PIB. El presidente una vez electo se olvidó de su promesa, pero los maestros no.
Independientemente del resultado final de las negociaciones en curso, los maestros han logrado un gran triunfo, poner de presente el problema esencial de la educación hoy: la urgente necesidad de aumentar los recursos para la educación pública, sin los cuales no es posible resolver los grandes problemas y los grandes desafíos como la implementación de la jornada única en todos los colegios públicos, atender las necesidades de la alimentación escolar, mejorar sustancialmente el salario de los maestros, transformar las facultades de educación para alcanzar una mejor formación y desempeño de los educadores, alcanzar una educación pertinente y de mayor calidad. Sin destinar más dinero para la educación estos asuntos esenciales de la educación se quedarán en promesa electoral, en letra muerta, en meras ilusiones.
El país está en mora de afrontar en serio y a fondo el problema de la educación.
Y un asunto esencial es su financiación.
De no hacerlo persistirá la inequidad, una educación pobre para pobres
El país está en mora de afrontar en serio y a fondo el problema de la educación. Y un asunto esencial es su financiación. De no hacerlo persistirá la inequidad, una educación pobre para pobres y Fecode volverá a los paros, como el único doliente que tiene la educación pública, porque los partidos políticos y los gobiernos de turno solo les interesa como anzuelo de campaña, como recurso retórico para atraer incautos, para no hablar de los corruptos que hoy tienen la educación convertida en una cloaca.