Las elecciones presidenciales que se realizarán el próximo 27 de mayo han suscitado un sinnúmero de emociones que reflejan la situación actual de este país. Por un lado se encuentran los de derecha con aciertos y desaciertos; por el otro, están los de izquierda con su búsqueda de equidad e igualdad que puede llevar al país al desequilibrio y el desconcierto, y por último, los de centro con un discurso poco sostenido y débil que muestra la poca solidez de sus argumentos.
Todo esto hace que estos últimos tiempos de campaña se conviertan en cruciales para quienes desean ocupar la Casa de Nariño. Esta situación se refleja sin duda alguna en las últimas grandes encuestas sobre la intención de voto, allí se reflejan situaciones particulares como por ejemplo que los jóvenes entre 18 y 24 años, en su mayoría estudiantes, votarían por la izquierda o en blanco, tendencia producto de un discurso en particular que busca llamar a esas personas cansadas de los mismos caciques políticos.
Si buscamos una causa a este fenómeno, emerge inmediatamente todos los años de olvido en que se ha sumido a la educación en Colombia, gobierno tras gobierno se viene maltratando de manera sistemática al gremio de la educación a pesar de haber sido siempre bandera de campaña. Un ejemplo es el actual gobierno que a voz fuerte promulgó que la educación sería uno de los tres pilares fundamentales de su plan de gobierno, pero realmente no fue así: nuevamente el magisterio fue engañado y la educación reiteradamente olvidada, generando un sentimiento de repudio, indignación e impotencia por parte de los docentes en contra todos los gobiernos. Dicho sentimiento se ha ido permeando en la conciencia de los estudiantes, quienes directamente sufren la desidia del Estado y ven en sus docentes un guerrero humillado e irrespetado.
Esos jóvenes, estudiantes universitarios, y sus docentes han sido protagonistas de manifestaciones en contra de las clases dirigentes tradicionales, evidenciando esta animadversión en su preferencia por el de izquierda, quien día a día crece en favoritismos y llena plazas, lo cual ha prendido las alertas en los partidos y alianzas tradicionales. Sin embargo, ojalá el remedio no sea peor que la enfermedad, porque la solución no está en la promesa históricamente rota, sino en el compromiso serio con la educación de un país,con la dignificación del docente y una real inversión en la educación, la cual no debería ser esa ínfima parte del P.I.B (3.3%), muy alejado de lo que invierte Dinamarca, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Finlandia o Chile (invierten el doble).
Ahora bien, el nuevo paro de 48 horas convocado por Fecode entre el 9 y 10 de mayo es producto del incumplimiento al acuerdo firmado el 16 de junio de 2017 con el MEN, que buscaba mejoras salariales, prestacionales, de reconocimiento y posicionamiento de la carrera docente, así como también garantizar los recursos de financiación de la educación pública y con calidad. Nuevamente el gobierno falló y los candidatos presidenciales están al asecho de esa franja ancha de votantes del gremio docente, que arrastran a ese voto joven del que hablan las encuestas.
Con eso claro, los políticos de turno no deberían ver al docente como aquel simple asalariado que cumple una jornada laboral, sino como una máquina transformadora de conciencia y pensamiento crítico en sus estudiantes, convirtiéndose en una seria amenaza para sus intereses, por eso es mejor tratar bien a la educación y a sus docentes, porque de lo contrario terminan desatando una fuerza electoral oculta y sin precedentes que pondría desde un edil hasta un presidente.