Después de 26 días de protesta, las comunidades indígenas, campesinas y afros del Cauca y de resguardos del Huila, Valle del Cauca, Caldas y Risaralda (Colombia) lograron un acuerdo con el gobierno para despejar la carretera Panamericana, única vía de comercio internacional con el sur del continente.
La minga no ha terminado. El plato fuerte será el debate público con el presidente Duque que han exigido las comunidades desde los inicios de la protesta. Posiblemente se realice este martes 9 de abril. Debe ser el escenario para que la opinión pública conozca las reivindicaciones de los pueblos indígenas y campesinos del Cauca en temas de paz, medio ambiente y modelo de desarrollo.
Aunque falta ese sustancial remate, se puede elaborar desde ahora un balance de esta gesta popular. Los dirigentes de la minga han dicho que esa lucha no se detiene, que continuará “caminando la palabra” y propiciando encuentros y acciones para profundizar las luchas sociales que durante tanto tiempo estuvieron represadas por efecto del conflicto armado.
Es bueno precisar el tipo de balance. Hay quienes valoran los resultados de la lucha con base en los logros tangibles, especialmente los recursos obtenidos para inversión social. Es la visión del gobierno y de aquellos sectores que todo lo miden con dinero. También están los que tasan los logros en hectáreas de tierra comprometidas para ser entregadas a las comunidades que, aunque es un tema importante, es secundario frente a la necesidad de una verdadera política de democratización de la propiedad de la tierra.
En ese sentido se podría decir que el balance es satisfactorio, aunque no suficiente. La mayoría de esos recursos estaban asignados, pero no asegurados. Ahora viene la tarea de impedir que se queden enredados en los trámites burocráticos que tienen la función de impedir que los recursos lleguen a las comunidades.
La clave está en el balance político. La reacción del expresidente Uribe por medio de “trinos” (Twitter) mostrando su inconformidad con la firma de los acuerdos y la disposición del presidente Duque a encontrarse y dialogar con la minga, dejan ver quién salió derrotado. Uribe se atreve a exigir masacres y las justifica como ejercicio de autoridad frente a “protestas terroristas” (ver).
Que se haya logrado distanciar a Duque de las posiciones del expresidente Uribe que lo llevaron a comprometerse con una posible guerra con Venezuela, podría considerarse el gran logro político de la minga. Ese avance debe ser profundizado por el conjunto del movimiento social –sin bajar la presión– y hacerle entender al gobierno y a la sociedad colombiana, que la protesta es una herramienta democrática, que nadie está interesado en desestabilizar al país, y que debemos continuar por el camino de la paz.
Quienes acusaron a los dirigentes de permitir la infiltración terrorista de la minga, fueron derrotados. Quienes quisieron deslegitimar la lucha de las comunidades acusando al Cric de presentar solicitudes desmesuradas, fueron vencidos. Quienes pretendieron desconocer los reiterados incumplimientos del Estado, fueron desenmascarados. La minga fue legitimada y nuevas “mingas” surgen por todas partes.
Otro gran logro, quizá el principal para quien esto escribe, tiene carácter social-organizativo. Por primera vez las comunidades indígenas, campesinas y afros del Norte del Cauca realizan un ejercicio de este tipo en forma unificada y organizada. Fortalecer esa unión pensando en construir procesos autónomos de desarrollo en lo político, económico y cultural, será el siguiente paso para avanzar por nuevos caminos que se constituyan en la superación de las experiencias que han fracasado en América Latina.
La minga se mostró como una experiencia autónoma de las comunidades. Recibió el apoyo y solidaridad de organizaciones y dirigentes políticos, pero se negó a ser instrumentalizada por la dinámica electoral. Eso es magnífico y muy alentador. La fuerza social debe mantenerse autónoma y no delegar su fuerza a partidos o representantes políticos que, después, así ellos no lo quieran, en el ejercicio de gobierno diluyen y derrotan la fuerza popular, como ha ocurrido en Brasil, Venezuela, Ecuador o Bolivia.
Algunos dirán que el ejercicio de la minga debilitó la realización del llamado “paro nacional” programado para el 25 de abril, pero habría que decir que si en verdad existiera la fuerza para hacerlo con contundencia, las organizaciones que lo convocan se habrían sumado a la minga con toda la decisión y determinación. Con el simple parroquiano decimos: “Más vale pájaro en mano que cien volando”.