Hace poco pude ver una biografía del expresidente ecuatoriano Abdalá Bucaram; no sé si exista registro en Latinoamérica de otro mandatario más excéntrico; era maestro de ceremonias en los reinados, andaba en las tarimas con los iracundos, mando a sellar las bolsas de leche con su nombre, bailaba cumbia con la banda presidencial puesta; hacía chistes y mímicas, nunca tuvo un plan de gobierno. Llegó al poder gracias al renombre que le dio el presidente Jaime Roldós Aguilera, a quien considero el más grande orador del Ecuador; pero cansado, el pueblo ecuatoriano decidió despedirlo 8 meses después de su posesión.
Hoy, miramos absortos los disparates de algunos alcaldes, no menos excéntricos y con ínfulas de presidentes, es más la importancia que les da la ciudadanía que la relevancia de sus gestiones. En el caso puntual del alcalde desnudista muchos demandan sanciones inmediatas por parte de los órganos de control; salvo mejor criterio creería que no se configura falta disciplinaria por la elemental ilicitud sustancial. aparte del reproche político, la censura pública e incluso el reato moral que pueda sentir el involucrado es mejor pensar bien antes de depositar un voto. Esas elecciones emocionales donde se privilegia el deseo sobre la razón son las que suelen dejar más resacas a los electores que a los gobernantes.