El 14 de marzo, en los juzgados de Majadahonda, un hombre acostumbrado a la presión de los estadios se enfrentó a una audiencia diferente. Gerard Piqué, exdefensor del FC Barcelona y figura emblemática del fútbol español, se presentó ante la jueza Delia Rodrigo. La fiscalía lo investiga dentro del caso conocido como ‘Supercopa'.
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Durante la declaración, Piqué rompió en llanto. Su imagen contrastaba con la fortaleza que solía mostrar en el terreno de juego. Una imagen con la que le recordaron a Shakira, su exesposa, quien tras la ruptura del matrimonio se le oyó decir, cantar y gritar ante el mundo que las mujeres ya no lloran, sino que facturan.
El exfutbolista defendió con vehemencia la legalidad de las comisiones que su empresa Kosmos recibió por haber intermediado en el traslado de la Supercopa de España a Arabia Saudita. Piqué argumentó que el 10% es una cifra habitual en este tipo de negociaciones.
La historia que llevó a Piqué a este punto comenzó en 2019, cuando la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) buscaba nuevas fórmulas para revivir la Supercopa. La propuesta de trasladar el torneo a Arabia Saudí surgió como una oportunidad lucrativa tanto para la federación como para el fútbol español en general. Fue en ese punto en el que entró al juego Kosmos, la empresa de Gerard Piqué. Ellos actuaron como intermediarios en las negociaciones. Todo terminó en un acuerdo para celebrar el torneo en el país árabe durante diez ediciones. Fueron 400 millones de euros para la federación española y 40 millones para Kosmos.

Lo que en un principio fue un éxito empresarial y deportivo, luego se convirtió en un entramado de sospechas y acusaciones. La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil elaboró un informe en el que señalaba a Piqué como "parte activa" en las negociaciones, sugiriendo que su intermediación podría haber favorecido más a la RFEF que a la empresa saudí SELA, contraparte en el acuerdo. Un negocio que para la Fiscalía podría implicar posibles delitos de corrupción y administración desleal.
Durante su comparecencia, Piqué negó rotundamente haber pagado a la Federación, en su momento bajo la presidencia de Luis Rubiales, para facilitar el traslado de la Supercopa a Arabia Saudita. El exfutbolista también rechazó cualquier irregularidad relacionada con la comisión anual de 4 millones de euros que Kosmos recibió por su intermediación. Visiblemente afectado, Piqué lamentó el daño que esta investigación ha causado a su nombre, destacando que lleva más de un año siendo objeto de escrutinio público y judicial.
Para respaldar su defensa, Piqué presentó al juzgado 15 facturas que suman 12 millones de euros, emitidas a SELA por los servicios de intermediación de Kosmos. Estas facturas buscan demostrar que los pagos provinieron de la empresa saudí y no de la RFEF, lo que, según su versión, evidenciaría la legalidad de las comisiones percibidas. No obstante, la Guardia Civil mantiene que la intermediación de Kosmos se realizó en beneficio de la RFEF, lo que podría alterar la naturaleza legal de las comisiones.
Más allá de las cifras y los contratos, este caso pone de relieve las complejidades que surgen cuando las fronteras entre el deporte, los negocios y la ética se difuminan. La figura de Piqué, admirada por su desempeño en el campo y su visión empresarial, se encuentra ahora en el centro de una tormenta mediática y judicial que cuestiona no solo sus acciones, sino también el modelo de gestión del fútbol moderno.
Mientras la investigación sigue su curso, queda en el aire la pregunta de si este episodio será recordado como una mancha en la carrera de Piqué o como una prueba más de las dificultades que enfrentan quienes transitan entre el deporte y los negocios. Lo cierto es que, en los juzgados de Majadahonda, el exfutbolista mostró una faceta desconocida para muchos: la vulnerabilidad de quien se sabe bajo la lupa, no por sus habilidades deportivas, sino por sus decisiones fuera del campo.
En última instancia, el 'caso Supercopa' trasciende la figura de Gerard Piqué y plantea una reflexión más amplia sobre la transparencia y la integridad en el mundo del deporte. A medida que el fútbol se convierte en una industria global multimillonaria, las líneas que separan el juego limpio de las prácticas cuestionables se vuelven cada vez más difusas, desafiando a las instituciones y a la sociedad a replantearse qué valores deben prevalecer en el deporte rey.
Por ahora, Piqué espera que la justicia determine su responsabilidad en este complejo entramado, mientras el mundo del fútbol observa atento, consciente de que el veredicto podría sentar un precedente sobre cómo se manejan las relaciones entre deportistas, federaciones y negocios en el siglo XXI.
El desenlace de esta historia aún está por escribirse, pero su desarrollo ya ha dejado al descubierto las tensiones cercanas a un deporte que, aunque nació como un juego, hoy se encuentra profundamente entrelazado con los hilos del poder y el dinero.