Dice que nuestra sociedad perdió el rumbo de la fantasía por darle prioridad a una filosofía utilitaria y de consumo, que es bueno disfrutar de la lectura y atreverse a imaginar los paisajes y las acciones que proponen las palabras cuando navegamos por los oleajes del libro.
Considero que la publicación de libros en Colombia es un proceso complejo, porque las leyes del mercado se enfocan en la búsqueda de ventas exitosas ligados a nombres reconocidos, pero dejando por fuera talentos que no han podido acceder al universo editorial.
Dice que los temas de sus libros los encuentra en la cotidianidad vista con la perspectiva de la magia y la fantasía, que es lo que básicamente enseñan los mitos de creación, la leyenda y el cuento popular.
Eso y más afirma en esta entrevista el escritor bogotano Celso Román, autor de un importante número de libros dirigidos a los niños y los jóvenes –la llamada literatura infantil, concepto que, en realidad, no dice mucho– como El puente está quebrado, Jaguar de luz y águila de fuego, Los animales fruteros, El barrio y El libro de las ciudades, entre otros.
Celso Román es un escritor que le apuesta a la fascinación de las mentes infantiles, que habla con claridad y sencillez en la línea de los grandes escritores, un caballero en el sentido literal de la palabra. Los invitamos para que nos acompañen en este diálogo con un creador, de los más importantes que tiene el país en materia de libros para niños.
Sus años de formación, ¿cómo llegó usted al mundo de los libros? ¿Su familia ejerció algún tipo de influencia?
Pienso que todo escritor se forma a partir de sus experiencias de la infancia y yo tuve la suerte de pertenecer a una familia numerosa -nueve hermanos- hijos de una familia conformada por un padre profesional y una madre graduada como educadora normalista.
Siempre hubo libros en la casa y la cercanía de los libros se dio como algo natural, pues mis padres fueron excelentes lectores y siempre tuvimos en ese hogar colecciones de cuentos infantiles de diversos países, que nos dieron la oportunidad de acercarnos a la fantasía y desarrollar la imaginación.
Usted es un escritor de literatura infantil, algo que personalmente considero muy complejo, ¿qué factores determinaron esa inclinación, quiero decir, escribir en lo que la tradición llama literatura infantil?
Siempre he considerado que el establecimiento de categorías en el universo de la literatura es parte de la herencia que nos dejó Aristóteles cuando clasificó el mundo en reinos y posteriormente el espíritu de la Enciclopedia del Siglo XVIII dividió el universo conocido en “compartimientos estancos”, es decir, secciones incomunicadas entre sí para poder estudiarlos individualmente.
La Literatura también se dividió en infantil, juvenil, para adultos… en una clasificación por edades que en nuestros días se ha generalizado debido al creciente mercado del libro en el mundo escolar. El escritor Jairo Aníbal Niño decía que la única división posible era entre “Literatura buena y literatura mala”, obviamente guardando proporciones entre manejo del lenguaje y contenidos, pues hay poemas de Federico García Lorca y haikus de la poesía japonesa que perfectamente pueden ser disfrutados por los niños.
En mi caso particular siempre disfruté de los cuentos populares, las leyendas del mundo y los mitos de creación, que me llevaron a seguir ese camino de relatar el mundo a niños y jóvenes, como si quisiera compartir las experiencias que me marcaron tan profundamente en la infancia.
¿Es complejo publicar libros para niños en Colombia?
Considero que la publicación de libros en Colombia sí es un proceso muy complejo, porque las leyes del mercado siempre van en busca de las ventas exitosas ligados a nombres reconocidos, dejando por fuera talentos que no han podido acceder al universo editorial.
En mi caso tuve las oportunidades de publicación al enviar mis obras a diversos concursos y obtener los premios que me abrieron caminos en el mundo del libro, tales como el Premio Enka para Los amigos del hombre; el Premio Norma Fundalectura para El imperio de las cinco lunas; el Premio Bogotá Capital Iberoamericana de la Cultura para Entre amigos; el premio ACLIJ para Las cosas de la casa, además del premio de la Fundación José Martí de Costa Rica, para la totalidad de mi obra, entre otros.
¿Escritores que admira Celso Román? ¿Por qué?
Soy un admirador de todos los desconocidos sabios indígenas y campesinos que recopilaron para la posteridad mitos y leyendas, pues nos dejaron un legado que consolida nuestra identidad como americanos. Con el transcurso del tiempo, y en el proceso de la lectura aprendí a amar los escritores del llamado “boom” de la literatura americana, que marcaron a nuestra generación, donde destaco fundamentalmente a García Márquez, Rulfo, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Cortázar y tantos otros que abrieron las puertas de la nueva realidad marcada por la magia de un territorio en conflicto constante.
Otras fuentes de formación fueron los escritores de la llamada “generación entre dos guerras” –Faulkner, Dos Passos y Hemingway– a quienes devoramos en una lectura insaciable, que me llevó luego a Joyce y más adelante a las raíces de la lengua inglesa con Shakespeare y de la española con el maravilloso Quijote de Cervantes.
Celso estudió Medicina Veterinaria, ¿cómo compagina esa profesión con la escritura?
La formación en Medicina Veterinaria me llevó a comprender el mundo desde una perspectiva científica, donde la Naturaleza me mostraba su voz, que poco a poco me trasladó a la comprensión de nuestra relación como seres humanos con el medio ambiente. Esto me permitió trabajar no sólo como educador ambiental, sino como conservacionista de bosques y fauna.
El encuentro entre la Medicina Veterinaria y la literatura llegó de manera muy natural, reflejándose en los personajes de muchos de mis libros; menciono por ejemplo a Los amigos del hombre, cuyos protagonistas son un perro, un caballo, un gato y un gallo; Claude Véricel, el amigo de los animales es la historia del primer médico Veterinario que vino a Colombia hacia 1885 para fundar la primera escuela de esa especialidad en el país.
Profundicemos en el tema de sus libros: Los amigos del hombre, El imperio de las cinco lunas, Las cosas de la casa, El gusanito investigador y muchos otros títulos, ¿de dónde nacen las ideas para crear ese mundo literario para los pequeños?
Pienso que los temas de mis libros vienen de la cotidianidad vista con la perspectiva de la fantasía y la magia, que es lo que básicamente nos enseñan el mito de creación, la leyenda y el cuento popular. Soy un convencido de que las fuentes de inspiración de todo artista están enraizadas en las experiencias de vida –llámense infancia, adolescencia, vida adulta, madurez– a las cuales se suman muchas veces los sueños y el deseo de transformar el mundo con la palabra. Creo que es posible “contar el mundo” a los niños y jóvenes con la misma sencillez con la que antaño, alrededor del fuego del hogar se transmitían los conocimientos de la tribu humana a los más jóvenes. Posteriormente fui aprendiendo que los cuentos populares nos preparaban para ser los héroes de una aventura que se llama “la vida”, como lo analizaron Vladimir Propp en su Estructura del cuento popular; Bruno Bettelheim en su Sicoanálisis de los cuentos de hadas y Joseph Campbell en El viaje del héroe. Esto puede continuar para contribuir a que las nuevas generaciones puedan comprender este universo que les ha correspondido vivir.
Fue así como surgieron Los amigos del hombre un viaje mágico de cuatro animalitos en busca de ayuda para un hombre enfermo; en El imperio de las cinco lunas desarrollo una saga con la estructura del héroe en busca de su destino, que tienen como escenario nuestra realidad geográfica y natural desde una perspectiva de aventuras con personajes de leyendas; Las cosas de la casa propicia una mirada mágica a los objetos cotidianos dándoles una explicación mágica, a la manera del mito de creación utilizado ancestralmente por las diversas culturas humanas. El gusanito investigador es un viaje por las relaciones humanas deterioradas por la cotidianidad y enmarcadas en la búsqueda de recuperar valores entre los miembros de una familia y la necesidad de valorar con respecto seres de la Naturaleza como el loro prisionero y las mascotas del hogar.
¿Cómo es un día de trabajo en la vida de Celso Román? ¿Cuenta con alguna rutina de escritura?
Me gusta el amanecer para trabajar. La vida me ha dado la oportunidad de habitar un lugar de clima cálido en Casanare, donde los amaneceres se acompañan con una sinfonía de cantos de pájaros, a veces con el rumor de la lluvia, otras veces con el viento cantando entre los árboles. Iniciar labores de escritura desde la madrugada tiene la enorme ventaja de la tranquilidad, sin sonidos de teléfonos o motores de vehículos y en un espacio amable, con música clásica, sin interrupciones. Así logro una atmósfera propicia para la creación, especialmente en estos tiempos de pandemia y de encierro que nos obligaron a permanecer más tiempo con nosotros mismos.
Se habla mucho del espíritu de los niños –Friedrich Nietzsche lo hace como una metáfora de las transformaciones del espíritu–, ¿qué piensa de conservarse niño hasta la adultez y aún más allá?
Estoy convencido de la importancia de no perder el espíritu de fascinación, maravillamiento y fantasía que tienen los niños. Uno de los rasgos que caracteriza a la sociedad actual es precisamente la pérdida de la capacidad de asombro al perder la relación amorosa con la Naturaleza, la Madre Tierra, Pachamama de nuestros indígenas. Puedo afirmar que ese distanciamiento se manifiesta en la crisis de identidad de los grupos sociales que han perdido los vínculos con la infancia, en aquello que Rainer María Rilke definía como “la verdadera patria de todo hombre”.
Nuestra sociedad perdió el rumbo de la fantasía por darle prioridad a la filosofía de acumular y enriquecerse a toda costa, volviéndonos gente de mal genio, de pensamiento negativo, incapaces de amar, negadores de toda alegría.
La Literatura es necesaria para que le quitemos al alma esa “caparazón de concreto” que nos volvió insensibles, mencionada por Antoine de Saint-Exupèry en su Vuelo de noche.
¿En qué proyectos trabaja actualmente?
En este momento estoy finalizando un libro que tiene como escenario el Amazonas, espacio vital del planeta que se encuentra en gran peligro de destrucción y deterioro debido precisamente a la ambición humana por tomar los recursos naturales y volverlos mercancía. Es el resultado de un viaje de varios meses en un refugio de vida silvestre en las cercanías de Leticia, donde tuve la oportunidad de presenciar “de primera mano” el deterioro ambiental y la pérdida de valores culturales en algunos pueblos indígenas.
Recomendaciones que Celso Román les envía a los niños de Colombia para que amen y se apasionen por la lectura.
Propongo el acercamiento a los libros con el alma abierta y el corazón atento, como quien entra por una puerta mágica que nos lleva hacia lugares jamás imaginados, donde pueden ocurrir las cosas más maravillosas. Esa entrada a la fantasía a través de la lectura puede llevarnos al pasado con la leyenda, la novela histórica y las biografías; podemos visitar mundos maravillosos con los libros de aventuras, e incluso viajar a otros planetas con la ciencia ficción y la literatura fantástica.
Recomiendo estar siempre acompañado por un libro, pues quien tiene esa maravillosa compañía jamás va a sentirse solo. Los libros salvan vidas y ponen alas al corazón para trascender cualquier encierro y con mayor razón en estos duros tiempos de pandemia.
Sugiero disfrutar de la lectura, atreverse a imaginar los paisajes y las acciones que proponen las palabras cuando navegamos por los oleajes del libro. Somos exploradores del universo que seamos capaces de imaginar.
Soy partidario de proponer a niños y jóvenes “leer el mundo”, es decir, aprender a percibirlo y disfrutarlo con todos los sentidos para ser conscientes de él: en sus colores, aromas, sabores, texturas y sonidos. Hacer conciencia del entorno cuando las palabras nos traigan esas imágenes a la mente, pues así enriquecemos nuestro pensamiento y desarrollaremos la imaginación.