Otro de los libros que Lola mi gata me invita a leer en estos días de cuarentena es este libro que escribió un gran amigo, investigador argentino, radicado en Colombia, el maestro Juan Carlos Pérgolis, sobre el deseo de modernidad en cinco ciudades colombianas: Bogotá, Medellín, Barranquilla, Cartagena, Barranquilla y Ciénaga.
Y su lectura me hace recordar una rotunda frase de Octavio Paz que dice que “somos en razón de que deseamos”. Esta frase, que alguna vez usé como epígrafe en uno de mis poemarios, contiene una de esas ideas extraordinarias que indagan en la relación profunda entre deseo y lenguaje, deseo y representación, que permiten entender el deseo como dínamo de la historia, como razón de ser de nuestra vida, relación en la que un sujeto, o una colectividad, asume el desafío de un “hacer transformador” que siempre ejerce un deseante sobre un objeto deseado, para ponerlo en términos de aquel esquema paradigmático del teórico ruso del relato Vladimir Propp.
Pero esa no es sino otra manera de decir lo que el profesor Juan Carlos Pérgolis considera que puede ser definido como “deseo colectivo”, es decir, el impulso que mueve a la comunidad hacia algo que no tiene y que cree que puede encontrar más allá, afuera de sí misma, como él mismo lo expresa cuando reúne, en el marco teórico de su trabajo, los conceptos de modernidad y deseo colectivo como ideas centrales de una investigación en la que dialogan cómodos presencias como las de Walter Benjamin y Julia Kristeva.
Sostenido en ese diálogo, Pérgolis arma una deliciosa experiencia investigativa que reactualiza en mi memoria la oportunidad afortunada que me permitió conocerlo. Fue en Barranquilla en el año de 1999. Antes solo lo había leído sus notas semióticas sobre cultura urbana en Bogotá, publicadas por entonces en el Magazín Dominical de El Espectador.
El encuentro en Barranquilla ocurrió en el marco del I Congreso de Comunicación y Ciudad, organizado por la Universidad del Norte, en el que alternando con autoridades como Fernando Viviescas, Fabio Jurado, Antanas Mockus y el propio Pérgolis, tuve la oportunidad de presentar la ponencia titulada La ciudad y el río: otro diálogo interrumpido, que muchos años después sería la matriz temática para mi tesis de Maestría en Comunicación y Desarrollo en esa Universidad.
Recuerdo que al final de aquel evento quedé encargado de llevar al profesor Pérgolis hasta el aeropuerto Ernesto Cortissoz para tomar su avión de regreso a Bogotá; pero antes, atenazados por la conversación que teníamos sobre la circunstancia de la extraña, paradójica e inadmisible relación cultural entre Barranquilla y el Río Magdalena, quisimos llegar hasta la orilla de su corriente, como para corroborar los asertos de aquel diálogo, pero resultó imposible, habiendo tenido que desplazarnos muy cerca de su desembocadura, en el barrio Las Flores, en donde, en un débil atracadero de canoas (como en los inicios míticos de la ciudad), con el río tocando nuestras plantas, esperamos la tarde apurando una cerveza y conversando de aquel río y de la ciudad, tan lejos, tan cerca, al tiempo, uno y otra.
Sin duda fue aquel encuentro la reafirmación de una obsesión temática para mí, pero también el comienzo de una amistad que me ha permitido conocer de cerca casi todo lo que el maestro ha publicado en su intenso trasiego académico e investigativo.
Ahora que el caprichoso azar y el desorden que mi gata siembra cada día en mi biblioteca pone de nuevo este libro entre mis manos, me reencuentro con la aguda mirada semiótica del maestro Pérgolis, su escritura precisa, clara y contenida, con la que nos abre espacios intelectuales para sorprendentes hallazgos históricos, sociales, estéticos y culturales cosidos con acucioso pulso de investigador y ávido lector de signos urbanos en un texto que es, al mismo tiempo, un libro de estudio; un volumen ilustrado de poesía visual, arquitectónica; una memoria cultural de cinco ciudades colombianas; y también un texto de historia urbana con estratégicos insertos literarios comentadas por Pérgolis.
Una experiencia, en todo caso, que nos asoma a otras formas de estudiar nuestras ciudades, teniendo, en este caso, el pretexto iluminador de revisar, a la luz de una aleccionadora mirada semiótica, la historia de esa fascinante mixtura de formas y conceptos que es la arquitectura republicana en cinco ciudades colombianas.