Colombia, como parte de su idiosincrasia le gusta vivir en el tejemaneje de las votaciones. Es un somnífero que sin vaselina ha penetrado en el cuerpo de los colombianos y nos tiene embobados de tal manera que aceptamos los sufrimientos, el maltratado, el hambre, la falta de empleo, salud y educación. Nos flagelamos observando con complacencia la corrupción y el nepotismo, también como nuestros funcionarios y políticos corruptos son judicializados, van a un juez de la república y salen horondos y “pecho hinchao”, con sonrisa burlesca, saludando y “tirando besos” a sabiendas que con una pequeña parte de esos dineros de la corrupción son instalados con casa por cárcel o “calle por cárcel”.
Ahora resulta que unos cuantos “pelafustanillos” del otrora y mal llamado “glorioso Partido Liberal” se entraman en discusiones personales, bizantinas, sin fondo social, buscando la candidatura del partido a la presidencia de república, sin pensar en las soluciones a los problemas de fondo de Colombia, que nos mantiene según el Social Progress Imperative en “…el puesto 79 en la capacidad de suplir las necesidades básicas de su población, con un agravante en materia de seguridad personal, en la que ocupa la posición número 122, con claras “desventajas relativas” en la tasa de homicidios (puesto 126) y en nivel de crímenes violentos (109)”.
Estos, son también a la larga, elementos primordiales para mejorar nuestro bienestar, con la idea de mejores oportunidades si se logra la distribución de la riqueza en forma equitativa, pero no, esos mal llamados dirigentes del Partido Liberal decidieron gastarse, no de su bolsillo, sino de nosotros los idiotas útiles que pagamos los impuestos, la bicoca de $40 mil millones ( al principio era de $80 mil millones) para escoger un candidato presidencial entre Humberto de la Calle y Juan Fernando Cristo.
No hay derecho a tanta ignominia, pero vayamos a otro contexto de los candidatos. ¿De dónde les nace el derecho a aspirar a tan importante cargo de repartición de mermelada? Es cierto que por constitución para ser presidente se requiere ser colombiano por nacimiento, ciudadano en ejercicio y no menor de treinta años, pero veamos por ejemplo a Humberto de la Calle. Su legado más importante data de 1994, cuando se convirtió en vicepresidente de Ernesto Samper. En 1996 renunció a la Vicepresidencia por el famoso proceso 8.000. En su haber tiene infinidad de cargos públicos y el último, en el 2012, Santos lo nombró jefe del equipo negociador del proceso de paz con las Farc. A pesar de su trayectoria, no conocemos sus aportes socioeconómicos al mejoramiento del nivel de vida de los colombianos. Ha sido un burócrata más.
Juan Fernando Cristo, por su parte, es solo uno de tantos político y politiqueros de provincia, quien hasta mayo de 2017 fue el Ministro del Interior del segundo gobierno de Juan Manuel Santos. Hace parte de una familia con tradición política liberal en Norte de Santander y también ha sido burócrata por excelencia. De allí pare de contar.
Los otros y otras tienen arrebatos de presidencia, pero su mentalidad no está direccionada hacia ese objetivo, sino en permanecer en las butacas de los sueños del Congreso colombiano.
Entonces, los colombianos nos preguntamos: ¿cómo es posible que dos tristes políticos burócratas de historia no se pongan de acuerdo en quién debe ser el candidato del Partido Liberal? Es increíble que por esto se gaste del presupuesto nacional, es decir de nuestros bolsillos, la bicoca de $40 mil millones de pesos.
Si no se ponen de acuerdo para semejante despilfarro, ¿cómo van a manejar nuestras finanzas?, ¿cómo van a manejar el país?
Lo que sí queremos que quede claro es que a nosotros los liberales sí nos duele ese gasto y el próximo 19 de noviembre no saldremos a votar dicha consulta. Les aseguramos que muy poco será el número de votantes y la historia les pasará factura en el menor tiempo posible, para desdicha del Partido Liberal colombiano.