En medio de los debates que surgen a diario en los medios de comunicación y en los diversos escenarios sociales, sobre el discurso de la comunidad LGTBI (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales) y la postura de los cristianos en temas como la familia y la educación, se hace cada vez más evidente la necesidad de entender como esta discusión ha terminado convirtiéndose en un proceso de victimización y estigmatización.
Hay que recordar que muchos de los conflictos a lo largo de la historia han surgido por motivos religiosos. Durante siglos el mundo fue testigo de enfrentamientos en ‘guerras santas’ como las cruzadas, las guerras de religión francesas o la de los treinta años en Alemania.
Sin embargo, este tipo de diferencias aún no han quedado en el pasado. En los últimos días distintos referentes de la opinión pública colombiana, tanto del mundo de la política, como de algunos sectores culturales, han promovido al cristianismo como fuente de discriminación, violencia o manipulación.
Este hecho ha surgido tras los pronunciamientos de pastores o líderes, tomados fuera de contexto en muchas ocasiones o simplemente desvalidados por la sociedad por prejuicios sobre las creencias, fundamentados en que Colombia es un Estado laico. Asimismo, la mayor parte de las aseveraciones hechas en contra de los cristianos han sido forjadas a partir de la generalización de prácticas que no representan al cristianismo y que no dan cuenta de las diferentes formas en que los principios que guían la fe, se materializan en acciones tendientes a construir una sociedad más justa, equitativa, libre y democrática.
Lo cierto es que en Colombia a partir de que la Corte Constitucional aprobó en 2016 la sentencia que avala matrimonio civil para parejas del mismo sexo, los protagonistas de esta iniciativa han buscado llamar la atención de la opinión pública tratando de encontrar un victimario, para lograr así un propósito, la adopción por parte de parejas del mismo sexo, conformando un nuevo modelo de familia.
Sin lugar a duda que la familia es la base fundamental de toda sociedad, y por supuesto también hace parte de uno de los propósitos de la Palabra de Dios para la formación de valores como el amor, el perdón y la reconciliación en su pueblo. Por lo que la Iglesia no puede dejar de participar en el panorama de decisiones que afectan a la sociedad a la que pertenece.
No hay que desconocer que el matrimonio igualitario se sumó a una serie de derechos que la comunidad LGTBI ha obtenido gracias a los fallos judiciales. Entre los principales están que las parejas del mismo sexo sí son familia, la libre opción sexual, la visita conyugal en las cárceles, la unión marital de hecho y los derechos patrimoniales, el cambio de género en los documentos, la excepción de tarjeta militar para transgenero y la adopción plena, que se ha convertido en el vehículo para la instrumentalización infantil por parte de un grupo que no demanda derechos en pro de los niños, pero que si busca por medio de ellos su propia validación.
Todas estas modificaciones a la Constitución no operan como simples cambios en la ley, sino que afectan a la familia, a sus futuras formaciones y a toda la sociedad. En ese sentido, es pertinente cuestionarse sí la vía por la que se han aprobado derechos como la adopción por parte de parejas del mismo sexo, es la apropiada, o sí lo más pertinente es consultarlo directamente con el pueblo y tomando el camino de la elección popular.
Ante eso, la Iglesia Cristiana, en representación de sus fieles, trabaja en Colombia incidiendo como autoridad espiritual, moral y profética en la transformación y mejoramiento integral de la sociedad, ayudando a establecer la paz.
Para los cristianos no basta con saber y sentir que Dios está con ellos, sino que llevar el evangelio a la práctica, implica que otros puedan ver por su vida y por las manifestaciones de Dios, que Él está en medio de su pueblo. De tal manera que, la representación del Cuerpo de Cristo, es decir su Iglesia, no pretende alcanzar su propósito por medio de la manipulación o la violencia.
En medio del debate no hay que ocultar los esfuerzos sociales de muchas iglesias en torno a la construcción de una sociedad basada en el perdón, la fraternidad y la dignidad humana. Pues el cristianismo también ha tenido un rol fundamental en la construcción de valores sociales democráticos y en la protección de los derechos humanos –DDHH-; que han sido la bandera de lucha de importantes líderes de la Iglesia, como el Pastor Martin Luther King.
Las apreciaciones de discriminación no dan cuenta de la realidad de las iglesias en Colombia, y terminan por servir, muchas veces, como discursos y pronunciamientos estigmatizadores que, lamentablemente, generan un ambiente violento y de señalización, alejado de argumentos responsables y que, por medio de la discriminación religiosa, atentan contra la condición humana de quienes han decidido optar por el cristianismo como base de su desarrollo, tanto a nivel ético como espiritual.
La lucha en pro la consolidación de los valores de la familia seguirá siendo una causa de todos los cristianos. Por lo que esta intención debe dejar de ser reconocida como una incitación de violencia. Solo así se logrará que estos grupos dejen de ser víctimas y victimarios en un proceso en el que lo que realmente debe prevalecer es la familia como núcleo.
