Al canciller Álvaro Leyva le han caído sin piedad porque se equivocó y multiplicó por mil el número de km de frontera con Venezuela. A la vicepresidenta Francia Márquez, porque confundió “astrónomas” con astrólogas. Y, claro, en la mira de las críticas, el cuento de los billones de la ministra de minas, Irene Vélez.
Caerle a los funcionarios por los “lapsus linguae” no es nada nuevo, simplemente porque los resbalones verbales han estado a la orden del día de parte de gobernantes, políticos y, en general, de figuras públicas, dentro y fuera del país, desde hace rato. En algún momento, la mayoría de ellos se equivocan y meten la pata con algún número, la gramática, el nombre de alguien o de alguna organización o con alguna interpretación exabrupta.
Con Duque y la vicepresidenta, Martha Lucía Ramírez, las redes fueron implacables. Desde el famoso “lo querí” dedicado a Carlos Holmes Trujillo por el anterior presidente, hasta las frecuentes referencias al “Presidente Uribe, perdón, presidente Duque…” de la Vice, fueron el blanco de miles de trinos y videos y millones de reproducciones. La verdad, hay que reconocer que, como se dice en la calle, tanto Duque como Ramírez tuvieron correa y aguantaron la tormenta de burlas con estoicismo.
Todo resulta de una mezcla de falta de oficio de los críticos y, claro de implacabilidad, que la hay de sobra, como si se tratara de la primera vez que personajes públicos se equivocan. Y en los casos de los funcionarios del actual gobierno, es una extraordinaria tontería pedirles la renuncia porque, dada la prueba reina de la equivocación, no están, supuestamente, preparados para el cargo.
Hace ya rato, por allá en septiembre de 1964 vino Charles De Gaulle, el presidente francés, de visita a Colombia. Durante el homenaje que le rindió el gobierno, el presidente de entonces, Guilermo León Valencia, sonoramente, invitó al brindis: “Viva España”. Embarradón, claro, pero no hubo petición de renuncia.
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Los “lapsus” no son patrimonio cultural colombiano. Joe Biden, el presidente gringo, que se ríe de sí mismo por sus embarradas frecuentes
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Los “lapsus” no son patrimonio cultural colombiano. Joe Biden, el presidente gringo, que se ríe de sí mismo por sus embarradas frecuentes, las comete un día sí y el otro también. Se ha dirigido a Kamala Harris como la presidenta y confunde Ucrania con Irán.
Sarah Palin, fórmula vicepresidencial de John MacCain, competidor de Obama, dijo en una entrevista que Estados Unidos “debía apoyar a nuestros aliados norcoreanos” y, claro, con el palo que le dieron, publicó en facebook una lista de embarradas de Obama, incluyendo una en la que decía que los Estados Unidos estaban conformados por 57 estados (son 50).
Y en la madre patria ni se diga. Todavía resuena la de Mariano Rajoy, presidente salido del PP, cuando dijo “ETA es una gran nación; España, perdón, es una gran nación.”
Volviendo a las metidas de pata acá, también resaltan las asimetrías de los críticos y críticas. Algunas feministas, en caso de la ministra de Minas, hablan de cómo el matoneo machista está en la base de las peticiones de renuncia, aunque nunca se las escuchó defendiendo a la vice anterior, Martha Lucía Ramírez, ante el rejo que le dieron.
Lo anterior no pasa de ser anecdótico excepto por el hecho de que la inmensa alharaca que se genera en redes sociales pareciera distraernos de las preguntas clave. ¿Cuál es la política de salud? ¿La de la transición energética? ¿La exterior colombiana?
Hay aún una deuda de parte del gobierno entrante de contar cuáles son sus objetivos principales, cómo se invertirán los recursos obtenidos mediante la reforma tributaria, cómo se ejecutará el plan de inversión del cuatrienio. Ahí conoceremos la verdadera idoneidad de ministros y altos funcionarios, que no depende de las equivocaciones que puedan cometer en una u otra entrevista.
