La sociedad, en simetría con las nuevas dinámicas, ha delimitado una serie de parámetros ó bien podrían ser llamados estereotipos, los cuáles llevan inmersos fechas, modelos y momentos específicos, en los cuáles se debe dar materialización de un "estilo de vida idónea" que es difundido por escenarios digitales y sociales.
Estos lineamientos ejercen una fuerza de presión sobre el estado emocional de los jóvenes, que al divisar las luces de su cuarto de vida, en contra parte de la oscuridad por no haber llevado a cabalidad el estilo de vida programado por la sociedad; trabajo estable, independencia, solidez financiera y demás factores.
El término "crisis del cuarto de vida" fue acuñado en 2001, en un libro que lleva el mismo nombre, el cual fue escrito por la psicologa norteamericana Abby Wilner y la periodista Alexandra Robbins, en esta obra el fenómeno hace relación, según las autoras a un estado de confusión, replantemientos del estilo de vida, los cuales podrían significar cambios abruptos en el individuo que lo padece.
Lo cierto es que en materia bibliográfica el fenómeno ha sido ampliamente documentado, pero los organismos gubernamentales poco ó nada hacen para lanzar un salvavidas a los jóvenes que son golpeados por el oleaje de la angustia e incertidumbre, la tormenta de vicisitudes, donde desafortunadamente algunos han naufragado.
La presión mediática de las redes sobre la vida de los millenials se ha convertido en otro motor que impulsa la depresión y estado de frustración, pues algunos postean vidas perfectas, idílios de amor y demás que sedimenta la desesperación y decepción para aquellos que a esa edad aún no han podido llegar a ese estado.
Es cierto que el estado debería generar políticas públicas ó estrategias que salvaguarden e impulsen a la juventud, generación de empleo, accesibilidad a educación superior, créditos, programas de vivienda para esta población, con lo cual se amortiza el flagelo.
Pero no esta de más reclamarle a los veinteañeros que cada uno va logrando sus metas paso a paso, algunos tardaremos más que otros, pero si tenemos enfocados nuestro objetivo, seguramente lo vamos a lograr.
Que este transe entre la vida alegre, de fiestas, amigos y amores se el preámbulo de una vida de éxitos y beneplácito, siempre y cuando no desviemos la mira.
La vida adulta es una lucha diaria, no desfallecer es la primera Victoria diaria que debemos dar, hacerle el quite a placeres banales que son niebla que trunca nuestro andar. Optimismo y rodearse de personas que le brinden consuelo debe ser ley para superar este transe.